Lecciones de Historia Rioplatense
“Que se defiendan como puedan”
 
 
Las invasiones inglesas, que acabo de reseñar, tuvieron la virtud de provocar en el pueblo victorioso la conciencia de su responsabilidad y de su fuerza. Transformaron a una generación predestinada de argentinos, enseñándoles el verdadero camino intransigente de la independencia nacional: sin tutelas ideológicas ni protecciones extrañas.

Nos cuenta la historia que, pasado el 12 de agosto, el Cabildo envió un representante a España para pedir urgentes auxilios materiales y, al mismo tiempo, le fueran otorgados a la ciudad, títulos honoríficos por su lealtad y espíritu de sacrificio demostrados. El nombramiento recayó en el joven Pueyrredón, quien, después de largas gestiones, consiguió el tratamiento oficial de “Excelencia” reclamado por Buenos Aires. Respecto a la ayuda en milicias y armamentos, la metrópoli no se mostró tan generosa, actitud que fue comunicada por el emisario a su mandante. Las autoridades hispanas habíanle respondido lacónicamente a aquél: “Que las colonias se defiendan como puedan”. Frase histórica que legitimaba los acontecimientos posteriores ocurridos en Buenos Aires, malgrado la opinión en contrario de rancios funcionarios realistas y de algunos patriotas retardados.

Entre tanto, los ingleses tenían secretamente organizada aquí —en relación estrecha con las logias masónicas dejadas por Berresford— su “quinta columna” de comerciantes y aventureros internacionales. “Entre otras disposiciones tomadas —refiere Roberts 5— fue una de ellas la organización de un batallón de comerciantes y empleados ingleses, que sirviera de guarnición, para llevar a Buenos Aires el máximo de tropa de línea. Se nombra al Teniente Coronel Tyrrell, Director de Aduana, como jefe, y a los comerciantes más aptos, como oficiales. Se les uniformó con chaqueta colocada, pantalón azul, con franja colorada, y gorra. Se le llamó “1er. Royal Régimen of. South American Militia” o sea “1º Regimiento Real de Milicia Sudamericana”.

Mas, con todo, los planes de Whitelocke fracasaron. “La resistencia del habitante del Río de la Plata había sido de una resolución y de una constancia admirables, sin que pudiera esperarse cosa igual ni del entusiasmo religioso y patriótico, ni del odio más inveterado e implacable”, según lo confesó el jefe británico en uno de sus alegatos de descargo, al ser enjuiciado por el rey con motivo de su humillante derrota.