Historia Constitucional Argentina
4. Las clases sociales
Sumario:Las clases sociales. La cuestión social. Los sindicatos. Reforma constitucional de 1898. En A renglón seguido de la «alta sociedad», hay una creciente clase media: a ella acceden los argentinos por la vía de las actividades profesionales, del empleo en el comercio o del empleo público; y los inmigrantes, por la del comercio, la industria o la agricultura . Los sectores humildes que están más abajo, son peones en el campo; en la ciudad, son obreros de los frigoríficos, del ferrocarril, de la elemental industria existente; cuando no, servidores domésticos. En general, los obreros urbanos están en peor situación. Argentina se caracterizó en esta etapa y luego también, toda Latinoamérica, por dos fenómenos llamativos. En primer término, por el porcentaje creciente de sus sectores medios; luego, por su gran movilidad social. Los estratos medios, que en 1869 cubren el 11,1% de la población, en 1895 constituyen el 25,9%, y en 1914, el 29,9%. Gino Germani ha puesto de relieve, que entre 1869 y 1914, la clase media creció a un ritmo anual del 0,56%, que compara con el aumento del período intercensal, 1895-1914, que fue del 0,27%, y de la siguiente etapa intercensal, 1914-1947, que fue del 0,29%. Germani detecta que el fenómeno de ese incremento se dio especialmente entre los extranjeros, cuya movilidad social fue notable 782. Argentina es un país atípico en ese sentido: pocos sectores marginales son los que se conforman con pertenecer a un estamento social determinado, y esto es tan agudo y definido, que algunos consideran que en Argentina no existen clases sociales, esto es, franjas de la población signadas y resignadas a pertenecer a niveles económico-sociales determinados, durante lapsos prolongados. Por lo menos, esa parece ser la tendencia en los años que estudiamos. A este fenómeno de la intensa movilidad social, mucho contribuyó el creciente grado de alfabetización que se dio a partir del primer censo de 1869, y que denotan los censos posteriores, de 1895 y 1914. La alfabetización contribuyó, fue causa, pero también resultó un efecto de aquella. El decrecimiento del analfabetismo es más vigoroso en el Litoral que en el interior, corriendo parejo con el mayor grado de riqueza en la primera zona respecto de la segunda, por lo que, como se presumirá, la movilidad social en el interior no fue todo lo intensa que lo fue en el Litoral. El incremento de estudiantes secundarios y universitarios es señal del aumento de la clase media: los primeros presentan una tasa del 1,6 por mil en 1895, del 2,86 por mil en 1910 y del 3.7 por mil en 1914. En 1925 está en el 5,3 y en 1936 en el 7,9 por mil. El ingreso en las universidades presenta estos guarismos: 1889: 0,3 por mil; 1907: 0,8 por mil; 1917: 1,1 por mil; 1944: 3,4 por mil 783. Asimismo se han hecho observaciones respecto del distinto incremento de los sectores medios que trabajan en condición de dependencia, comparados con los estamentos medios que hacen tareas independientes. Entre 1869 y 1895, la clase media no dependiente creció del 6,2% al 17,8%, un aumento notable. En cambio, entre 1895 y 1914 hubo una disminución del 17,8% al 14,9%. Por el contrario, cuando se analiza el sector dependiente, se observa que entre 1869 y 1895 crece del 4,1% al 6,6%, y entre 1895 y 1914, las cifras se aceleran del 6,6% al 12,4% 784. En los sectores obreros, los que trabajan por cuenta propia entre 1869 y 1895 suben del 14,7% al 23,8%, bajando al 20,9% en 1914. En cambio, los trabajadores dependientes, especializados y no especializados, bajan del 59,7% al 36.4% entre 1869 y 1895, y suben a partir de este año hasta 1914. Desde 1895 en adelante, pues, se acelera la aparición de un proletariado industrial 785. La cuestión social ¿Cuál fue el panorama social en la década del ‘80? El imperio del más rotundo liberalismo propició la inexistencia de legislación social. Cuando en 1881 una Sociedad de Dependientes de Comercio solicitaba al intendente de Según Juan álvarez, el salario real promedio que en 1886 estaba en 2, en 1890 se había reducido a 1.34, con un descenso efectivo del 33% 787. La vivienda obrera era el conventillo. En 1880 había 1770 conventillos en Buenos Aires, con una población de 51.915 personas, esto era el 18% del total, pues Buenos Aires contaba ese año con 286.700 habitantes. En 1887 los conventillos son 2.835, poblados por 116.167 personas; y como ahora la población ha subido a 437.875 almas, el porcentaje llega al 24% 788. El propio Eduardo Wilde nos describe esos antros: casas ómnibus, cuyos cuartos, a la vez que dormitorios para toda la familia, eran «comedor, cocina y despensa, patio para que jueguen los niños y sitio donde se depositan los excrementos, a lo menos temporalmente, depósito de basura, almacén de ropa sucia y limpia, si la hay; morada del perro y del gato, deposito de agua, almacén de combustibles, sitio donde arde de noche un candil, una vela o una lámpara; en fin, cada cuarto de éstos es un pandemonium donde respiran, contra todas las prescripciones higiénicas, contra las leyes del sentido común y del buen gusto y hasta contra las exigencias del organismo mismo, cuatro, cinco o más personas»789. En este ambiente, con la proliferación de este hábitat, y el laicismo escolar, no resultó extraño que el medio moral decayera. Entre los años 1885 y 1910 el número de delincuentes en La jornada de trabajo corriente era la de 10 horas, pero algunos trabajaban hasta 12 y 14 horas. Muy pocos eran los que lo hacían 8 o 9 horas. En 1881, Entre 1882 y No mejoran las cosas desde la crisis del ‘90 en adelante. Las huelgas, que son 19 en 1895, en 1902 llegan a 26; en 1907 alcanzan a 231, con 169.000 obreros parados. En 1910 llegan a 298. Los motivos de las huelgas revelan que las condiciones de trabajo no han mejorado: jornada horaria excesiva, salarios bajos, represión a las organizaciones gremiales existentes, reclamos del establecimiento del seguro por accidentes del trabajo a cargo de los empresarios, demanda de la reglamentación del trabajo de las mujeres y los niños. Es verdad que el salario real entre 1894 y 1904 se recupera, pero entre 1904 y 1914 vuelve a caer. Sigue aumentando la tasa de mortalidad, por tuberculosis especialmente. La desocupación supera el 5% aún en épocas de prosperidad, llegando al 20% en los años críticos. El problema de la casa-habitación mejora un tanto: en 1904 la séptima parte de la población porteña sigue viviendo en conventillos, a un promedio de 3 personas por pieza 796. En 1907 hay una huelga de inquilinos por los excesivos precios que se obliga a pagar por misérrimos alojamientos; ella tiene por escenarios a Buenos Aires y a Rosario: los inquilinos piden una rebaja del 30% en los alquileres 797. Hacia 1895 el salario real baja en relación con el de 1886 798. En 1897 la jornada de labor de la mayoría de los obreros seguía estando entre las 10 y 14 horas diarias 799. Los datos sobre los presupuestos familiares entre 1908 y 1912, que exhibe Panettieri, demuestran que en general los salarios percibidos no permiten mantener lo que llamamos canasta familiar 800. Esto obliga a trabajar a las mujeres y a los menores, aquéllas a veces en su domicilio. Una fábrica de bolsas empleaba niñas de En los ingenios azucareros de Tucumán y Jujuy, en los obrajes, en las fábricas de tanino y en los yerbatales del noreste, dice Panettieri, existió «la más cruel explotación humana»803. Juan Bialet Masse, enviado por el ministro Joaquín V. González a esas regiones para producir un informe sobre la situación de esos obreros, hacia 1904, constata la existencia de salarios más miserables que los mínimos de Europa, desocupación endémica por la maquinización de las tareas y por la muerte del artesanado industrial, salarios pagados con bonos que el comercio recibe con una quita sustancial. El traslado en tren para arribar a los lugares de trabajo era de un hacinamiento y de una suciedad propias para las bestias; se dormía a la intemperie, la alimentación era insuficiente, los salarios atrasados, no pagados para sujetar a los trabajadores a la situación, alimentos fiados que se cobran a precios elevados el día del pago 804. Jornadas de sol a sol, con 12 horas de labor diaria, viviendas hediondas, promiscuidad de hombres, mujeres y niños, vestimenta miserable, enfermedades continuas. Triste situación en los ingenios azucareros, expone el diario « En En todas las regiones la mujer debe trabajar. Dice Rodríguez Marquina: «La mujer del artesano es la bestia de carga sobre la que pesa toda la familia; ella es la que sufre; ella es la que revendiendo frutas o amasando o lavando, o recibiendo pensionistas para darles de comer, consigue economizar unos centavos para vestir a sus hijos y no pocas veces para alimentarlos»808. Juan Bialet Massé concluye: «Como ha podido ver V.E. en este informe, desde Santa Fe a Jujuy, el almacén o proveeduría y el crédito al obrero sobre su salario, son las armas que esgrime la explotación para estrujarle, sin reparar en fomentar vicios, antes bien induciéndolo a que se encenague en él, manteniéndolo en un estado de embrutecimiento y de degeneración física y moral que constituye un peligro público»809. Panettieri, resume: «Jornadas agotadoras; salarios por debajo de los necesarios para la subsistencia; casi siempre sufriendo malos tratos; casi nunca cobrando sus jornales en moneda nacional; presa fácil del alcohol y las deformaciones congénitas; subalimentado en un país donde sobraban los alimentos, tal fue la triste trayectoria del trabajador criollo hasta más allá de 1930» 810. Los sindicatos La explotación del hombre por el hombre generada por el crudo capitalismo emergente del liberalismo económico nacido a fines del siglo XVIII, provoca la aparición de una organización obrera revolucionaria. El sindicalismo vuelve a tener vigencia por estos carriles, negados los derechos de los trabajadores a agremiarse reconocidos desde Los inmigrantes que llegaron a Argentina en la segunda mitad del siglo XIX, fueron portadores de estas ideologías y algunos dirigentes fundaron los primeros sindicatos. En 1877 se constituyó En la década del ‘80 aparecieron En 1889 se constituyó en París En nuestro país, el Club Vorwaerts constituyó un Comité Internacional Obrero, que celebró el 1° de mayo por primera vez, en Buenos Aires, en 1890. Este Comité creó En 1901 aparece En 1902, según proyecto presentado por Miguel Cané, el Congreso dicta la ley n° 4.144, llamada «de residencia», por la cual, mediante un simple decreto, el poder ejecutivo nacional podía, por el artículo 2°, sin juicio previo, desterrar del país a todo extranjero «que comprometa la seguridad nacional o perturbe el orden público»; además su artículo 3° prescribía que «el poder ejecutivo podrá impedir la entrada al territorio de En 1904, como las huelgas y la violencia obrera no cesan, Joaquín V. González, ministro del interior de Roca, proyecta un Código del Trabajo que el Congreso no sanciona. Establecía la jornada de trabajo de 48 horas semanales, 42 para los menores; el descanso dominical y en ciertos días feriados, prescripciones sobre trabajo a domicilio, condiciones de higiene y seguridad, contratos colectivos, asociaciones industriales y obreras, etc. Normas que prohibían a los gremios coaccionar a los obreros no asociados para que no concurriesen a trabajar en caso de huelga, la facultad del Estado de disolver un sindicato cuando alterase la paz y el orden, entre otros casos, hizo que tanto Volviendo a la .evolución de las centrales gremiales, Las huelgas violentas llenan los primeros años del siglo. En 1907, en Ingeniero White, son muertos 7 obreros por la policía. El 1° de mayo de 1909 hay dos actos en Buenos Aires: uno organizado por En mayo de 1910, se aprestaba a vivir En 1914 se incorpora Además de las corrientes anarquistas, socialistas y sindicalistas, la cuestión social también preocupa al catolicismo. En En 1891, León XIII escribía la encíclica «Rerum Novarum», en la que el Papa condenaba los excesos del capitalismo liberal; afirmaba el derecho privado de propiedad pero le atribuía a ésta una función social; no admitía la libre contratación del trabajo y afirmaba la necesidad del dictado de una legislación social; condenaba como falso que el trabajo fuera una mercancía y que su valor dependiera de leyes económicas inexorables, debiendo el salario del obrero bastarle para poder vivir él y su familia en condiciones ordinarias; y defendía el derecho de los obreros a organizarse sindicalmente para defender sus derechos. Los principios de esta encíclica fueron difundidos en Argentina, y desde allí en más, los católicos se entregaron a la acción social. El padre Federico Grote fundó en 1892 los Círculos de Obreros; que difundieron el mutualismo entre los trabajadores y les ofrecieron un sano esparcimiento. En 1912 los círculos establecidos eran 77, con 22.930 socios 817. Paralela a los Círculos de Obreros, Grote fundó en 1902 En el II Congreso de los Católicos celebrado en Buenos Aires en 1907, se resolvió propiciar la creación de sociedades protectoras de la familia obrera, la creación de sociedades de socorros mutuos, la construcción de casas económicas para los obreros y el avance en materia de legislación social 819. Como fruto del III Congreso realizado en Córdoba en 1908, Emilio Lamarca promovió la fundación de Los católicos estuvieron presentes en la sanción de las leyes sociales de la época. La primera, que establecía el descanso dominical, de 1905, y la segunda, de 1907, que reglamentaba el trabajo de mujeres y menores, ambas fueron propiciadas por el diputado Santiago O’ Farrell, entre otros legisladores, como el socialista Alfredo L. Palacios. O’ Farrell fue presidente de Otro diputado católico, Arturo M. Bas, propició en 1915 la ley n° 9.688, de accidentes del trabajo, y la ley n° 9.148 de agencias gratuitas de colocaciones, de 1913. Juan F. Cafferata, también militante católico, propició en 1915 la ley n° 9.677 de viviendas económicas. Fuera del período que estudiamos, Bas y Cafferata, propiciaron múltiples iniciativas convertidas en leyes laborales, a veces, y otras, con menos suerte, quedaron en meros proyectos. Esto puede consultarse en uno de los ilustrativos trabajos de Auzá 823. También, merced a los diputados José Luis Cantilo y Ernesto Padilla, de extracción católica, fue reorganizado el Departamento del Trabajo, en 1912, que había sido creado por ley de 1907. Los católicos dijeron cosas profundas respecto de la cuestión social. Emilio La-marca, en aquella época, demuestra que el liberalismo criollo sólo ha generado socialismo y anarquismo a fuerza de predicar la inexistencia de Dios, de su ley, que «no hay más divinidad real, activa, imponente, que la materia eterna, eternamente evolutiva», que «el hombre no es hechura del Creador, sino que desciende de los célebres monos catarrhinos», que «no hay, por consiguiente, tal libre albedrío; todo se reduce a fuerza y materia»824. Con tales apotegmas enseñados y practicados por los positivistas –profesores, periodistas, funcionarios, científicos y «filósofos» del régimen– ciertos sectores sociales se dedicarán al intento de destruir al Estado y a las fuerzas patronales. Dice Lamarca: «el pueblo es sencillamente lógico y fatalmente saca las desastrosas consecuencias de las falaces doctrinas que se le inculcan». «Las hordas de pitecántropos, una vez afeitados y descolados», en el ocurrente giro de Lamarca, desprovistos de todo prejuicio ético, se entregan a la acción directa, aunque evolucionados en sus métodos, pues habiendo rumiado los rudimentos de la física y de la química, están en condiciones de fabricar elementos detonantes, agregamos nosotros. Agrega Lamarca: «El liberalismo suele protestar contra semejantes doctrinas cuando se traducen en hechos; pero él las ha iniciado, él ha puesto en duda hasta lo más sagrado, él ha cohonestado, él ha suministrado las causas, él las ha fomentado y aplaudido, y para el pueblo estos no son cuentos; lo precipitan a las vías de hecho». Y concluye afirmando que al coronel Falcón, son los liberales los que lo han muerto. Los positivistas del ‘80 recogían a principios de nuestro siglo el resultado de lo que habían sembrado 825. La cuestión social no afectó solamente a la ciudad. En el campo la situación de los arrendatarios era difícil, sometidos a leoninos contratos de locación, que significaban en muchos casos tener que desprenderse de la mitad de lo recolectado, con plazos muy limitados de duración, y debiendo soportar imposiciones de los dueños de las extensiones que exigían, por ejemplo, que las labores agrícolas se realizaran con sus máquinas. En 1912, en Alcorta, impulsados por el cura de la localidad, Pascual Netri, más de dos mil colonos paralizaron sus labores agrícolas y exigieron contratos de arrendamiento de por lo menos 4 años, pago del alquiler con un 25% de lo producido, libertad de realizar las labores agrícolas con las máquinas que decidiera el agricultor, etc. El llamado «Grito de Alcorta» se irradió a zonas agrícolas de Buenos Aires y Córdoba, y fue todo un éxito. Los propietarios se vieron obligados a aceptar la demanda de los colonos. Las mejoras beneficiaron a muchos, pues el número de arrendatarios había crecido. En la provincia de Santa Fe, el porcentaje de explotaciones trabajadas por gente que no era propietaria, pasó entre los años en 1895 y 1914, del 37,59% al 69%, en la provincia de Buenos Aires del 40,64% al 56,54%, en Córdoba del 13,14% al 56,86%, y en Entre Ríos del 20,91% al 43,06% 826. Reforma constitucional de 1898 Dado que Tal situación motivó que se considerara necesaria una reforma de |
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