La Presidencia de Carlos Pellegrini
La personalidad de Carlos Pellegrini
El momento político-social Después de Caseros se inicia la tercera república democrática y liberal, con la sanción de Construyeron ferrocarriles, líneas de telégrafo, caminos y puentes, fomentaron líneas de navegación y la fundación de Bancos, distribuyeron tierras, estimularon, protegieron y acogieron con simpatía el inmenso aporte extranjero. En un año ciento treinta y cuatro sociedades anónimas se radicaron en el país con más de 500.000.000 de pesos. Los empréstitos oficiales ascendieron a elevadas sumas. Algunos calculaban en £ 1.000 el valor que cada inmigrante incorporaba a la riqueza general, es decir, 1.500 millones de pesos oro por año. Este inesperado como extraordinario fenómeno económico-social en menos de diez años transformó la fisonomía del país, la forma de vivir y la manera de pensar. La tierra valía menos que la mitad de lo que producía y subió su valor en proporciones imprevisibles. La producción creció rápidamente, las exportaciones aumentaron, se iniciaron nuevas industrias; los terratenientes, con el aumento del valor del suelo, dispusieron de grandes fortunas y la abundancia de la moneda creó una especie de psicosis colectiva que se manifestó en una fiebre por los negocios, la especulación y el juego, por el lujo y el despilfarro del dinero, por la avidez por ganarlo y reunir una gran fortuna, como si la riqueza y el goce de los bienes materiales fueran el fin y el ideal de la vida. Fue el reinado de la inexperiencia colectiva. El capital extranjero llega al país para obtener beneficios, atraído por la confianza que le inspiraba. Se equivocan por igual extranjeros y argentinos. El error de aquellos expertos explica en cierta forma el error de estos novicios. Todos pierden dinero. Las personas se arruinan, pero el país dispone de nuevos ferrocarriles, puertos, puentes, telégrafos, poblaciones y numerosas mejoras que contribuyeron a una rápida recuperación. Buenos Aires da la espalda al interior para mirar al mar. Todo lo extranjero es mejor, desde la arquitectura importada de Italia, hasta las instituciones imitadas de Gran Bretaña y los hábitos franceses. En lugar de adaptar se imita. La mayoría de las leyes que se sancionan, más que una evolución necesaria que exige el progreso nacional, encierran normas que aún no puede asimilar el país, como había ocurrido con las reformas de 1813 y el modernismo de Rivadavia. Las clases cultas en sus primeros contactos con Europa adquieren un refinamiento más superficial que auténtico. La capital pretende imponerlo a las provincias donde continúa la vida simple y el culto a los antepasados. Aparece este contraste en la política, con el caudillismo y el culto al coraje que perdura, y en la literatura donde domina la crónica y la poesía sentimental. El hombre es el mismo de ayer, pero “sus ojos parecen cerrados para lo que no sea lo desconocido, la fortuna y los placeres”. 1 Durante las presidencias del general Roca y de Juárez Celman se inicia este cambio en nuestro proceso histórico. Donde puede observarse con más claridad es en la capital. Las costumbres sencillas y el andar pausado de La nueva generación concibió la grandeza del país por el desarrollo económico. Si para el proceso de la producción disponía de abundante y buena tierra, necesitaba incorporar trabajo y capital para crear la riqueza que ambicionaba. Para ello fomentó aceleradamente la inmigración, protegió y garantizó las inversiones del capital extranjero. En el empeño por obtener resultados inmediatos, concentró estos elementos en el litoral, en la tierra más fértil, en la llanura más apropiada para extender las vías férreas, cerca del mar y de los puertos, en la zona más civilizada. El interior sería fomentado en una segunda etapa. Las críticas que se han hecho a este concepto deben considerar los factores que gravitaron en el país en ese período de crecimiento. ¿Hubiera sido posible llevar trabajadores y capitales al interior, donde la producción requería mayores mejoras y costos que aumentaba la distancia? Las estancias del litoral estaban pobladas con abundante ganado, los pastos eran mejores, los trabajadores más experimentados, los pastores irlandeses y los hacendados escoceses ya habían introducido excelentes sementales, instalado molinos y extendido alambrados, practicando una explotación más racional que aún no se conocía en el interior. El proceso de crecimiento extraordinariamente rápido en menos de veinte años, convirtió al país en uno de los exportadores más importantes de productos agrícolo-ganaderos. Habría tomado un ritmo mucho más lento si el gobierno federal, en lugar de concentrar su acción en las tierras aledañas de los grandes ríos, la hubiera dispersado en las provincias más lejanas y pobres. Sin la población y la riqueza del litoral era imposible llevar el azúcar a Tucumán; el vino a Mendoza y San Juan; las manzanas al Río Negro; los aserraderos a Santiago del Estero; el algodón al Chaco y Catamarca; las aceitunas y la fruta a Entre Ríos, La política económica de la nueva generación del 80 se adaptó y prosperó rápidamente. Los hechos lo revelan. Comenzó la civilización de Con la riqueza de La manera de actuar de la nueva generación era diferente. “Se llegaba al poder para perpetuarse. Tal intento trajo dos procedimientos: el fraude oficial y las intervenciones.” 5 Esta técnica política se empleó constantemente hasta el gobierno de Roque Sáenz Peña. Se dominó la oposición y se incubó la revolución. Sacrificó la libertad electoral y la práctica del gobierno representativo, para mantener el orden y su estabilidad. El orden y la estabilidad eran para la nueva generación de los hombres de Estado la mejor forma de estimular el trabajo y la riqueza. Aun en 1911, un diputado oficialista, sostenía que no era conveniente ni necesario facilitar la organización de un partido opositor; el control y la oposición surgen, decía, de la falta de solidaridad política dentro del propio partido de gobierno. 6 Durante la presidencia de Roca y Juárez Celman se dispersó el partido opositor y con ellos se relajó el partido gobernante. “El poder no necesitaba para sostenerse y perpetuarse ni el esfuerzo de sus partidarios: le bastaba con sus empleados y los que aspiraban a serlo y en última instancia con el ejército; esto fue lo que siempre se llamó el oficialismo, o sea la absorción de la función publica por la burocracia.” 7 Surgen los gobiernos electores. El presidente de la nación es el jefe del partido y el principal caudillo electoral. Impone su sucesor. Un nuevo tipo de dirigente, una diferente manera de hacer política, un culto al progreso material, una ambición desmedida por la riqueza, un ritmo acelerado para cambiar instituciones y costumbres, construir obras públicas, recibir inmigrantes que rebalsan el poder de asimilación del país y sus elementos de trabajo, produjeron la crisis política y financiera que provocó la revolución de 1890, la lucha sangrienta en las calles de Buenos Aires y finalmente la renuncia del presidente Juárez Celman. Es la primera vez que en La crisis política, económica y financiera que tuvo que afrontar Pellegrini, no fue el resultado de errores personales. En el Congreso se hallaban los hombres más capaces del país y el presidente llamó a colaborar a personalidades de indiscutible preparación, las que señalaba la opinión pública, como Rufino Várela y Wenceslao Paunero. Todos coincidían en anotar los síntomas y las causas de la crisis, pero nadie hallaba los remedios capaces para conjurarla. “No hubo en el país una mentalidad superior que tuviera una idea salvadora. Fue una situación de ambiente nacional y mundial.” El proceso continuó el curso natural de su evolución. El país se paralizó, terminó la especulación, cercenaron el crédito, se liquidaron los malos negocios, el gobierno y los particulares disminuyeron sus gastos, cesó el delirio de grandezas, hasta que el trabajo reproductivo volvió a crear la confianza y labrar la riqueza del país. “El mal se curó por su propio agotamiento en el tiempo, sin que nadie descubriera el reactivo para extirparlo.” 10 En este momento político le tocó a Pellegrini ejercer la presidencia de la nación. A los factores sociales sobre los cuales el hombre de Estado solo puede actuar en limitada medida, se agregaba la lucha de las facciones tan difíciles de encauzar, cuando la exaltación política inspira a sus dirigentes y muchas veces se olvidan los intereses nacionales. Sus antecedentes Como consecuencia de la revolución de julio de 1890, renunció el presidente de la nación Miguel Juárez Celman (6-VIII-1890). 11 Fue sustituido, de acuerdo con Cursaba Este joven político, que en su tesis universitaria, sobre Derecho electoral, sostenía que había que “velar por la verdad del sufragio popular”, 13 actuó como candidato autonomista en los sangrientos comicios de 1874, donde no hubo libertad y solo podía votar una minoría de ciudadanos adictos al gobierno. La lucha del comité 'autonomista' de Alsina y Alem, con el club 'nacional' de Mitre y Eduardo Costa, fue agresiva y apasionada. El fraude, la venalidad y la violencia se exhibieron en los comicios, donde el gobierno, presidido por Sarmiento y el ministro del Interior Félix Frías, aceptó el triunfo “más escandaloso y sangriento” que registra la historia electoral, del alsinismo oficialista sobre la oposición. Participó en la votación de La política de la “conciliación” que propugnaba el presidente Avellaneda, 15 logró que los dos caudillos antagónicos. Mitre y Alsina, se reconciliaran públicamente. En las elecciones mixtas de 1878 fue Pellegrini reelegido diputado nacional. Se olvidó la breve tregua y la lucha se enciende a medida que se acerca la fecha para designar al sucesor de Avellaneda. Carlos Tejedor, gobernador de la provincia de Buenos Aires, pretende recoger la herencia política de Alsina, y el partido autonomista lo proclama candidato a la presidencia de la nación. La muerte de Alsina, que hubiera sido el candidato de unión, crea la desorientación dentro del partido autonomista que se divide en dos tendencias: una que encarna el localismo de Tejedor; la otra se vincula con las provincias para constituir un partido nacional. Carlos Pellegrini habla defendido la doctrina federal, oponiéndose al abuso de las intervenciones nacionales. En esta gran contienda entre porteños y provincianos, entre el espíritu localista y el concepto nacionalista, Carlos Pellegrini no vaciló; apoyó la cruzada nacional que condujo el joven general Julio A. Roca, a quien apoyaba el interior del país, abandonando al iracundo Tejedor, que enardecía al localismo porteño. Además de partidario fue consejero de Roca, alguno de cuyos importantes documentos que produjo en aquella turbulenta y confusa lucha política, fueron inspirados por Pellegrini. Desde entonces data su amistad. Su vinculación con el general Roca influyó para librarlo del autonomismo estrecho de Tejedor y apreciar los valores de los hombres del interior. La unión y complicidad de estas dos personalidades, el astuto provinciano y el arrogante porteño, gravitó durante más de veinte años en la política nacional, al punto que ningún asunto institucional, económico o político se resuelve sin el concurso de Roca y Pellegrini. Aludía a Pellegrini y sus amigos, el general Roca, cuando escribía: “Me encuentro (en Los sucesos de 1880 y la sublevación del gobernador Tejedor lo encuentran a Pellegrini desempeñando el ministerio de Pellegrini, elegido senador por la provincia de Buenos Aires (1881), colaboró con el presidente Roca y contribuyó, durante aquella proficua administración, a impulsar el progreso económico de la nación. Todo crece, se extiende y progresa, apoyado por el Partido Nacional, que agrupa los más importantes sectores del país, “la única fuerza popular organizada y disciplinada en toda Si en materia electoral su criterio es elástico y circunstancial, cuando se refiere a la disciplina del ejército, como ministro de Carlos Pellegrini apoyó la elección de Miguel Juárez Celman, el candidato indiscutido del partido nacional, continuador de la política liberal iniciada por Avellaneda y Roca, sustentado por la mayoría de los gobernadores del interior y propiciado por el presidente Roca. Formó parte de la redacción del diario Sud América, centro de la propaganda proselitista. 22 Pellegrini permaneció desempeñando el ministerio de La vicepresidencia de Pellegrini aceptada en “condiciones casi subrepticias” 26 fue para él un período de descanso. Juárez Celman continuó con la política de su antecesor y el país aceleró la marcha de su expansión económica a un ritmo que llamó la atención de las naciones europeas. Pellegrini mantuvo su solidaridad política con el presidente a pesar de ser tan distinto su temperamento y su carácter. 27 Su distanciamiento se produjo cuando el presidente Juárez Celman proclamó el 'unicato' y concentró en su persona la autoridad presidencial y la presidencia del partido; cuando actuó en Mendoza sin consultarlo; cuando aparecieron las candidaturas para la futura presidencia y se formó dentro del Partido Nacional, un núcleo de jóvenes (modernistas) apoyados por algunos gobernadores que no escuchaban sus sugestiones. Ello no impidió que en los momentos críticos de la revolución de julio de 1890, el vicepresidente Carlos Pellegrini, fuera el sostenedor de la autoridad nacional y participara con decisión y valor en la lucha militar que terminó con la rendición de los rebeldes. 28 Cuando el presidente Juárez Celman se embarcó en Retiro rumbo a Campana, Pellegrini, montando un caballo bayo criollo, aperado como los de los vascos lecheros, y arrostrando el fuego de los cantones revolucionarios, se dirigió a la plaza Libertad para inspeccionar el comando del general Levalle. Instaló su despacho en casa de José Luis Amadeo y dirigió sin más credenciales que su autoridad personal, el ataque final al Parque. Es posible que ya tuviera la certeza de la derrota de los revolucionarios, que implicaría la renuncia del presidente Y su ascensión al gobierno de la nación. 29 Con estos antecedentes políticos, Carlos Pellegrini ocupó la presidencia. La familia. El carácter ¿Quiénes fueron los padres del presidente Pellegrini, los elementos que formaron su carácter y las fuerzas que impulsaron su acción? Su padre, Carlos Enrique, savoyardo de Chambery, era hijo del arquitecto italiano Bernardo Bartolomé, revolucionario piamontés emigrado, y de Margarita Berthet, de nacionalidad francesa. Era un profesional distinguido, inteligente y culto. Contrajo enlace con María Bevans Bright, en Buenos Aires, adonde había venido contratado por el presidente Rivadavia. Ella era cuáquera convertida al catolicismo, hija del ingeniero Santiago Bevans, también contratado por Rivadavia, y de Priscila Brigth, hermana del político inglés John Brigth, orador discreto que actuó en La familia de Carlos Pellegrini pertenecía a círculos sociales donde se cultivaban los valores intelectuales. Había heredado una mentalidad y gustos europeos. La sangre sajona de la madre puso en su cuna el sentido realista y práctico, la sustancia en el discurso, la decisión y la persistencia en la acción y una onza de espontáneo humorismo. 31 La ascendencia latina del padre aportó la imaginación, la elocuencia, la ambición por las grandes empresas. El medio americano desarrolló, en un ambiente propicio, esos dones misteriosos que ofrece la herencia, y le agregó el culto al coraje, la pasión por la política y la conversación, la generosidad para el vencido, cierta despreocupación por los bienes materiales y un vivo deseo de gozar de la vida y alcanzar el poder. Fue un joven precoz y travieso, que hablaba correctamente el francés y el inglés. Educado en los mejores institutos, perfeccionó el español, que cuando niño no pronunciaba con corrección. En la mocedad adquirió una fácil elocución y el acento del idioma nacional. Era enérgico, sensible y apasionado; hablaba sin eufemismos, con elocuente realismo, a veces con crudeza, siempre con espontánea franqueza. Sus ideas y sus actos se producían por reacción, por impresiones, por instinto, más que por la reflexión y el estudio. Algunos contemporáneos lo calificaron de impetuoso y llegaron a tildarlo de atolondrado. Es posible que lo fuera, pero su inteligencia, su carácter, su excelente sentido práctico y conocimiento del país lo convirtieron en el hombre de Estado que en ese momento necesitaba No era un erudito, ni cultivaba los clásicos; sus escasas lecturas eran suficientes para formar su criterio e impulsar su acción en una democracia arrebatada y tumultuosa. 32 Poco le atraía la literatura. Su prosa era espontánea y clara, sin figuras retóricas, ni pretensiones literarias. Escribía muchas cartas, constantemente; amenas, sustanciosas, con ingenio y picardía. Sin pudor descubría en ellas su pensamiento íntimo. Con la epístola continuaba la conversación reciente. No podía vivir concentrado en sí mismo. Sentía la necesidad de comunicarse, aun a distancia, con los amigos. Escribía sin fatiga, como Mansilla, según las impresiones del momento. Anotaba las grandes líneas, los rasgos dominantes, los personajes principales, los dilatados paisajes, sin detenerse en los matices y el detalle. En dos renglones describía la ciudad de Corinto y el golfo de Salamina, y en cinco páginas a Grecia. En Atenas solo le impresiona su pequeñez y suciedad. ¡Sobre la cumbre de un “pequeño cerro abrupto” descubre Pellegrini es superior a sus contemporáneos en su elocuencia. Poseía el arte de conmover y persuadir. Fue el orador político por excelencia, con menos ingenio que Bernardo de Irigoyen y más valor que Goyena. No empleaba los recursos literarios de Avellaneda, ni el misticismo de Frías, ni el academicismo de Quintana. Huía de la grandilocuencia de Cicerón y de la mesura francesa. Era una elocuencia viril, directa, impetuosa y arrolladora que recordaba a Temistocles cuando denunciaba los peligros que amenazaban al país. Impresionaba por la honestidad y sencillez de su discurso, por la valentía de sus afirmaciones, por la forma de entrar en el combate en donde jamás retrocedía y mantenía sin rendirse su espada flamígera y combatiente de tremendo filo. Este político combativo y fuerte que era Pellegrini, hallaba para conmover al auditorio recursos simples y expresivos, como aquel día que llegó a Era el tipo de caudillo porteño del 80; el hombre de Estado pragmático y realista, sensible a las necesidades del país. Pensaba con hechos. Su inteligencia trabajaba en función de soluciones prácticas. Le dominaba la pasión por la política. Su talla como hombre de Estado, era semejante a Sáenz Peña; éste más reflexivo y ecuánime, Pellegrini más apasionado, activo y eficiente, absorbido por la función pública y los asuntos de gobierno, durante más de cincuenta años. Como gobernante u opositor su actitud es semejante a los políticos ingleses de la época victoriana, atraídos por el progreso y la riqueza, por el poderío del país, más que por el mejoramiento del sufragio, la mejora de la clase obrera y la cultura social. 37 Sostenía que el progreso institucional debía ser el producto de una pacífica evolución de las ideas, respetando las autoridades constituidas y el precepto legal. En épocas de crisis aparece en Pellegrini el otro personaje, el del resurgimiento italiano, que recuerda a su abuelo, cuando la pasión por la noble causa lo entrega íntegramente a la lucha y no vacila en olvidar el respeto por el derecho y la ley, para emplear hasta la violencia, si es necesaria, para hacer triunfar su bandera (1880). No sabía descansar. Constantemente ocupado por los asuntos de Estado, por su profesión de abogado, por su afición periodística. No tenía tiempo para meditar y dedicarse a exigentes lecturas. Viajó varias veces por Europa, visitó Estados Unidos, conoció hombres de Estado en ambos continentes, ciudades y museos, todo rápidamente. Mantuvo nutrida correspondencia con su familia y amigos, anotando observaciones y juicios sobre los más diversos temas, sin que jamás le asaltara la duda, ni el temor de errar en sus afirmaciones. Cuando no está ocupado en sus tareas tampoco se queda en su casa. “Vivo a la inglesa.” “Vivo en el club”, donde juega al dominó y al besigue. 38 Esta necesidad de moverse, de andar, de no estar jamás solo, se observa en todos los momentos de su vida. Cuando veranea en Mar del Plata, organiza cabalgatas en Ascochinga y, visita las estancias o viaja al extranjero, siempre está rodeado de amigos. Esta actividad múltiple y su tendencia deportiva lo llevan a fundar el Jockey Club (15-VI-1882) que pronto se convierte en una de las instituciones de mayor prestigio del país. 39 Con todas las luces y sombras, excesos y aciertos, Pellegrini es una de las personalidades más atrayentes del escenario político argentino de la tercera República. Su gravitación personal actuó en forma decisiva en cuatro oportunidades para asegurar las instituciones y la autoridad de la nación. Apoyó a los presidentes Avellaneda y Roca en 1880, para resolver la cuestión Capital y dominar la insurrección de la provincia de Buenos Aires. Contribuyó a sostener la presidencia de Juárez Celman y derrotar la revolución de Después de la crisis política y económica de 1890, mejoró la administración y las finanzas, fundó |
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