La Presidencia de Carlos Pellegrini
La crisis política
Política de orden Al mismo tiempo que el presidente Pellegrini proveía las medidas adecuadas para resolver la crisis financiera y económica, atendía la situación política, problema más grave y complejo, que constantemente perturbó la marcha del gobierno. El jefe de la revolución vencida, Leandro N. Alem (48 años, porteño) continuó recibiendo la adhesión entusiasta y bullanguera de sus correligionarios de El presidente, ante la oposición procaz, se limitó a suspender temporariamente la publicación de algunos periódicos y declarar el estado de sitio, para demostrar que se hallaba armado y estaba decidido a emplear, si fuera necesario, recursos extremos para mantener la autoridad del gobierno. Expresó con énfasis que con el apoyo del ejército reprimiría cualquier alzamiento o conflicto, sin que ninguna libertad fuera afectada, ni ningún derecho limitado. La revolución aparece como un hecho metropolitano, con escasa repercusión en el interior del país, sin fuerza para reformar la estructura política; tampoco contenía la trascendencia ideológica que la literatura radical quiso atribuirle posteriormente. 4 La libertad y la garantía del sufragio, la idea central del movimiento, tardó más de veinte años en imponerse y ello se produjo por factores distintos a los que provocaron la crisis de 1890. El presidente Pellegrini no representaba una fuerza política distinta a la de su antecesor. Sus tentado por el circulo republicano del Partido Nacional, logró la unidad partidaria y el apoyo, no sin sacrificios, de los nacionalistas de Mitre que representaban el grupo moderado de El presidente se propuso como tarea principal mantener el orden y evitar la violencia. No admitía la revolución como procedimiento para mejorar la estructura política del país. Prefería la evolución pacífica. Trabajó con empeño para hallar a los problemas soluciones adecuadas, de acuerdo con los elementos que disponía. Era enemigo de las reacciones precipitadas, por oposición al Partido Unión Cívica Radical que sostenía la oportunidad para encarar drásticamente la reorganización institucional del país. Sostuvo con empeño “la defensa de las autoridades constituidas”. Para ello usó de su influencia y también la fuerza militar, considerando que los males que ésta producía eran inferiores a un ambiente sedicioso, que podía llegar hasta la anarquía. Exhortó a los partidos políticos que se hicieran reciprocas concesiones y resolvieran pacíficamente sus controversias, “confiando en el tiempo la realización de las formas patrióticas”. Doctrina razonable para quienes detentaban el gobierno, pero que producía reacciones extremas, en quienes luchaban en la oposición, sin esperanzas de triunfo en los comicios, cuando no vislumbraban cambios en los hábitos políticos, sobre todo en las provincias, donde los gobernadores electores ejercían el dominio absoluto del voto. Pellegrini, político realista, estaba convencido que mantener el orden era la única política posible en aquellas circunstancias. El orden en la nación era la condición esencial para el progreso. El triunfo del gobierno sobre la revolución, restableció la paz, pero no disminuyeron las disensiones políticas y las conspiraciones; los intereses contradictorios continuaron dominando el ambiente, a pesar de los esfuerzos del presidente por establecer la tolerancia y la concordia. Las causas políticas y económicas que habían provocado la rebelión se a mantenían, persistían y se ahondaban. 6 El Partido Nacional apoyó decididamente al gobierno central y gobernadores de provincia, quienes hallaron en el presidente su mejor defensor contra las revueltas provocadas por la oposición intransigente. Con la designación de los tres ministros, vinculados a No había pasado un mes desde que Pellegrini se hizo cargo de la presidencia cuando escribió a su amigo Miguel Cané: “Ya la opinión encuentra que el gobierno tiene la culpa de todo”. 8 La oposición surge entre sus propios correligionarios. Leandro Alem y la juventud que lo seguía se vieron defraudados al observar que los dirigentes del Partido Nacional continuaban ocupando el gobierno de la nación y las provincias, sin que variaran los procedimientos políticos, ni se abrieran, en aquéllas, los comicios a la oposición. La oligarquía gobernante era parecida antes y después de la revolución. 12 El jefe de la revolución, Leandro N. Alem, entonces amigo del presidente, acentuó su disidencia con el gobierno. Le exigió el envío de intervenciones nacionales a las catorce provincias. Sostenía que los gobernadores continuaban cerrando los comicios a la oposición, a pesar de la promesa del presidente de garantizar la libertad del voto. De nada valían las seguridades en En un ambiente donde la oposición aumentaba los deudores pedían una moratoria general y el gobierno se debatía en dificultades financieras, el Poder Ejecutivo convocó al electorado de la capital para celebrar elecciones de senador. Una expresión del clima que vivía un núcleo juvenil en la capital fue el atentado de que fue objeto el ministro del Interior general Roca (19-II-1891) por el niño de doce años, Tomás Sambrizze, quien le descargó un tiro de revólver cuando pasaba en coche por la calle 25 de Mayo y Cangallo. Del atentado salió ileso. 13 La oposición hubo de reconocer que la libertad electoral fue asegurada por el presidente en los comicios para elegir senadores. Con 9.972 votos fueron elegidos Aristóbulo del Valle y Leandro N. Alem, las dos figuras más representativas de la oposición (15-III-1891). Estaba viva la reacción contra el viejo régimen, reacción que conducían los dos revolucionarios del Parque. Sin embargo, fue una elección viciada por el ausentismo. Los elementos del Comité se presentaron armados a las mesas receptoras de votos y los ciudadanos independientes, por temor a la violencia, no concurrieron a los comicios. La convención nacional partidaria se realizó en Rosario con general entusiasmo (15-I-1892) presidida por el respetable correntino Juan Torrent, viejo amigo del general Mitre. Alem y Del Valle renuncian a sus posibles candidaturas y resultan electos por una gran mayoría Bartolomé Mitre y Bernardo de Irigoyen. 17 Mitre-Irigoyen era una fórmula prestigiosa, la mejor que pudo elegirse, base sustancial del acuerdo patriótico; representaba las dos grandes tendencias de los partidos históricos: el Nacional y el Autonomista. 18 Mitre (69 años, porteño) ciudadano eminente por su experiencia y sentido político, había conseguido organizar el país después de Pavón afirmando la unidad nacional con una república representativa y federal. Irigoyen (68 años, porteño) cívico y radical, principista y conservador, fue partidario de Urquiza y exponente de la sociedad porteña. Eran dos personajes consulares de la generación de El congreso El centro de la oposición estaba en el Senado nacional. Era una minoría de hombres avezados en la lucha y en el debate parlamentario, de larga experiencia política. La encabezaba el apasionado y romántico caudillo de la pequeña burguesía y la juventud porteña Leandro N. Alem, incorruptible defensor de la libertad electoral, que recogía la tradición alsinista, y jefe del nuevo movimiento democrático que exigía que abriera los cuadros la oligarquía gobernante, Aristóbulo del Valle, amigo personal del presidente, erudito profesor de derecho constitucional, austero católico, tan absoluto en sus ideas democráticas como elocuente en su discurso, adjetivos e imágenes abundaban en su argumentación, constante era su oposición al régimen liberal y laico, 20 y Dardo Rocha, impaciente, nervioso, a veces violento, siempre atrayente, que volcaba el prestigio de su tradición federal, sostenida por un gran sentimiento nacional y su ambición por gobernar la provincia y la nación. En José Miguel Olmedo, orador espontáneo y claro, leal amigo de Juárez Celman, defensor de La discusión del diploma del senador mendocino Emilio Civit, que ocupó ocho sesiones del Senado, demostró que ya entonces la preocupación económica había desaparecido y el principal problema era el político. La política fue el tema fundamental y dominante; agitaba a la clase gobernante y a quienes aspiraban a tomar el gobierno, apoyada por una clientela de empleadillos y estudiantes, tahúres y pendencieros que vagaban por los arrabales a la caza de prebendas y puestos públicos, más atraídos por la oratoria grandilocuente que por los verdaderos intereses del país. Dardo Rocha denunció la intervención del ejército en la política mendocina. “Los que descendemos de antiguos unitarios somos muy sinceros federales” y defendemos la autonomía de las provincias. “¿Qué significan esas ametralladoras que han llevado a la casa de gobierno, rodeada de batallones de líneas?... ¿Estamos todavía con revoluciones en perspectiva? ¿Es que falta al gobierno fuerza material? ¡No! Lo que falta es fuerza moral porque ha dicho una cosa y ha hecho otra. El país quería tener renovaciones, o tener la conciencia de que los hombres que gobernaban representaban, verdaderamente, a la mayoría de una provincia. Es la resistencia a estas aspiraciones legítimas la que mantiene a este país agitado. Déjese a cada provincia con medios propios, que allí donde el gobierno es la expresión de la mayoría, se mantiene por el poder de la mayoría; pero no vaya el brazo fuerte de la nación a mantener situaciones que no cuentan siquiera con el respeto de sus convecinos.” Hacía más realista el proceso del régimen político imperante. El senador Alem afirmaba que el diploma de Civit “era impuro en el sentido legal; que puede provenir del gobernador Guiñazú o del coronel Reyes, jefe del 4° de línea, o del ministerio del Interior, o del presidente de No ha cumplido el presidente sus promesas, ni en el orden político, ni en el orden económico, ni en el orden administrativo, dijo Alem. La intervención del Poder Ejecutivo en la elección es evidente y nadie puede negar que la fuerza de línea rodeó los comicios. El senador Manuel Demetrio Pizarro (49 años, cordobés) defiende al gobierno: “Es falso el principio que sostiene la oposición... cualquiera que sea la legitimidad o ilegitimidad de la legislatura de Mendoza en su composición actual... debe aprobarse el diploma del senador electo... pues también en esta parte del derecho público es aplicable el principio que rige en materia de derecho privado y que consiste en mantener firme los actos emanados de una autoridad competente aunque ilegítima, mientras permanezca en el ejercicio de sus funciones.” Ataca la posición de los adversarios y denuncia ante el país su propósito revolucionario. “No vengo a defender el diploma del senador electo por Mendoza, vengo a combatir la revolución... la revolución que hace un año agitaba a Hay malestar y la revolución está latente, responde Alem. Falta saber cuál es la causa de este malestar. Para mí los revolucionarios son los que conculcan las leyes y avasallan las libertades. El senador Civit atacó fuertemente al caudillo. ¡Sangre, vicios, fraudes y violencias llevó a —”Es una impostura”, le grita Alem. Civit insiste con su afirmación. —”Completamente falso”, apostrofa su adversario. La barra interviene con gritos y barullos. El diploma de Civit finalmente es aprobado. El diputado Quesada, antiguo juarista, reclama la presencia del ministro de Nuevamente el senador Dardo Rocha criticó al gobierno porque había tolerado el paso de tropas extranjeras por el territorio nacional, exclamando: “Hasta Rosas ha sido más celoso de nuestra soberanía.” En El acuerdo patriótico El general Mitre, de regreso de su viaje por Europa, fue recibido en el puerto por una imponente manifestación popular (18-III-1891). 24 Mariano Demaría, en nombre de Mitre decía que el acuerdo era “una solución nacional en las circunstancias que se encuentra (el país), a fin de que, sin comprometer principios fundamentales, resolver éstos en su aplicación práctica, fundando por el común acuerdo un gobierno regular de orden y de moral, de todos y para todos, que normalizando la situación institucional de Ni el abrazo del candidato y el ministro empresario, ni el apoyo decidido del presidente, ni las comunicaciones del ministro a los gobernadores de provincia, 27 ni las entrevistas de Irigoyen y Alem con el general Mitre, 28 pudieron darle consistencia al ingenioso zurcido en paño tan deleznable, como era la situación política del país caldeada por las pasiones. Los primeros actores poseían tres temperamentos diferentes, con divergentes ideas políticas, con distintos antecedentes y contradictorias posiciones (14-IV-1891). Los gobernadores de provincia se negaban a votar a quienes pretendieron derrocarlos, seguros de obtener en los comicios la mayoría de votos sobre los candidatos de El fracaso del acuerdo produce la renuncia del ministro del Interior (1-VI-1891). Las facciones se definen y la tensión política aumenta. Las ideas dispares de los tres caudillos aparecen en las cartas que intercambiaron (5 y 6-VI-1891). Entonces las divergencias se expresaban con claridad, respetando cada uno la posición del adversario. Bartolomé Mitre sostenía que el país no se hallaba en condiciones electorales para realizar comicios auténticos. “Si no se puede hacer una elección regular, menos se puede hacer una revolución que aún siendo posible, acabaría por arruinar el país, empeorando la situación, así en lo político como en la económico.” “Estoy y estaré por el acuerdo como solución nacional, sin comprometer principios fundamentales”... “para que traiga la paz y la armonía al espíritu de los argentinos”. Bernardo de Irigoyen defendía la concurrencia a los comicios, salvando en lo posible los vicios de las combinaciones partidistas que alejaban a los ciudadanos de las urnas, evitando la intromisión de los poderes públicos, y eliminando la conculcación de la ley. El acuerdo no podía reemplazar, “ni en la forma ni en el hecho, las elecciones, indispensables en el sistema político argentino. Aunque no sean perfectas es mejor que los partidos concurran a los comicios. El acuerdo entre los dirigentes, desprestigia los comicios. 29 Leandro N. Alem declaraba que era un “decidido adversario del Acuerdo... No aceptaremos compromisos que importen la continuación del régimen funesto... No se puede suprimir la lucha donde continúa imperando la fuerza: la situación' de la provincia es espantosa”. 30 La división latente en La unidad partidaria está amenazada. Es un momento de indecisión y debilidad del Comité Nacional. Los que ayer combatían unidos, hoy se separan en dos bandos irreconciliables. Los cívicos de Alem se oponen al acuerdo, los mitristas desean la conciliación. Del Valle calma a los exaltados y Mitre trata de evitar la controversia. Se oyen vivas y mueras. Se nombran comisiones de arreglo. Todo es inútil frente a la intransigencia. “ El coronel Mariano Espina (36 años, porteño), en el comité nacional, con encendida oratoria, opónese a toda clase de acuerdos, verdaderas traiciones a los principios del partido, apoyado por tres ministros que sostienen toda la armazón del roquismo, acuerdos que aparecen en la provincia en un acto bochornoso indigno de un partido popular. 32 Después de una laboriosa discusión donde fracasan todas las fórmulas para aprobar el acuerdo, la fracción de filiación mitrista se declara dueña de la mayoría, se separa del comité y funda El partido de la revolución, La renuncia de la candidatura de Mitre fue un nuevo explosivo lanzado en los materiales inflamables que había acumulado la práctica de nuestra democracia incipiente. El presidente Pellegrini realiza intentos con los principales caudillos políticos en su empeño por reconstruir la unidad de su partido y lograr el apoyo que reclamaba el gobierno. 37 La base del sistema representativo crujía entre los anhelos del sufragio libre, las pasiones incoercibles de las facciones políticas anarquizantes y las posibilidades de mantener la estabilidad del gobierno con suficiente confianza y prestigio para presidir los comicios presidenciales. La crisis política volvió a afectar la atribulada presidencia de Pellegrini, que debía atender, además, las dificultades financieras para mantener el equilibrio del gobierno constantemente amenazado por la rebelión y la anarquía. La prensa partidista estimula la lucha. La demagogia agita los clubs y prende en la oratoria de los caudillos. La crisis política se agrava, es más intensa que las dificultades financieras. La oposición que estuvo presente en la asamblea de notables con Del Valle, exhortó el presidente para que “hiciera una buena política, aproximando la opinión del país al gobierno que dirigía”. La verdadera crisis del país era de fondo político y resuelta ésta la crisis económica podía terminarse más fácilmente. 38 Los opositores se posesionaron de la calle. El partido autonomista nacional actuó en las antesalas del gobierno y se mantuvo vivo en las provincias, adonde el grupo radical intransigente también llegó con su propaganda. Rebelión en las provincias La provincia de Córdoba había sido y era el más fuerte apoyo político de Roca y de Juárez Celman. Derrocado éste y destituido de la gobernación su hermano Marcos, quedó el roquismo dueño de la situación. El gobernador Eugenio Garzón, que se hizo cargo del gobierno, se enfrentó con En Catamarca se produce un nuevo motín. Provocado por Si bien el plan subversivo de Alem y sus partidarios abarcaba varias provincias, las tropas nacionales estaban hábilmente colocadas y disciplinadas para actuar rápidamente y restablecer el orden. Alem había pedido al Senado (30-V-1891) que solicitara la presencia del ministro del Interior para que explicara qué medidas había tomado; afirmaba que el presidente había sido engañado respecto a la gravedad del movimiento revolucionario cuyos propósitos siniestros pretendían implantar la dictadura. Si antes de estos pronunciamientos podía la oposición ocultar sus planes subversivos, ahora descubría y proclamaban abiertamente la rebelión alegando que el presidente no había cumplido con su promesa de renovación y que el general Roca mantenía armada la máquina electoral con los gobernadores electores. |
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