Las provincias del Río de la Plata en 1816
Juan Adan Graaner (Agente Sueco) 1782-1819
Hace unos treinta años tuve la ocasión de conocer una meritoria obra del doctor Diego Luis Molinari, titulada “El Gobierno de los Pueblos”, en la cual da interesantes detalles sobre los antecedentes de la independencia del Virreinato del Río de la Plata y sobre el Congreso en Tucumán. Mi intención fue especialmente atraída por una información curiosa: la presencia en Tucumán de un compatriota mío, que a juzgar por las apariencias, estaba revestido de alguna misión oficial u oficiosa de parte de su país de origen. Era un oficial del estado mayor del ejército sueco, un capitán de nombre Juan Adán Graaner. La vida un tanto ambulatoria que hacia yo como diplomático y la falta de tiempo no me permitieron entonces profundizar este hecho singular. Recién hace un par de años he podido iniciar mis investigaciones, y algunas circunstancias felices han contribuido a que se haga luz sobre este asunto. El citado señor Graaner hizo dos viajes al Río de la Plata entre los años 1816-1819. Por primera vez llegó a principios de 1816. Su aparición en Buenos Aires resultó un tanto misteriosa. Debió de haber estado, sin embargo, provisto de buenas cartas de recomendación, porque poco tiempo después de su llegada pudo entrar en relaciones cordiales con varias de las personas más prominentes de la época. Su estada en la capital duró unas pocas semanas porque ya a comienzos del mes de junio lo encontramos en marcha para Tucumán. De este viaje ha dejado un relato muy extenso y minucioso, lleno de interesantísimas observaciones sobre el país, sus habitantes, costumbres, etc. Una vez en Tucumán, en donde estaba en pleno funcionamiento el Congreso que había de decidir sobre el porvenir político del país, Graaner se acercó, en primer lugar, al General Pueyrredón con quien poco a poco entró en estrechas relaciones. Llegó también a conocer de cerca a varios de los hombres más destacados de la reunión y siguió con mucho interés las relaciones de la asamblea. Presenció la solemne Proclamación de la Independencia de las Provincias Unidas, de cuyo acontecimiento ha dejado en su diario una entusiasta descripción. Hizo varias excursiones por los alrededores de Tucumán, entre ellas una hasta la frontera peruana con el objeto de conocer de cerca al ejército de los patriotas, allí reunidos bajo el mando del General Rondeau. Poco tiempo después de la salida de Pueyrredón para la Capital, Graaner tomó el mismo rumbo y en setiembre lo encontramos de nuevo en Buenos Aires. Allí reanudó sus relaciones con el Director Supremo, quien le entregó una carta para Bernadotte —a la sazón príncipe heredero de Suecia— comunicándole la declaración de la Independencia de las Provincias Unidas, al mismo tiempo que expresa la esperanza de un próximo establecimiento de relaciones amistosas entre su país y Suecia. Una semana más tarde se embarcó Graaner para Europa y pasó por Río de Janeiro. De la capital brasileña envió a Pueyrredón una larga carta citada in extenso por el doctor Molinari, llena de amplias observaciones concernientes a la política internacional y a la influencia que ella podía tener sobre los sucesos del Río de la Plata. De vuelta en Estocolmo (mayo de 1817) se presenta Graaner a Bernadotte. Durante la travesía, había redactado el informe que aquí se reproduce. El original fue escrito en francés por ser este idioma más familiar para Bernadotte que todavía no dominaba el sueco. Huelga decir que, sin duda, completó el relato escrito con informaciones verbales concernientes a materias que no era prudente confiar al papel. Su permanencia en Suecia no fue muy prolongada. Ya a fines del mismo año 1817, tomó de nuevo el rumbo para la América del Sur; esta vez en calidad de emisario oficioso del gobierno de Suecia, que le había confiado la misión de estudiar las posibilidades de iniciar relaciones directas entre su país y las antiguas colonias españolas. Al llegar a Buenos Aires reanudó las vinculaciones con sus amigos de Tucumán y entabló muchas nuevas, en primer lugar con el general San Martín que llegaba a la capital después de sus victorias en Chile. En su diario, Graaner relata con muchos detalles cómo fue huésped casi diario en la casa del suegro de San Martín, don Antonio Escalada, en donde tuvo frecuentes oportunidades de ver y conversar íntimamente con el ilustre prócer. Da, entre otras cosas, una interesante y bien acertada descripción de San Martín, tanto en su físico como en sus calidades morales. La instrucción oficial para Graaner era bastante amplia. Podía elegir su campo de acción en donde mejor le conviniera durante los tres años en que se había fijado su ausencia. Como la Argentina para él ya era bastante familiar, resolvió satisfacer su ansioso deseo de viajar, visitando otros países del continente. Con este propósito eligió como primera etapa a Chile. A pesar de las contrariedades de la estación, emprendió, sin embargo, una excursión al país vecino a través de la Cordillera en pleno invierno de 1818. San Martín había demostrado su amistad por el viajante entregándole cartas de recomendación para los gobernadores de San Luis y Mendoza, así como también para su compañero de armas, el Director Supremo de Chile, O'Higgins. Graaner se puso en marcha y después de una serie de aventuras llegó sano y salvo a Santiago de Chile 1. Apenas instalado en la capital chilena, empezó a desarrollar su conocida actividad con objeto de procurarse amplios conocimientos concernientes al país y entablar relaciones con las personas dirigentes, en primer lugar con O'Higgins cuya simpatía conquistó desde el primer encuentro que tuvo con él. La minería, ramo de la industria con el cual parece haber estado bastante familiarizado en su país de origen, llamó especialmente su atención. Visitó detenidamente las provincias mineras, y el viaje tuvo como resultado el otorgamiento personal que se le hizo de la concesión para explotar los yacimientos minerales del país. Graaner atribuyó a este favor tanta importancia, que a pesar de no haber transcurrido más de un año de los tres en que se había calculado su ausencia, resolvió regresar a Suecia por la ruta más corta que en aquella época del año era el Mar Pacifico. El viaje a través del Mar Pacífico fue sumamente interesante, pero lleno de aventuras. La falta de mapas fidedignos dificultaba en alto grado la navegación. Descubrieron varios grupos de islas hasta entonces no visitadas por blancos, y dos veces el barco estuvo a punto de naufragar entre los atolones. Encuentros con indígenas antropófagos, dificultades para el abastecimiento de víveres frescos y agua potable, un calor excesivo y otras calamidades fueron factores contra los que tuvieron que luchar casi diariamente. Cuatro meses y medio después de la salida de Valparaíso, llegaron por fin a su destino y echaron anclas en la embocadura del Río Ganges. También de este viaje existe un relato, análogo a los anteriores, igualmente inédito hasta ahora. La salud de Graaner, no era muy satisfactoria. Ya desde un año atrás padecía de ataques al hígado. En vista de esta circunstancia cambió en Calcuta el itinerario a seguir, para regresar a su patria. Se había propuesto hacer el viaje por tierra pasando por Persia y Asia Menor hasta Constantinopla y de allí a través del continente europeo a Suecia. Optó, en fin, por la vía marítima como la más cómoda y a fines de septiembre se embarcó en un barco inglés con destino a Inglaterra. La mala suerte le perseguía; se agravó su enfermedad y no tuvo la dicha de volver a ver a su país, falleciendo a bordo el 24 de noviembre de 1819 a la altura del Cabo de Buena esperanza. Con Graaner desapareció un hombre, que de haber sido favorecido con vida más larga, —falleció a los 37 años de edad— con mucha seguridad hubiera hecho una notable carrera de gran provecho para su país. Habiendo ingresado muy joven en la marina de guerra tomó parte con mucha distinción en la guerra ruso-sueca, 1808-9. Luego pasó al ejército e hizo primero la campaña en Alemania contra Napoleón y más tarde participó en la expedición contra los noruegos. En 1815 alcanzó el grado de capitán del Estado Mayor, y fue promovido poco después a mayor. Dotado de muchas cualidades naturales, ampliadas por estudios extensos en varios ramos de la ciencia, sabía aplicar en la vida práctica, sus conocimientos con un criterio bien encaminado y certero. En su esmerada educación entró el estudio y dominio de varios idiomas. La historia y la geografía fueron sus materias predilectas y la filosofía no le era extraña. Fácil en el trato con personas de todas clases sociales, supo conquistar la amistad de sus numerosas relaciones. Observador rápido y penetrante, demostró notable vocación para la diplomacia. Su vida accidentada y ambulatoria le había hecho familiar con los viajes, y sabia salvar las dificultades con mucha energía y prudencia. Manejaba la pluma tan bien como la espada y sus diarios y otros apuntes que se conservan revelan eminentes aptitudes de escritor. Todos estos dones le sirvieron en sumo grado para facilitar sus tareas y cumplir con los encargos que le fueron confiados. Involuntariamente se hace uno la pregunta: ¿Cual fue el objeto del primer viaje de Graaner a un país situado cerca del polo, completamente opuesto al de su patria, en donde, además, en aquella época seguramente no se tenían sino conocimientos muy vagos sobre las provincias del Plata? Varias conjeturas se presentan sobre esta materia. Indudablemente su viaje no fue una excursión de turismo; algo más serio hubo en todo ello. Vamos a exponer una conjetura. Bien sabido es que en el momento de la visita de Graaner al Plata, el tema del día era la cuestión de la organización política del nuevo Estado y que en el país había quienes eran partidarios de la instalación de un régimen monárquico. No faltaron candidatos para el trono y entre ellos se ha nombrado a Bernadotte, en aquella época príncipe heredero de Suecia . En su obra “Francia y la Monarquía en el Plata”, el doctor Mario Belgrano relata, con citación de documentos, este hecho singular mencionando en varias partes “el emisario de Bernadotte”, allí presente. No se necesita mucha perspicacia para entrever una combinación entre el nombre de Graaner y aquél “emisario”. Dejo, sin embargo, las conclusiones que puedan surgir de tal combinación, al estudio de historiadores futuros. No es imposible que Bernadotte, considerando su situación en Suecia en aquel momento, no del todo bien asegurada, haya considerado prudente tener en reserva algún puesto de retiro adecuado en caso de un eventual cambio político en su país adoptivo. Fuera este el motivo del viaje de Graaner al Plata o fuera que Bernadotte quiso únicamente ampliar sus conocimientos, llevado de su curiosidad con informaciones de primera mano sobre las antiguas colonias españolas, podemos suponer fundadamente que Graaner fue patrocinado en una u otra forma, por Bernadotte en su excursión a la América del Sur. Si la obra de Graaner que aquí se reproduce en traducción castellana y cuyo original desde hace ciento treinta años ha pasado inadvertida en el archivo particular de la familia real de Suecia, pudiera contribuir a completar los conocimientos sobre la Argentina en la época de su emancipación política, el autor de este prólogo se sentiría más que recompensado. Al doctor José Luis Busaniche, Profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y traductor de esta obra, presento aquí mi sincero agradecimiento por su valiosa cooperación al tomar a su cargo este trabajo y por su empeño en hacer conocer el informe de Graaner al público argentino. Estocolmo, mayo de 1947 Axel Paulin Ex Encargado de Negocios de Suecia en Buenos Aires y Santiago de Chile. |
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