Camperadas
Indumentaria y arreos regionales de la época
En las primeras décadas del siglo XIX, pocas variantes se anotan en la indumentaria gauchesca con relación a la época anterior. Nada más ilustrativo para ello que transcribir la descripción de los hermanos Parish Robertson, al encontrarse con el estanciero Francisco Antonio de Candioti, a su paso por Santa Fe en 1814... «sus atavíos a la moda y estilo del país eran magníficos. El poncho había sido hecho en Perú, y fuera de ser el material más rico, estaba bordado en campo blanco y en soberbio estilo. Además tenía una chaqueta de la más rica tela de la India, sobre un chaleco de raso blanco que, como el poncho era bellamente bordado y adornado con botoncitos de oro pendientes de un pequeño eslabón del mismo metal. No usaba corbata, y el cuello y pechera de la camisa ostentaban primorosos bordados paraguayos en fino cambray francés. Su ropa inferior era de terciopelo negro, abierta en la rodilla y, como el chaleco, adornada con botones de oro, pendientes también de pequeños eslabones que, evidentemente, nunca se había pensado usar en los ojales. Debajo de esta parte de su traje se veían las extremidades, con flecos y cribados, de un par de calzoncillos de delicada tela paraguaya. Eran amplios, como pantalones de turcomano, blancos como la nieve y llegaban a la pantorrilla lo bastante para dejar ver un par de medias oscuras hechas en el Perú de la mejor lana de vicuña. Las botas de potro del Señor Candioti ajustaban los pies y tobillos, como un guante francés ajusta la mano, y las cañas arrolladas dábanle aspecto de borceguíes. A estas botas estaban adheridas un par de espuelas de plata, brillantemente bruñidas. Para completar su atavío personal, el pintoresco gaucho llevaba un gran sombrero de paja del Perú, rodeado por una cinta de terciopelo negro, y su cintura ceñida con una rica faja de seda punzó destinada al triple objeto de cinturón de montar, de tirantes y de cinto para un gran cuchillo con vaina marroquí del que salía el mango de plata maciza.»26 Esta notable descripción que del estanciero y futuro primer Gobernador de Santa Fe, nos hacen los hermanos Robertson, comerciantes de nacionalidad inglesa, confirma que a principios del siglo XIX se conservaba la misma vestimenta gauchesca que en el siglo anterior. Los hermanos Robertson nos están mostrando un gaucho paquete, un gaucho rico o, como ellos lo calificaron, «un gaucho principesco». No era esa la indumentaria común en la campaña, en cuanto a la calidad de las prendas, pero sí coincide con las que describimos al referirnos a la vestimenta del gaucho santafesino en los siglos XVII y XVIII: chaqueta, chaleco, calzón abierto en la rodilla, calzoncillo cribado, botas de potro calzadas con espuelas, sombrero de paja, faja y cuchillo ala cintura. También coincide y confirma lo sostenido en cuanto a la introducción de artículos y prendas del Perú, a raíz del comercio mular realizado con ese virreinato. Francisco Candioti fue quizás el mayor productor y comerciante de mulas en el Río de la Plata. él en persona encabezaba todos los años esos grandes arreos a los mercados del Perú, de donde regresaba trayendo esos artículos y prendas valiosas y finas que aquí no se producían. Era pues, además de estanciero y gran señor, un gaucho verdadero, que se convirtió en caudillo de su provincia y primer gobernador autónomo de Santa Fe. Con el correr de los años, la indumentaria descripta por los hermanos Robertson fue sufriendo modificaciones. La más notable quizás, fue la aparición del «chiripá» que desplazó al calzón abierto en la rodilla. Esta prenda en su versión más antigua, consistía en un paño rectangular que se envolvía de la cintura para abajo, dando vuelta y media de derecha a izquierda, llegando hasta más abajo de la rodilla, dejando el pliegue abierto hacia adelante y sujetándolo con una faja a la cintura. Según Fernando Assuncao, el chiripá tuvo origen entre los indios de las misiones guaraníticas. Desde allí se extendió su uso a fines del siglo XVIII a los gauchos o gauderios de Río Grande del Sur, Banda Oriental, Corrientes y Entre Ríos.27 Ese modo de usarlo, envuelto alrededor de la cintura y de las piernas, se lo denominó tiempo después «chiripá a la orientala», para distinguirlo del que se impuso luego de esta banda del río Uruguay, de cruzarlo entre las piernas. En Santa Fe se generalizó también la forma primitiva de usarlo envuelto, y si bien no desplazó totalmente el calzón español, poco a poco lo fueron adoptando entre las peonadas y asalariados llamados «changadores», hasta convertirse en un distintivo propio del gaucho en sus distintas maneras de llevarse. Hasta mediados de este siglo se usaba el chiripá a la orientala en el centro y norte de nuestra provincia, principalmente en los trabajos de a pie que los paisanos realizaban para la trilla o cosecha fina, engavillando y emparvando el cereal. Sostenían estos que con esa vestimenta se trabajaba con más soltura que con la bombacha o el chiripá pasado entre las piernas, resultando más fresca y los movimientos más ágiles. Posiblemente esta costumbre venía de largo tiempo atrás, cuando la trilla se hacía a pata de yegua en la primitiva «era». Era común que el chiripá estuviera adornado de flecos en su borde inferior, de ahí el dicho que hasta no hace mucho se escuchaba en boca de la gente de nuestra campaña: «más antiguo que el chiripá de flecos».No obstante la modalidad que adoptó más comúnmente el gaucho santafesino durante el siglo XIX y principios del XX, fue el chiripá pasado entre las piernas, de atrás para adelante y sujeto a la cintura por la típica faja y el clásico cinto o tirador. Esta forma de usar el chiripá es posible que haya tenido origen entre nuestros gauchos y luego se haya extendido a las demás provincias rioplatenses. Mariano Pelliza en su obra «Dorrego en la historia de los partidos unitario y federal», transcribe una carta de Felipe Ibarra, gobernador y caudillo santiagueño, donde relata la acogida que brindó a quien le traía la Constitución Unitaria sancionada por el Congreso de 1826 para someterla a la aprobación de su provincia: «Lo he recibido -escribe Ibarra- dignamente, como ustedes querían: me puse calzoncillo cribado, chiripá a la santafesina y camisa bordada, y tenía mi cabeza atada con mi pañuelo de seda color oro; no faltaban buenos bancos y hasta una silla en la ramada y le ofrecí un agasajo de lo que se come por acá» 28 La intención del caudillo santiagueño no era otra que aparecer ante el enviado del Congreso Constituyente con la indumentaria gaucha más auténtica, por ser ésta símbolo de federalismo, por oposición a la fracción unitaria que representaba ese Congreso. Para ello, entre otras indumentas, se presenta con el «chiripá a la santafesina», vale decir con el chiripá tal como lo usaban los santafesinos. No explica en qué consistía esta manera de llevar el chiripá, por lo tanto no queda otra alternativa que la del clásico pasado entre las piernas y saujeto a la cintura. Moda esta que se extendió por todo el Río de la Plata aún por las provincias mediterráneas y andinas, hasta imponerse finalmente, en la misma Banda Oriental. En lo que se refiere a las otras prendas de la vestimenta, y a juzgar por las descripciones de los cronistas y viajeros de la época, no hubo mayores variantes. Se alargó un poco el calzoncillo cribado, que alcanzó hasta el tobillo y comenzó a usarse el calzoncillo de «puño», llamado así porque se ataba en la parte inferior del pierna con unas cintas; esta variante permitía usar la bota de potro sobre el calzoncillo, protegiendo así la pantorrilla del sudor del caballo y los calzoncillos de los arrancones de las espinas. En esta circunstancia, la bota se ataba debajo de la rodilla con un tiento pasado por ojales hechos en el mismo cuero, o con una liga tejida a mano por las criollas de la casa, con hilos de colores y dibujos ornamentales. Este calzoncillo largo de puño fue de uso general en nuestra campaña hasta hace cuarenta años; su confección era de lienzo con fondo blanco y rayas longitudinales de colores. El resto de la indumentaria coincide con la descripta por el General Bartolomé Mitre en el párrafo citado: chiripá y bota de potro, y sombrero de panza de burro con una pluma como distintivo militar. Como dato original debemos destacar el tocado que usaban los Dragones de la Escolta del Brigadier hecho «con la parte superior de la cabeza de un burro con las orejas enhiestas por crestón», según detalla el mismo historiador. En materia de tocados, se generalizó en esa época el «gorro de manga», «consistente en una especie de cono o tronco de cono, de tela gruesa y basta de un color fuerte (rojo, verde, azul) y ribeteado o forrado en contraste vivo».28 bis Fue de uso corriente en los cuerpos militares, adoptando en ellos los colores de la bandería política: rojo en los federales, azul celeste en los unitarios.29 Continuó usándose el poncho, no sólo para protegerse del frío o del mal tiempo, sino también como una prenda de uso diario, sobre todo entre el pobrerío, calzándoselo directamente sobre la camisa o camiseta, prescindiendo así del chaleco y la chaqueta que pasaron a ser artículos de lujo. Tales prendas (chaleco y chaqueta), sufrieron algunas modificaciones: el chaleco se usó más corto y prendido abajo con tres botones; la chaqueta, de cuello alto, se llevaba abierta sin abrochar, casi siempre adornada con trencilla y con bolsillos laterales. |
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