Juan Felipe Ibarra y el federalismo del Norte
Introducción — La tierra y los hombres
Sumario: Santiago del Estero en el interior mediterráneo — Juan Francisco Borges, Precursor del Federalismo — Luchas políticas iniciales — Desarrollo económico-social del noroeste — Las primeras revoluciones autonomistas — Ideas e influencias de Artigas. Los grandes intereses e ideas que movieron una realización nacional, no siempre están acordemente reflejados en la visión clásica de la historia argentina, imbuida del cosmopolitismo portuario. Ellos fueron planteados y defendidos con mayor espíritu independiente, en las vivencias, que se conservan en los profundos pliegues de los pueblos fundadores de la nacionalidad. Así es como nosotros necesitamos de una especial hermenéutica histórica, para redescubrirla en su trama íntima y en la humanidad intrínseca de su pueblo. Hay que hacer servir los procesos documentales conocidos, a la interpretación que los unifique a lo largo del tiempo, en una nueva visión, restauradora de lo nacional. De ahí que esta historia se ubique en el centro mediterráneo del viejo país, allí donde una especial personalidad territorial produjo con singular advertencia, hombres y principios por los que luchóse en varias décadas para mejor configurar la patria. Porque no en balde, la experiencia alcanzada en años de primacía, como cabeza de las fundaciones continentales, le hubo impregnado de autenticidad. La secesión iniciada en 1810, desbordando los lindes metropolitanos llamó a todos los pueblos y regiones a constituir el nuevo orden. Y éste, fue salvado por las definiciones adoptadas en el interior, buscando el rumbo defensivo-ofensivo en el camino al Alto Perú. Allí estaba Santiago del Estero. Interpuesta como una inmensa mole geográfica y humana, cargada de añejas tradiciones aunque disminuida material y políticamente; a la espera de cumplir su destino con la patria. Era el corazón de entrada al noroeste. El pórtico que debía trasponerse en forma obligada para transitar y comunicarse con los territorios “arribeños” y altoperuanos. Y a la inversa, esperaba con sus bosques y sus soledades, custodiando “como una garganta” el acceso al litoral, la vía rioplatense. El año X cumplió su papel definitoriamente. Desdeñando la proximidad con Córdoba y sus poderosos intereses, la adhesión de Santiago a Este territorio, que para entonces pertenecía a Alrededor del 1800-1810, Santiago del Estero tenía una extensión geográfica aproximada a las 100 leguas de Sud a Norte, y 140 de Este a Oeste, partiendo del Barmejo hasta Catamarca; limitada al Noreste por la frontera indígena. Hasta aquella zona llegaba el dominio de los Abipones y otras tribus menores que impedían poblarla. No obstante, por territorio santiagueño atravesaba el camino real bordeando postas y aguadas en su tránsito al Alto Perú. Una población estimada en los 40.000 habitantes, la conceptuaba por su número entre las primeras del antiguo Virreynato. El obraje, el algodón, sus campos de trigo y la actividad agrícola alrededor de la mesopotamia de los ríos Dulce y Salado, proveían de recursos a una incipiente economía. La cera y la madera de los bosques; el merecido precio a que se cotizaban sus paños y tejidos, el prestigio artesanal alcanzado en el teñido de las telas, los cueros y arreos abajados, sus enseres y alimentos domésticos, los derivados de sus inmejorables carpinterías y fabricaciones de carretas, aumentaron su comercio traduciéndose en fecundo intercambio y riqueza. Por sus bondades climáticas, era lugar de invernada para los arreos de mulas que se vendían en ferias de Salta y el Alto Perú, y de esta diversidad de ocupaciones, subsistía su pueblo en la evolución de la estructura productiva y artesanal, característica a todo nuestro interior en su etapa precapitalista. Santiago del Estero participaba del mismo grado de desarrollo socio-económico logrado por la región mediterránea, y que para entonces aportaba con más de 150.000 habitantes, un 43 % del total del país. Esa importancia en el progreso general se complementaba con una producción diversificada y autosuficiente, cuyos excedentes comerciales en elevado número de manufacturas se colocaba en los propios mercados interiores, preferentemente altoperuanos sobre los del litoral. Al quebrarse con Ligados por comunes intereses y orígenes, los antiguos poseedores de las canongias oficiales, cuyo símbolo más notorio era el manejo inveterado del Cabildo, formaban un verdadero partido de carácter político. La ocasión de adherir a La autonomía federal fue así, hija directa del gobierno propio y los principios de Mayo, reiterando los pueblos su voluntad de darse sus instituciones, con el mismo derecho con que lo hacía la metrópoli porteña, sobre la metrópoli peninsular. Surgió espontánea y simultánea del interior y sus ciudades, células matrices del federalismo comunal ibérico, y allí encontró sus intérpretes iniciales. Al comienzo en conductores urbanos, agitadores de la milicia, los menestrales y las clases bajas y orilleras. Más tarde cuando el proceso adopta neta configuración social, habrían de aparecer los verdaderos caudillos populares al frente de sus masas campesinas convertidas en montoneras del proletariado rural. Y allí pudo decirse que “la revolución de la milicia ha hecho de su Caudillo, el eje del municipio, ahora provincia”1. En Santiago del Estero este proceso que es consecuencia de 1810, va aparejado a una definición de patriotismo republicano, que es en sus comienzos la que divide las distintas parcialidades. Su conductor lo fue, por ser el primero en organizar a los hombres de armas en contribución al nuevo régimen, y el primero también, en nuclear las plebes suburbanas reclamando el propio gobierno. El Capitán Juan Francisco Borges fue ese Precursor. Era hombre de singular arrojo y carácter. Se había iniciado en En 1811 fue elegido Diputado del Cabildo ante el Triunvirato; en defensa de sus fueros y estando en Buenos Aires, es detenido y procesado. La influencia del Secretario Bernardino Rivadavia determinó se le instaurara juicio por alarmar a su ciudad con la “atribución de facultades iguales a las de este Superior Gobierno”3. El 22 de Enero de 1812 desde la prisión, Borges contestaba: “Así es como entiendo que debe ser en obsequio de la justicia, de la unión, libertad y seguridad que rigen ahora nuestros pueblos unidos guardando a V. E. la superioridad de todo pero conservando siempre la soberanía que corresponde a cada uno de por sí, para tratar de sus privativo» derechos” 4. De esta manera, inicia el desarrollo de su pensamiento político, como antes su acción pública con acendrado amor al terruño, con la exposición del principismo federal que desde entonces motoriza su lucha. Y el pueblo le eligió para Diputado a La imposición centralista desde Buenos Aires, estaba en marcha para sojuzgar al interior e impedir la organización institucional de las provincias con todos sus atributos. En 1814 una nueva división de la geografía gubernativa y administrativa dispuesta por el Director Posadas, trasladó a Santiago como Tenencia dependiente de 1815 sería decisivo a ese respecto. El surco abierto por En Santiago del Estero repercutieron sensiblemente esos sucesos, originando la primera revolución autonomista de Borges el 4 de Setiembre de 1815. Agolpado el pueblo y elegido Gobernador provisorio, por primera vez se manifestaba la ansiedad de una organización que diera ingerencia a todo el territorio santiagueño. Una gran asamblea provincial constituyente y otros proyectos similares, fracasaron al sofocarse la revolución con tropas enviadas desde Tucumán por el Gobernador Bernabé Araoz 6. Y preso y herido, Borges pudo luego fugar de Tucumán ganando el asilo en Salta, al amparo de su amistad con Güemes. El caudillo gaucho le hizo su representante en el parlamento con Rondeau, en Marzo de 1816, antes de la paz con las fuerzas nacionales. Desde allí Borges entró a formar en una vasta ramificación interprovincial para imponer el federalismo en el país, y volvió a Santiago con armas y aprestos para lograr su anhelo. Una nueva injusticia sufría en tanto el interior al sancionarse el Estatuto de Noviembre de 1816, que le negaba derechos autónomos. A ello se sumaban, las fundadas sospechas sobre las intenciones monárquicas del Congreso y sus tratativas internacionales. Las ideas artiguistas que llamaban a una seductora Federación, también hicieron impacto en Borges y los santiagueños. Todo estaba dado para repetir la intentona frustrada, y ello se produjo el 10 Diciembre de 1816. La revolución santafecina de Mariano Vera del 10 de Mayo de ese año y la más inmediata en Córdoba de Juan Pablo Bulnes el 3 de Noviembre, son los antecedentes directos y concomitantes del pronunciamiento de Borges en Santiago del Estero, Pero, esta vez cuenta con mayor sustento militar, y organiza una Junta General de Oficiales con los Capitanes Pedro Pablo Montenegro, Lorenzo Goncebat y Lorenzo Lugones, encargados de reclutar una base cívico-militar, levantando y defendiendo a la vez todo el interior del territorio santiagueño. Reverdecía en esos instantes, la vieja importancia estratégica de Santiago que Borges preveía desde antaño. Como centro neurálgico de las comunicaciones y el transporte, era el principal nexo de unión entre las capitales litoraleñas de abajo y los extremos norte del país. Venía a ser eslabón imprescindible de los pronunciamientos federales, que aislaban en sus sedes, al Directorio del Congreso, según planes artiguistas. Por eso, la inmediata reacción represiva del Gral. Belgrano que desde Tucumán destacó un verdadero ejército al mando de Fugazmente recorre Borges los departamentos de la campaña, alertando al campesinado, recogiendo voluntarios. Decidido a librar batalla, acampa en Pitambalá donde es sorprendido en la madrugada del 26 de Diciembre por las tropas nacionales, que desbaratan a sus hombres. A duras penas consigue escapar con sus íntimos por los bosques vecinos. Pero su peregrinaje termina, cuando la influyente familia de Taboada, lo entrega en su refugio de Guaype a la autoridad nacional. Traído en camino a Santiago, le alcanza en la chacra de Santo Domingo, jurisdicción de Robles, la orden de fusilamiento dictada por Belgrano. Amparándose en facultades dadas por el Congreso en resolución del 19 de Agosto para mantener el orden en el país, se manda fusilarlo sin más trámite, sin juicio, sin defensa previa. Así terminó sus días, frente al pelotón en la mañana del 19 de Enero de 1817, el Caudillo y Precursor del Federalismo. Había quedado bien demostrado el apoyo social de la soldadesca, mulatos, esclavos y orilleros de la ciudad, en favor de la autonomía. De ahí, la dura represión que hasta hizo desaparecer de la historia las Proclamas revolucionarias donde Borges argumentaba su derecho a Lo que no podría acallarse, eran las razones sociales y económicas de fondo que sustentaban al federalismo. La organización del Estado bajo los cánones liberales, supeditaban la economía del interior al comercio de importación y sus asociados porteños. El centralismo político era una forma de sofrenar la miseria y los reclamos de pueblos que se empobrecían en la guerra emancipadora, sin encontrar alicientes ni protección a sus producciones. Pueblos como Santiago, con un paisaje matizado por tahonas y molinos que exportaban trigo desde siglos atrás, ahora vegetaban en un retroceso incalificable. Tantas necesidades impulsaron al Cabildo, el 22 de Mayo de Aun no se había aplastado del todo a la industria regional, por la competencia sin cuartel a que fue librada con las manufacturas inglesas, luego de la apertura del puerto de Buenos Aires y el comercio libre. Pero el sacudón revolucionario, desarticuló la economía rural al sustraer sus mejores brazos, precipitando al campesinado en el éxodo y el abandono. Las estancias, centros activos de la producción, donde se completaba en sí mismo todo el ciclo económico; también se vinieron abajo. Otro documento de la época, es elocuente en ese sentido. Son las razones dadas por el Cabildo para rehusarse a costear las asignaciones de los Diputados al Congreso, donde con fecha 23 de Agosto de 1817 se decía: “Fue de nuestra primera intención la dificultad de la recaudación de las contribuciones impuestas para la satisfacción de las asignaturas hechas a los Diputados concurrentes en el Soberano Congreso Nacional establecido en Allí está expresado en forma patética, las exacciones de la guerra y la pérdida de las artesanías al cerrarse el comercio que se vinculaba al interior americano por el Alto Perú. Pero también del mercado nacional, por los intereses conectados al comercio de importación y exportación controlado por los ingleses, que precipitaron en derrumbe los productos locales impedidos de competir con la avalancha extranjera, determinando además, el drenaje de las reservas de metálico existentes en el país. Baste recordar que hasta antes de 1810 el giro comercial santiagueño por Potosí importaba 10.000 pesos fuertes en venta de mulares, ponchos, tejidos, ceras y grasas. Más de Un informe posterior, aclara otras circunstancias estadísticas del cuadro socio-económico de Santiago del Estero. Es el que elevara don Pedro J. Alcorta el 3 de Octubre de 1818, sobre el estado del Curato Rectoral, como se llamaba a la parroquia o departamento de El descenso de las ventas y la ruina de las industrias artesanales del interior eran consecuencia clara de no soportar el dumping de las importaciones. La ninguna utilidad de nuestros ponchos, una de las más valiosas producciones para el vestuario popular, refleja la imposibilidad de competir con el inicial abaratamiento del producto inglés, argucia típica encaminada al monopolio posterior. Juan Alvarez ha señalado que una vara de algodón del interior, valía dos reales como mínimo, la misma de Inglaterra no pasaba de 11/4. En los tiempos de mayor demanda, los ponchos se vendían en siete pesos, los ingleses los traían a cinco pesos13. La crisis se agravaba con las continuas exenciones y facilidades que otorgaban los gobiernos triunviros y directoriales, en manos de los ganaderos porteños posesionados de Para medir este desequilibrio en lo demográfico, hay un Censo mandado practicar por el Cabildo, que al 19 de Agosto de 1819 adjudicaba al Curato Rectoral 8.365 habitante y Paralelo a ello, la organización institucional y los designios del Congreso no ofrecían oportunidades de mejoramiento a la suerte de los pueblos. El Reglamento de 1817, los gobiernos de Provincia con su concentración geográfica a contrapelo, y los excesos del Gobernador Bernabé Araoz en Santiago, infundían nuevas energías al partido federal. En contraposición, la influencia de Artigas, crecía aún muerto Borges, y podía escribir a Estanislao López en 1817: “Celebro que Santiago se halle tan decidido, tan empecinado en proteger nuestros esfuerzos y tan resuelto en favor de la salud general”. Y más tarde, el 27 de Diciembre ante la renuncia del Director Pueyrredón y la crisis del Congreso le volvía a recordar: “Ya dije a V. S. en mi anterior que de ninguna manera convenía entrar con ellos en ajustes por mayores que sean sus transformaciones sin que se hayan llenado los votos e interés general de las provincias. Para ello no es preciso empeñar demasiado la guerra ni derramar la sangre de los americanos. Expuse a V. S. lo bastante sobre este particular. Lo recomiendo a V. S. de nuevo y la mayor actividad en promover una alarma general en Córdoba y Santiago del Estero. V. S. no debe perder un momento en anunciarme esos resultados y otros cualesquiera, prósperos o adversos a nuestros intereses, para reglar por ellos el orden de mis providencias”15. El tiempo y las circunstancias históricas habían madurado lo suficiente como para presagiar un nuevo rumbo en el país. El federalismo autonomista se anidaba férreamente en el pueblo santiagueño, privado del gobierno propio, manejado por minorías oligárquicas y destinado a la consunción material. Bajo los manes precursores de Juan Francisco Borges, las lanzas se alzaban iracundas para tomar en sus manos la realización cabal de la personalidad política del Estado Provincial. Estas fueron las causas y los hombres que escribieron el prólogo a la historia que recomienza el año XX. |
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