La conquista del Plata y Tucumán
El paso de fray García Jofré de Loaysa y el retorno del San Gabriel
Entusiasmado por el viaje de Magallanes y mientras se negociaba con los portugueses, Carlos V ordenó la preparación de otra armada, que puso bajo el mando de frey García Jofré de Loaysa (real cédula del 5 de abril de 1525), a quien concedió el titulo de capitán general y gobernador y justicia mayor de las islas del Moluco. La flota partió de La Coruña el 24 de julio de 1525 y llevaba como segundo a Juan Sebastián Elcano. Aun cuando arribaron al estrecho, los fuertes vientos les habían hecho perder tres naves y algunos otros elementos. El navío San Lesmes, dirigido por Francisco de Hoces y separado por una tormenta del resto de la flota, llegó hasta los 55º latitud sur (8 de febrero de 1526). Sus tripulantes dijeron que allí era el «acabamiento de la tierra», es decir, el mar libre situado entre la Antártida y las islas sureñas de Tierra del Fuego. Por tanto, la hazaña había precedido en casi 100 años al recorrido de la armada holandesa que comandaría Lemoire-Schouten y en 50 años al del inglés Francis Drake. Mientras las naves de Loaysa, tras una penosa travesía del estrecho, iniciada el 29 de marzo de 1526, llegaban al océano Pacifico casi dos meses más tarde, para surcarlo en dramáticas singladuras, el navío San Gabriel, dirigido por Rodrigo de Acuña, separado de la flota casi a la entrada del estrecho, remontaba lo andado, hasta llegar al puerto de Palos (costa de Santa Catalina), donde encontró a supervivientes de la expedición de Solís. En ese lugar, el capellán de la nave bautizó a varios mestizos, hijos de aquellos españoles que habían vivido entre los indios. En el viaje de regreso a España, recalaron en la bahía de Todos los Santos, donde los indios antropófagos dieron muerte a nueve tripulantes. Navegaron inmediatamente hacia el norte, encontrándose con navíos pertenecientes a franceses, quienes después de ayudarlos, les exigieron la rendición con el pretexto de la guerra que se desarrollaba entre España y Francia. Acuña quedó prisionero, mientras el resto continuaba el viaje hacia España. Abandonado más tarde en la costa por los franceses. Acuña y ocho compañeros llegaron a pie a Pernambuco, donde el capitán portugués de ese lugar los mandó presos a galeras (mayo de 1527). No obstante, como el rey lusitano ordenó su libertad (1528), al fin podría regresar a España, después de tres años de la partida. |
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