Lecciones de Historia Rioplatense
4. VISPERAS EMANCIPADORAS | Junta separatista en Montevideo
 
 
Por entonces, Liniers se había desprestigiado en el gobierno. Su adhesión imprudente a Bonaparte le restaba popularidad y confianza oficial. Y la Audiencia pudo expresar al monarca sus sospechas y agravios con estas acusadoras palabras en contra suyo: “El mando superior de estas Provincias, confiado a un extranjero originario de la nación que hoy tiene sobre sí el odio de la nuestra y si bien es cierto que el Tribunal no tiene de él la menor sospecha relativamente a fidelidad; es sin embargo doloroso y amarga aquella contingencia que hace luchar la realidad con las ilusiones y sospechas populares, de donde se produce la falta de energía en el gobierno, la censura con exceso de sus disposiciones, y la casi absoluta insubordinación de los subalternos...”

Montevideo, con Elío a la cabeza, no ocultaba su disidencia por los motivos apuntados. Bien pronto: “puestos de acuerdo Elío y Alzaga con la inspiración y buena voluntad de Goyeneche (quien acababa de llegar de España), produjeron por intermedio del Cabildo de Montevideo —nos refiere J. Cobos Daract—, 1 el primer acto de la reacción española. Se pidió al Ayuntamiento de Buenos Aires el desconocimiento de Liniers, por considerar que la felicidad de estas colonias peligraba “mientras el gobierno permanezca en manos de un jefe nacido en el centro de ese imperio sacrílego, cuyas depredaciones nos han cubierto de luto”. Esta actitud de Montevideo motivó el que se llamara a Elío a Buenos Aires, para que explicara su conducta. Elío desobedeció la orden, y entonces el Virrey decretó su separación y nombró en su reemplazo gobernador de aquella plaza al capitán de navío Juan ángel de Michelena. Cuando Michelena llegó a Montevideo para hacerse cargo de la gobernación (20 de Septiembre de 1808), la ciudad, como que en su mayoría estaba formada por partidarios de la reacción española, se amotinó, desconocieron al nuevo funcionario obligándolo a regresar a Buenos Aires. Inmediatamente se procedió a la constitución de una junta, presidida por el mismo Elío, la que desconoció la autoridad del Virrey, declarándolo al mismo tiempo “enemigo natural de la nacionalidad española y de traición a los sagrados derechos y posesiones de la soberanía de la Metrópoli”...Los dos campos estaban ya formados y cada uno tenía su bandera, disimulada apenas por tres nombres propios: Liniers, Alzaga y Elío”.