Cartas confidenciales de Sarmiento a Manuel R. García /1866-1872
Domingo Faustino Sarmiento
Los que suelen lamentar nuestra escasa documentación privada, tan necesaria para el íntimo conocimiento de nuestros grandes hombres, encontrarán en estas cartas, que en su conjunto forman un hermoso epistolario, la evolución de las ideas que animaron a Sarmiento. La importancia de lo escrito, de los hombres y de los hechos que enuncian, y el interés que fluye de esas páginas, que colorean y acentúan la personalidad de Sarmiento; inquieta, combativa y tenaz, en la variedad de sus iniciativas, ya sea como maestro, escritor, periodista o presidente — me animaron a publicarlas. Las viejas cartas que hablan de los que fueron, siempre interesan. Y si llevan la firma de Sarmiento, y se notan en ellas estados de ánimo sugerentes, para la explicación de algunos hechos de la historia de su época, tan fecunda en hombres como en ideas, queda justificada su publicación. Todas ellas están dirigidas a don Manuel R. García, entonces ministro argentino en los Estados Unidos. La especialísima situación del diplomático, lo mantenía alejado de la política y de los hombres de su país, permitiendo a Sarmiento franquearse con peculiar sinceridad. El amigo correspondió a esa amistad con colaboraciones y juicios imparciales, dignos de la mejor atención; que fueron facilitados con la modestia que caracterizaba al doctor García. Las cartas comienzan en 1866 y terminan en 1872, comprenden la principal época de la vida de Sarmiento, y nos ofrecen un valioso material para el conocimiento íntimo de su pensar, en su forma más personal. Mitre y Sarmiento son las dos grandes figuras que presiden el desenvolvimiento de toda una época; y no debe extrañarnos, si algunas veces las cartas se enconan contra el gran tribuno. No olvidemos que Sarmiento, por su genialidad tan grande como vehemente, no se avenía a concebir limitaciones en el ejercicio del poder; sintiendo los obstáculos aparentes que le oponía Mitre al combatir las ideas del gobierno, cuando no llenaban sus justas ambiciones de patriota. He ahí la razón de la animosidad; honrosa para ambos. Esto no es óbice para que al final del epistolario se note el acercamiento de estas dos grandes personalidades, compañeras en el sentir, y en la finalidad de sus vidas: la prosperidad del país con el progreso de sus instituciones. M. E. García-Mansilla. |
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