Historia Constitucional Argentina
2. La política económica
 
 

Sumario: La política económica. Medidas. El problema de las carnes. Los cambios sociales.




Las circunstancias en que sumió a la economía mundial la crisis desatada a partir de 1929, golpearon fuertemente a aquella Argentina que había operado, a partir de su plena inserción en la división internacional del trabajo en la segunda mitad del siglo pasado, tendencia acentuada más claramente desde 1880, cambios que la llevaron a obtener algunos resultados favorables en aspectos demográficos, en el campo de las inversiones productivas vinculadas con la actividad agropecuaria, en el aumento de las exportaciones, en la esfera de los transportes y de los puertos, y también en cuanto a la solidez y estabilidad de la moneda.


No puede decirse lo mismo si se considera la balanza de pagos y la dependencia del sistema respecto de los centros de poder financiero mundial, especialmente europeos.


Entre 1880 y 1930, el esquema consistente en trocar productos agropecuarios, fundamentalmente carnes, cueros, lana, maíz, trigo y lino, esto es, alimentos y materia prima de ese origen, por manufacturas, acompañado ese esquema por préstamos e inversiones provenientes del exterior destinados precisamente a promover y movilizar esa producción primaria, había funcionado aceptablemente.


Como lo había previsto el ingeniero Alejandro Bunge en sus trabajos, dicho funcionamiento comenzó a demostrar en la primera post-guerra, década de 1920, que iba agotándose el proyecto liberal al compás de la paulatina reducción de la incorporación de nuevas tierras de la pampa húmeda al proceso productivo, por una parte, y de las urgencias que tenía Argentina de promover una diversificación de su cuadro productivo, tendiente a valorizar sus frutos y a zafarse de la situación de dependencia en que la colocaba su especialización agropecuaria 913. En una palabra, se imponía iniciar un proceso de industrialización, que luego de la primera guerra mundial no impulsaron las sucesivas administraciones radicales. Se produjo una «demora» de nuestro desarrollo, en la acertada calificación de Guido Di Tella y Manuel Zymelman, que significaría gran problema para la Argentina posterior al treinta 914.


La etapa 1880-1930 no finalizó con suavidad, sino abruptamente. Cuando la República no pudo seguir vendiendo sus excedentes agropecuarios en la cantidad y a los precios que había venido haciéndolo, como consecuencia de la crisis que abrumó al mundo económico en el que estábamos insertados, y simultáneamente, ese mundo nos demandó el pago de lo que adeudábamos, sin facilitarnos nuevos préstamos e inversiones, se produjo la llegada de horas difíciles para Argentina.


Yrigoyen, que gobernaba en esos años, no reaccionó con la celeridad y la eficacia que los graves momentos imponían. Era de rigor que el Estado debía actuar con rapidez y firmeza ante la grave situación de emergencia económica. En buena medida, esa falta de respuesta a la crisis contribuyó a que se creara el clima enrarecido que facilitaría su caída.


Producida la revolución, lo curioso es que les tocó a los círculos conservadores afrontar la situación, esto es, a los sectores que habían hecho del liberalismo su credo en materia económica. Y a pesar de que la ortodoxia liberal proscribe la intervención estatal en el campo económico-financiero. hubo que tomar medidas múltiples que significaron una decidida intromisión del Estado en ese quehacer, medidas que, por otra parte, también tomaban las primeras potencias del orbe occidental 915.








Medidas


Del Estado liberal post-Pavón se pasó entonces a un Estado en buena medida dirigista, que intentó superar la grave crisis de nuestra economía con medidas como el bilateralismo comercial, la regulación de la producción, una reforma impositiva, el control de cambios, la creación del Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias, la creación del Banco Central, la coordinación de transportes.


a) Bilateralismo comercial. El tratado Roca-Runciman. Dado que los pagos bilaterales entre países daban superávit con un país y déficit con otro, las cuentas entre las distintas naciones se saldaban en el ámbito de un sistema multilateral de comercio y de pagos. Este sistema multilateral, rigió en el mundo hasta la crisis de los años treinta. Como dice Aldo Ferrer, «la convertibilidad de monedas y su vinculación con un patrón único de valor, el oro, facilitaban las transacciones y la cancelación de los pagos internacionales»916. Pero el sistema quebró en 1930, dado el abandono del patrón oro y el debilitamiento del comercio internacional, merced a las políticas proteccionistas de los diversos países. éstos tuvieron necesidad entonces, de saldar bilateralmente sus cuentas. Ya Yrigoyen, en su segunda presidencia, había acudido al bilateralismo, firmando convenios comerciales con Inglaterra, Méjico y Rusia 917.


El abandono del multilateralismo tiene que ver con la firma del tratado Roca-Runciman en la presidencia de Justo. Inglaterra, afectada como toda Europa por la crisis, tomó medidas proteccionistas. En la Conferencia de Ottawa, decidió dar trato preferencial a los productos cárneos que importaba de sus dominios, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, áfrica del Sur. Esos productos eran análogos a los que Argentina exportaba en gruesa proporción a ese país. Tal decisión provocó la alarma del gobierno argentino ante la posibilidad de una drástica merma de esas exportaciones hacia ese destino. En realidad, el temor era hasta cierto punto injustificado: Inglaterra no abandonaría fácilmente a Argentina a su suerte, dado que en ella tenía invertidos alrededor de 500 millones de libras esterlinas por diversos conceptos.


Justo se decidió a enviar una misión a Londres que presidió el vicepresidente de la República, doctor Julio A. Roca, quien actuó con blandura otorgando toda suerte de ventajas al Reino Unido a cambio de una pálida promesa de que éste no impondría «restricciones a la importación de carne vacuna enfriada procedente de la Argentina, que reduzcan esas importaciones a una cantidad inferior a la importada en el trimestre correspondiente del año 1932, excepto cuando, a juicio del Reino Unido, fuera necesario asegurar un nivel remunerativo de precios del mercado del Reino Unido». Esto es, Inglaterra, en realidad, se comprometía, en forma muy condicionada al mantenimiento de los precios de su mercado interno, que ella misma sopesaba, a comprarnos determinada cuota de carnes.


A cambio de aquella hipotética compra, que era nuestra única ventaja, Gran Bretaña obtenía las siguientes concesiones: 1°) El 85 % de las licencias de importaciones de carne argentina a Inglaterra eran asignadas por el gobierno británico, con lo que el trust de frigoríficos ingleses y norteamericanos se aseguraba tan enorme parte de la colocación de la importación total, con grave detrimento de las posibilidades de los frigoríficos argentinos. Incluso el otro 15% de las licencias de importación, sólo quedaban a disposición de firmas argentinas que no persiguieran «fines de beneficio privado», y siempre y cuando esas carnes fueran enviadas a Inglaterra en buques ingleses por comerciantes ingleses; 2°) El carbón inglés que importaba Argentina lo seguiría haciendo libre del pago de derechos de importación; 3°) Argentina se comprometía a no imponer ningún nuevo derecho ni aumentar los existentes respecto de las importaciones inglesas: 4°) Argentina se obligaba a no disminuir las tarifas de los ferrocarriles ingleses; 5°) El comercio británico se vería favorecido con todo el cambio obtenido por Argentina en virtud de las compras inglesas a nuestro país; además, nunca el cambio para los envíos a Inglaterra sería menos favorable que para las remesas correspondientes a otras naciones; 6°) Argentina otorgaría un tratamiento benévolo a las empresas británicas en nuestro país, ya fueren de servicios públicos u otras, resguardando sus intereses 918.


Como expresa Carlos Ibarguren: «este tratado protocolizó, fortaleciendo, la vieja sumisión de la economía argentina al imperio británico»919, confirmando expresiones del jefe de la misión argentina en Londres, para quien Argentina «era como un gran dominio británico»920.


b) Regulación de la producción. Ya se ha dicho que la crisis mundial afectó nuestra producción agropecuaria dada la disminución del volumen de las exportaciones, en cuanto que nuestros habituales compradores, siguiendo políticas proteccionistas, disminuyeron sus adquisiciones, y debido a la mengua que sufrieron los precios de los productos primarios frente a las manufacturas.


Para regular la oferta de nuestra producción en relación con la demanda efectiva de la misma, y para obtener el sostén de los precios, el Estado argentino decidió intervenir creando, entre otras, la Junta Nacional de Carnes, la Junta Reguladora de Granos, la Junta Reguladora de la Industria Lechera, la Junta Reguladora Vitivinícola, la Comisión Reguladora de la Producción y Comercio de la yerba mate, la Junta Nacional del Algodón. El Estado apeló a la compra de la producción encargándose de colocarla en el exterior; a la reducción de lo producido para ponerlo a tono con el consumo interno. Para ello, recurrió a la inutilización de vino, por ejemplo, o a gravar con un impuesto a cada planta nueva de yerba mate, a fijar precios mínimos, etc.921.


c) Reforma impositiva. Al disminuir nuestro comercio exterior, entraron en crisis las finanzas del Estado, pues su principal y tradicional fuente de recursos, los derechos de importación y exportación, sufrieron lógicamente una merma considerable. Hubo que recurrir a otras imposiciones. Así, todavía bajo la administración de Uriburu, se creó el impuesto a los réditos, con lo que comenzó la modernización del sistema impositivo, haciéndoselo incluso más equitativo, pues hasta ese momento sólo se gravaba el consumo a través de los derechos aduaneros e impuestos internos; dichos impuestos recargaban los precios de venta de las mercaderías al consumidor, con lo que todos los sectores sociales aportaban al tesoro con similar intensidad, lo que era injusto. Evidentemente el impuesto a los réditos resultaba más equitativo, pues gravaba con más intensidad las rentas más considerables, eximiéndose de su pago a las rentas que se consideraban apenas suficientes para el mantenimiento del contribuyente y su familia.


Ya en la presidencia de Justo, el ministro Pinedo logró la centralización de la percepción por el Estado nacional de los impuestos internos o impuestos al consumo de ciertos productos, asegurándose a las provincias, que hasta ese momento los habían cobrado conforme a la Constitución Nacional, una participación sobre el monto total recaudado, proporcional a las sumas con que cada provincia contribuía a la formación de ese importe común. Esta medida ha sido vista por algunos especialistas, como un ataque al federalismo financiero establecido por la Constitución 922.


d) Control de cambios. La disminución del volumen de nuestro comercio internacional, produjo una aguda escasez de divisas extranjeras, y por ende creó dificultades respecto de las importaciones que necesitaba el país. Fue de rigor, entonces, racionalizar el uso de esas divisas mediante la implantación del control de cambios. Los exportadores que las obtenían por sus ventas, debían venderlas al Estado a un cierto precio, alrededor de 15 pesos por cada libra esterlina, el Estado, a su vez, las revendía a un precio entre 16 y 17 pesos por libra esterlina, a los importadores que las necesitaban para pagar sus introducciones, en el caso de que éstas estuvieran entre las «favorecidas».


En caso de que las divisas se necesitasen para introducir mercaderías «no favorecidas», esto es, no tan necesarias como las «favorecidas», los importadores debían adquirirlas en el mercado libre pagando un 20% más en relación con el precio oficial. Este mercado libre vendía moneda extranjera procedente de la venta de productos no tradicionales; el gobierno se reservó el derecho de vender divisas del mercado oficial en el mercado libre y viceversa, con lo que se le posibilitó regular el precio de las mismas 923




e) Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias. Se calcula que entre 1933 y 1940 el Estado obtuvo ganancias por 778.000.000 de pesos con el manejo del mercado cambiario. Esta suma fue destinada en parte a evitar la quiebra del sistema bancario, situación a la que se llegó porque los deudores de las casas bancarias, por efecto de la crisis, dejaron de pagar sus acreencias. A tal efecto se creó este Instituto al que se destinó una porción de los fondos mencionados, los cuales fueron facilitados a los bancos con problemas financieros, tomando el Instituto a su cargo los créditos adeudados a los bancos por sus clientes morosos. Las sumas facilitadas fueron reintegradas al Instituto, gradualmente, por esos deudores, con lo que la operación de salvataje de la banca fue todo un éxito 924.


f) Creación del Banco Central. Al comenzar la presidencia del general Justo, nuestro embajador en Londres solicitó al gobernador del Banco de Inglaterra el envío de un experto a fin de que nos asesorara respecto de posibles reformas a nuestro sistema financiero. Dicho Banco envió a Otto Niemeyer, quien aconsejó la fundación de un Banco Central, y a tal efecto proyectó su organización. La iniciativa fue plenamente recogida por nuestro gobierno que creó dicho organismo. Tenía como misión bregar por la estabilidad monetaria; regular el crédito y los medios de pago, atendiendo a la magnitud de la masa de negocios; controlar la actividad de los demás bancos, y asesorar al gobierno en materia financiera.


La iniciativa resultaba adecuada y necesaria, a tenor de la complejidad e importancia del desenvolvimiento financiero argentino. Lo objetable era que el manejo del Banco quedó en manos de la influencia mayoritaria de círculos financieros foráneos. Ibarguren, que fue consultado en relación al proyecto de creación, se expresó con estas palabras: «Señalé el peligro que traía consigo el banco del señor Niemeyer, que se convirtió más tarde en Banco Central Argentino, de delegar en una sociedad por acciones, en la que el Estado no tenía eficaz participación ni fiscalización, la soberanía económica de la República; y anotaba el riesgo de que la asamblea de accionistas, constituida en su mayoría por bancos extranjeros, fuese manejada por entidades que sólo miran el interés propio, y que el gobierno económico del país dirigido por extraños al Estado, sufriese la influencia foránea representada por los intereses de la mayoría de la banca extranjera»925.


g) La coordinación de transportes. En 1935 el Congreso dictó una ley que creó la Corporación de Transportes de la ciudad de Buenos Aires. Esta sociedad anónima, habría de tener la exclusividad del servicio de transportes de dicho conglomerado, a cuyo efecto todas las líneas tranviarias, de ómnibus, subterráneos y colectivos, pasaban a integrar su complejo. Los servicios en poder de particulares argentinos fueron expropiados a cambio de una participación accionaria en la Corporación, cuyo control mayoritario estaba en manos de las compañías tranviarias inglesas. Esto se prestaba a la aplicación arbitraria de tarifas por un monopolio controlado desde el exterior, además resultó contraproducente, por el perjuicio que sufrieron modestos trabajadores argentinos, propietarios de colectivos cuyas unidades fueron expropiadas. Ernesto Palacio entiende que la creación de esta Corporación, tiene que ver con la competencia que el transporte automotor venía planteándole a ferrocarriles, tranvías y subterráneos de capital británico en el gran Buenos Aires 926.





El problema de las carnes


El manejo discrecional del comercio de las carnes por los grandes ganaderos, especialmente los invernadores, y los frigoríficos ingleses y norteamericanos, en perjuicio de los ganaderos más modestos, provocó en el Senado una investigación de la que fue figura principal Lisandro de la Torre. éste probó la evasión de impuestos por los frigoríficos extranjeros con la colaboración de la Dirección de Réditos, maniobras con sus libros de contabilidad y fraude en el manejo de las divisas que negociaban en el mercado libre y en el extranjero.


Quedó en evidencia que los grandes beneficiarios del comercio de carnes eran el «pool» frigorífico y sus aliados los invernadores, en detrimento de las finanzas del Estado y de los intereses de los pequeños y medianos productores. Hasta quedó comprometida la figura del ministro de Agricultura Luis Duhau, cuando de la Torre demostró que el frigorífico Swift le pagaba sobreprecios a los novillos del ministro que éste no pudo justificar, demostrándose el soborno.


El escándalo fue de proporciones. Finalmente, en el propio recinto del Senado, de la Torre fue baleado, y el senador Enzo Bordabehere, que cubrió con su cuerpo a su compañero de bancada, cayó muerto 927.





Los cambios sociales


Entre 1930 y 1943 continúa el fenómeno de urbanización intensa, esto es, la pérdida de población por el campo y el aumento consiguiente de la misma en las ciudades 928.


Sigue, asimismo, incrementándose el porcentaje de habitantes en el Litoral, especialmente en el gran Buenos Aires, respecto del resto del país.


Continúa siendo característica de nuestro país una buena movilidad social: se acrecientan los sectores medios en relación con las clases populares, aumento que se hace fundamentalmente a través de la fracción terciaria de comercio y de servicios, esto es, el acceso de sectores obreros y campesinos al sector integrado por profesionales, empleados y modestos comerciantes 929.


El analfabetismo disminuye: el grado de analfabetos entre los inscriptos en el padrón electoral, era del 21,96% en 1930, reduciéndose al 18,09% hacia 1938 930. La movilidad social se ve favorecida por el aumento de los alumnos inscriptos en los tres niveles de la enseñanza, resultando la educación el conducto de ascenso social más notable 931.


En esta etapa se evidencia un proceso de industrialización de Argentina, provocado por la necesidad de producir en nuestro país lo que no se puede importar merced a la rebaja sustantiva de las exportaciones. Este fenómeno ha dado en llamarse de sustitución de importaciones.


En 1914 la industria daba trabajo a 380.000 personas; en 1944 se ocupaban en ella más de 1.000.000 de personas. En la primera fecha, el 11% de la población activa era industrial y el 27% agropecuaria; en la segunda fecha el 48,5% trabaja en la industria y sólo el 17.7% en el campo 932.


Dicho proceso de industrialización fue ayudado por el aumento de los derechos aduaneros de importación a partir de 1931, por la existencia de mano de obra barata en cantidad y calidad, un mercado interno consumidor importante, y la venida de capitales, tecnología, maquinarias y técnicos procedentes de los Estados Unidos, que padecía la crisis con virulencia 933. La industrialización se dio fundamentalmente en el gran Buenos Aires y el Litoral. Esto generó un fenómeno social de migración interna poblacional desde el interior provinciano a la región industrializada. Gino Germani ha calculado que en el lapso 1932-1943, alrededor de 800.000 personas habían emigrado desde las provincias al gran Buenos Aires, buscando trabajo habida cuenta de la crisis de los sectores productivos agropecuarios 934. Esa masa de provincianos, en buena medida, protagonizaría los sucesos políticos a partir de 1943, militando en las filas del nuevo sindicalismo que, de ahí en más, se comienza a visualizar.