Viaje al estrecho de Magallanes
De vuelta a España
 
 
“Illustre Senhor.

Quanto importe á reputaçaô Espanhola ser corrido este ladraó e botado, Vossa senhoria o entende melbor que ninguem, e seu sangue e a minha cuido que o debe sofrer muy mal Eu estou tan fraco que men quasi juizo acho pera pedir em esta materia algunas cousas que, quando menos, compren á minha honra; mas cuido que as tenho seguras debaiño da proteçaô de V. S. e do Senhor Francisco Dandrade seu Soldado e seus campanheiros. Por amor de nosso Senhor que desta esperanza naô fique Eu defraudado por que alem de minha afronta temo grandes perjuizos que será roubar este ladraon muitos navíos que espero de Guiné carregados, que el espera para ir á Indias, o que tambem estrobareses a Vossa Senhoria de terper serviipo de Sua Magestade. 0 que de terra se bouver mister he estado ordem que se cumpra como V. S. mandar. Outro se naó offerece. Nosso Senhor a muy íllustrepessoa de V. S. guarde e Estado aumente —Beifa as maós a V. S. seu servidor Gaspar de Andrade.

Parecióme poner aquí esta letra para que se entienda la necesidad en que estaban en esta ciudad, y cuan poco podía hacer el gobernador si esta nao y vasallos de V. M. nos los favoreciera con la ayuda de Dios Nuestro Señor. Visto pues esto, y que á mí me importaba asegurar el camino para nuestro pasaje, consoló Sarmiento al Gobernador y al pueblo y aprestóse luego y con los portugueses que se hallaron prestos y con otras dos piezas gruesas y bombas de fuego y buenos artilleros, largamos las amarras por la mano, y fuimos á la mar donde recogimos la nao castellana que ya se venía al puerto por el recado que se le había embiado, y mandósele volviese tras esta capitana y enderezamos en busca de los ladrones, los cuales luego se pusieron en huída, y fuimos en su demanda hasta la noche que les perdimos de vista, y entonces pusímonos en el paso de la isla de Mayo, que es su ladronera, mar al través, para dar en ellos si por allí pasasen, y en toda la noche no dormimos, y todos estuvimos con las armas en las manos hasta la mañana, y los ladrones no parecieron de punta á punta de la isla hacia el fuego. Y visto que eran huidos, nos volvimos al puerto de Santiago. Con todo esto la cortesia que nos hizo el pueblo fuévendernos las cosas al doblo de lo que valían, y aun pusieron en plática de impedir la ida al patax con el aviso al Nombre-de-Dios, y nos tomaron fraudolentamente algunas cosas que vendíamos para aviarnos; pero disimulóse porque ni era tiempo de otra cosa, ni convenía que entendiesen que éramos tan puestos en el interes como ellos.

Esta isla de Santiago tiene diez y ocho leguas de largo, y ocho por lo más ancho, que es por el sur. Por esta banda tiene dos pueblos. Esta ciudad de Santiago-de-la- Ribera, que ha ciento y diez años que se pobló, tiene mal asiento, y peor puerto; pero por el agua la poblaron aquí. Hay pocas mas de cuatrocientas y cincuenta casas de cal y canto, y la mejor es la del Obispo, que se llama Don Bartolomé Leyton. Tiene sobre el puerto tres baluartes con cada diez piezas de artillería de bronce buenas, y buenos artilleros: Hay, según nos dijeron, veinte mil negros, que hay gran saca y trato dellos. Dicen los oficiales reales que esta aduana vale al rei, un ano con otro, mas de cien mil ducados. El otro pueblo se llama la Playa, cuatro leguas deste. En la isla no se da trigo; pero dáse ganado vacuno y ovejuno. Hay poca agua en los altos, sinó es en quebradas, en las cuales hay algunos ingenios de azúcar y heredades de maiz, que ellos llaman millo, y otras frutas. Sin esta isla hay otras nueve islas en su contorno que no tienen pueblos, sinó estancias de ganado y heredades de algodón, y frutas y mieses. Son las islas: el Fuego, La Brava, Mayo, La Sal, San-Anton, Santa Cruz, Santa-Lucia, San-Nicolás, Buena-vista; todas en espacio de sesenta leguas.

Estando aprestado, partimos deste puerto domingo en la tarde diez y nueve de junio, y salieron con nosotros el patax nuestro, y otras dos carabelas que iban á Portugal. Este mesmo día se hizo justicia del Alférez, y se le dió garrote por traidor á la corona real de V. M. y por hombre sedicioso y deshonrador de la real señal y bandera, y porque quiso impedir este descubrimiento que por mandado de V. M. y en su real servicio se hacía y ha hecho. Y asimesmo fuéron este mesmo día desterrados dos hombres; el uno de las indias de V. M. por amotinador, y no se le dió más castigo porque no se le probó bastantemente, y á otro tenedor-de-bastimentos á quien Pedro Sarmiento le había quitado el cargo por disipador dellos, y le había castigado, y privado del-salario y sueldo. A éste desterró desta armada y dejó en la isla de Santiago de Cabo-verde, así por esto dicho, como por revoltosos y desasogadores de la gente.

En saliendo deste puerto fuimos al oeste hasta la canal entre la isla del Fuego y la de Santiago. Aquí se quedó el un navío portugués de noche. Desde aquí gobernamos al noroeste una cuarta más y menos, porque así se corre la isla de Santanton. Con esta canal íbamos con pocas velas por acompañar la carabela, que hacía mucha agua, y por dalle algun socorro, así en esto como en guardalla de los cosarlos que por aquí hay. Y caminando por estos rumbos dichos fue Pedro Sarmiento despachando el patax, llamado Nuestra Señora de-la-Concepcion; y juéves veinte y tres de junio á las nueve del dia lo despachó, y embió en él por caudillo á Hernando Alonso, piloto desta Capitana y Sargento-Mayor, con otros siete ó ocho hombres, con los despachos que el virréi manda en su instrucción. Conviene á saber: la relación y discurso del viaje y descubrimiento, y la descripción de lo descubierto, firmado de todos los que se hallaron aquí que supiesen firmar, y autorizado del escribano-real desta nao y avisos de lo que aquí supe de los ingleses, como arriba queda dicho, para que en aquellos reinos y en Chile estén apercibidos y con mas vigilia que ántes solían estar. Estos Despachos fueron enderezados al virréi y á los oidores del Audiencia-Real: y así el patax siguió la derrota al oeste, y nosotros al noroeste, estando ya en paraje seguro de cosarios, que por esta causa lo trajo Pedro Sarmiento consigo estos dias. Este dia tomaron la altura Sarmiento y el piloto-mayor en diez y ocho grados largos; sesenta leguas.

Desde el juéves á mediodía con nordeste fuimos al noroeste hasta viérnes á mediodía, diez leguas. Esta noche se nos rompió la vela del trinquete de alto á bajo.

Desde el viérnes á mediodía 24 de junio al noroeste cuarta al norte con viento nordeste fresco hasta media noche diez leguas; y de media noche abajo fuimos al nornoroeste y al norte cuarta al noroeste hasta el sábado de mañana seis leguas; y hasta el sábado á mediodía 25 de junio al noroeste cuarta al norte, cuatro leguas.

Desde el sábado á mediodía al noroeste cuarta al norte y al nornoroeste cuarta al norte y al nornoroeste hasta el domingo leguas: altura 21 grados y un tercio. De manera que desde el juéves á mediodía hasta ahora anduvimos setenta leguas.

Desde el domingo al lúnes 27 de junio fuimos al noroeste cuarta al norte hasta prima noche, y toda la noche al norte y al norte cuarta al noroeste, y hasta mediodía nornoroeste hicimos camino del nornoroeste 20 leguas. Lúnes tomé altura en 22 grados.

Del lúnes al mártes 28 de junio hasta mediodía al nornoroeste guiñando sobre la cuarta del norte 27 leguas: altura 23 grados 47 minutos.

Del mártes al juéves 30 de junio al nornoroeste sobre la cuarta del norte setenta leguas: altura 27 grados y 1/2.

Del juéves al viérnes primero de julio al noroeste sobre la cuarta del norte. 24 leguas: altura 29.

Del viérnes al domingo á mediodía 3 de julio al norte y al nornordeste y al nordeste cuarta al norte cincuenta leguas: altura treinta y un grados y 38 minutos.

Desde el domingo á mediodía hasta el mártes á mediodía 5 de julio hubo calmerias: fuimos con bonanzas al nornordeste hasta Lúnes á mediodía, y desde este punto al mártes por la mañana al noroeste y hasta mediodía al norte cuarta al nordeste anduvimos 25 leguas: altura treinta y tres grados.

Desde el mártes al miércoles al norte cuarta al nordeste seis leguas, y toda la noche al norte cuarta al noroeste y al nornoroeste, y desde la mañana hasta mediodía al noroeste cuarta al norte y al nornoroeste y al norte cuarta al noroeste 21 leguas: altura 34 grados.

Del miércoles al juéves siete de julio al nornooeste y al noroeste cuarta al norte 20 leguas: altura 35 grados 1/6.

Del juéves al sábado 9. de julio al noroeste ocho leguas; y la noche siguiente con bonanzas al mesmo rumbo cuatro leguas, y la resta hasta el sábado á mediodía al nordeste cuarta al norte. Son todas 35 leguas: altura treinta y siete grados.

Del sábado al domingo diez de julio seis horas al nordeste cuarta al norte seis leguas, y al nordeste cuarta al leste tres leguas, y hasta el domingo á mediodía al noroeste y al nornoroeste ocho leguas.

Del domingo al lúnes once de julio al norte cuarta al noroeste cuatro horas cuatro leguas, y al norte seis leguas.

Y al norte cuarta al nordeste cuatro leguas.

Y al nordeste cuarta al norte cuatro leguas.

Y al nordeste franco cuatro horas cuatro leguas.

Y al nordeste cuarta al leste tres leguas.

Y al nordeste cuatro leguas hasta Lúnes á mediodía. Son veinte y una leguas por fantasía.

Desde el Lúnes á mediodía fuimos al nordeste cuarta al este y al lesnordeste y al leste diez leguas, el mártes por la mañana vimos la isla del Cuervo pasamos por la banda del norte della. Está esta islilla en cuarenta grados largos: anduvimos doce leguas.

Del mártes al miércoles al sueste con calmas doce leguas: tomamos el altura en treinta y nueve grados y medio largos.

Juéves caminando por este rumbo vimos la isla Graciosa, pequeña, pero fértil y poblada. Pasamos de noche por entre ella y la isla de San Jorge. Vimos de noche en esta isla de San-Jorge mucho fuego, y según después supimos en la isla de la Tercera la causa deste fuego fue esta.

Primero dia de junio deste año 1580, en la villa de Velas de la isla de San-Jorge fue hecho este testimonio por el oidor Freites sobre el fuego de la isla de San-Jorge, y pasó así: Que este dicho día en la dicha isla hubo grandes terremotos y temblores de tierra, y sobre tarde reventaron tres bocas de fuego con grandes; de las cuales bocas corrieron arroyos de fuego hasta la mar, y fue perseverando el reventar hasta que se abrieron siete bocas de fuego, y destos rios ó arroyos de fuego que corrieron corrió uno alrededor de una hermita de Nuestra Señora. Yendo nueve hombres á quitar unas colmenas obra de un tiro de ballesta de la boca mayor, llegando á las colmenas se abrió una boca y los tragó, que no quedaron mas de dos medio quemados, y llovía ceniza que creció sobre la tierra un palmo de alto. Y dice luego el testimonio: Certifico yo Francisco de Freite, oidor, que es verdad lo dicho deste fuego de San-Jorge.

Sobre esto decían que oían claramente voces de demonios y otras cosas de espanto, y finalmente la isla se va abrasando toda, segun dicen.

Siguiendo nuestro camino á diez y ocho de julio llegamos de la ciudad de Angla en la Tercera, que es la principal isla de la de los Azores. ¡Gloria á Dios Todopoderoso!

Lúnes 19. de julio llegó a este puerto un navío de la villa de Pernambuco en el Brasil, y mártes otro de la bahía de Todos-Santos cabecera de la gobernación del Brasil: y preguntándoles Pedro Sarmiento si allá habían aportado algunos ingleses, dijeron lo siguiente:

En noviembre de 1579 salieron de la frontera y población de Tiñares, quince leguas apartada de la bahía de Todos-Sanctos, Para el sur cinco hombres blancos con quince indios para ir á los Isléos (ques otro pueblo de portugueses) por tierra; y caminando por la playa dieron súbitamente en el rio de la cuentas con una lancha de ingleses que traía diez ingleses, y los siete dellos estaban enjugando sus velas en tierra, y en viendo los ingleses los caminantes comenzaron a huir, y los siguieron, entendiendo ser lo que era, y flecharon cinco, y se acogeron á la lancha, y tomaron dos que se metieron en el monte, y la lancha cortó amarras, y dejaron dos cámaras grandes de bombardas que tenían por potales. Y diciéndoles los caminantes que no querían guerra con ellos, que saliésen á tierra y que los proveerían de comida y de lo que fuese necesario, respondieron que no querían y mostraron arcabuces, ballestas y picas, borneando un verso para les tirar con él. Y á esta coyuntura vaciaba la maréa, y salieron por la barra afuera, y fuéronse: y de allí fueron á tener á otro rio que está seis leguas del dicho rio de las Cuentas para la bahía de Todos-Sanctos, y en una isla que está enfrente de Camamu, que se llama Chiepe, otro caravelon de portugueses, sin saber de la lancha, dió acaso con ella, y huyóle por el mar con tres ingleses, porque los demás hallaron en la isla muertos de los flechados que les dieron en la isla de las Cuentas, y de allí ó tres ó cuatro leguas otro barco de portugueses que venía de los Isléos para la bahía dió en la playa con los tres ingleses muy desfallecidos y miserables, y la lancha perdióse, sin saberse el fin que llevó; los cuales cinco ingleses presos desta lancha, siendo preguntados, dijeron:

Que fueron en una armada inglesa de diez naos que armó en Inglaterra un gran señor, y que con ella pasaron el estrecho de Magallanes, y de allí volvieron corriendo la costa para poblar en la parte que para sus fundamentos mejor les pareciese: Que para este fin en su capitana (que decían ser de novecientas toneladas) llevaba alende el marinaje y servicio de servicio de nao, quinientos hombres de guerra; cuatrocientos soldados, y ciento oficiales de todos los oficios mecánicos, y los traía muy contentos, que les pagaba á dinero cada mes su sueldo: la cual armada surgió en una isla de tierra de carijos á que nosotros llamamos caribes, donde se levantó una gran tempestad, con la cual las nueve naos se hicieron á la vela, y la capitana no pudiendo tan de priesa como era menester levar las amarras dió á la costa, y se perdió sin escapar más que los dichos hombres de la lancha arriba declarada, porque estaban en tierra haciendo aguage: la cual lancha, después de perdida la nao capitana, vino caminando y costeando hasta puerto seguro, donde tambien la corrieron, y por ser ligera se escapó de los barcos que la seguian, y de allí vino á acabar cerca de la bahía como queda dicho.

Uno destos cinco ingleses que escaparon, mancebo de treinta años, muy hábil, gran matemático afirmaba en la cárcel que los que escaparon de la tormenta habían de volver presto para las partes del Brasil con una grande armada; y contaba entre otras particularidades por verdad, que en aquella parte de la Cananéa (que es una isla pequeña) estaba un marco ó padron con las armas de V. M. y el capitanmayor de los ingleses lo mandaba quitar, y poner en su lugar otra de las armas de Inglaterra para posesion de aquella tierras que corren al Paraguay. Pueden ser estas armas las que puso Cabeza de Vaca, ó las que puso el adelantado Juan Ortiz de Zárate agora seis años en Santa Catalina cerca de la Cananéa quando V. M. le embio por gobernador del Paraguáy y Rio-de-la-Plata: mas no afirmaba si las quitaron; pero todavía esta duda era por términos que se sospecha ser verdad haber quitado las armas de V. M. y puesto las de Inglaterra.

Demás de esto el capitán del pueblo de los portugueses que eslí el Rio de Janeiro, de la gobernación del Brasil embió tres ingleses á la bahía que los habían tomado en Cabo-Frio de las nueve naos que arriba se dijo haber escapado de la tormenta, y que en este Cabo-Frio se hallaron tres naos de ellas juntas que habían venido en demanda del cabo, creyendo que allí hallarían las otras seis, que con la tormenta se debía de haber apartado unas de otras. Y teniendo el capitan del Río de Janeiro noticias destas tres naos, embió cuatro canóas con gente á descubrir y tomar noticia de las dichas tres naos, y los caminantes súbitamente en una isla dieron con una lancha de los ingleses, los cuales en viendo las canóas se recogeron; mas no lo pudieron hacer tan de priesa que escapasen todos, y así les tomaron los dichos tres ingleses y las naos en viendo gente por tierra, y las canóas por mas dieron la vela y se fueron. Y destos tres ingleses que aquí tomaron se supo que como aquellas tres naos vinieron á demandar aquel Cabo-Frio, porque pensaban hallar allí las otras seis naos que faltaban, y no las hallando las habían de ir á demandar en la Paraiba de Pernambuco; mas no fueron á parar allá, porque en la bahía de Todos-Sanctos se tenía noticia cierta de quince de mayo que en la Paraiba no había naos algunas francesas, ni inglesas. Y en lo demás estos tres ingleses traídos del Rio de Janeiro á la bahía concertaron con lo que habían dicho los otros cinco de la primera lancha que se perdió en Tiñare.

La llegada destos ingleses al Brasil fué por Noviembre del año pasado de 1579 que es el tiempo que Pedro Sarmiento y sus compañeros llegaron sirviendo á V. M. á los arcipiélagos buscando el estrecho, y viene bien el un tiempo y el otro con lo que los indios nos dijeron en el estrecho. Y dice el que me dió esta relación del Brasil, que es una persona principal, y el hombre más poderoso del Brasil con quien yo comuniqué al cabo desta relación estas palabras, que las pongo aquí porque se sacará algo déllas para en algún tiempo adelante.

Mas como os Gobernadores destos tempos de falsa justicia no Brasil ocupaón en seusparticulares e tyranicos intereses os tres anos que ten de cargo lles naó lembraó nen respeitaô o que tanto importa a seu Rey como a Magestade del Rey Philíppe ínquíriren saberen e procuraren con Amor y ardente fervor e diligencia estes importantes avisos.

Y como mi presente estudio era inquirir sobre este caso en todas partes y de todas gentes, supe en esta ciudad de Angla de boca del corregidor, y de todos generalmente, que á dos días de noviembre del año pasado de 1579 dió una nao grande inglesa á la costa y se perdió en un pueblo que se llama la Gualúa, dos leguas de la ciudad de Angla en esta isla Tercera; la cual nao cuando se perdió traía siete ú ocho hombres. Escaparon dos y un negro, que al presente están presos en esta ciudad, y los otros se ahogaron. Sacaron del fondo de la mar quince piezas muy gruesas de artillería de hierro colado que traía la nao, y otras muchas no se han podido sacar. Son las que sacaron grandes como para fortaleza de asiento, porque se ha sabido que iban á poblar á Indias, y llevaba trescientos soldados. Dícese que traía riquezas, y que las echaron á la mar cuando se vieron ir á perder, porque no se supiese su oficio de ladrones. Lo que los presos dicen es, que anduvieron con otras naos por la costa de Guinéa mucho tiempo, y que de enfermedades se les murió la gente, y que no quedó mas de la que traía el navío quando se perdió. Y la sospecha general que todos tienen, y yo probablemente creo, por lo que he sabido, es que esta nao es una de las nueve que escaparon de la tormenta arriba declaradas, y los que mas crédito dan á esto son los portugueses del Brasil que me dieron la relacion arriba referida, porque dicen que salieron en conserva de nueve ó diez naos que armó un gran señor de Inglaterra.

En este puerto de Angla estaban dos navichuelos ingleses: y hablando Pedro Sarmiento con el dueño de uno de ellos que es españolado, y casado en esta isla, sobre Francisco Draquez el cosario, me dijo que había tres meses que había partido de Fristol de Inglaterra, y que no había nueva que Francisco hobiese aportado allá: y replicándole yo lo que arriba se dijo que habían dicho los ingleses de Ayamonte, dijo éste que era verdad, que dende él estuvo había fama que se hacía en Londres ó en Plernúa cierta armazon de naos, y que no supo para donde, que es comprobación de lo que el piloto me dijo. Estando en este puerto me dió el obispo destas islas un testimonio de una maravilla, que es en suma.

Veniendo una caravela de la isla de San-Miguel á la isla de San-Jorge á 15 de junio deste año de 1580 estando la caravela diez leguas de San-Jorge, que podía ser como medió hora ántes que se pusiese el sol, vinieron los hombres que venían en ella en el cuerpo del sol un crucifixo grande, y en el pie del crucifixo parecia un calvario, como suele pintarse, y vieron estar dos imágenes, una á la mano derecha vestida de blanco, y otra á la mano izquierda vestida, al parecer, medio de colorado, ó como prieto. Y el crucifixo iba subiendo para arriba, y siempre fué Visto hasta cerrarse el sol. De lo cual todos los que lo vieron quedaron muy espantados, llorando mucho sus pecados, pensando que venía el fin del mundo. Esto averiguó el oidor Freites que estaba en San-Jorge, y dello hizo testimonio con todos los de la caravela, y lo embió al obispo, que este es en substancia: Laus Deo Omnipotenti qui mirabilia fecit in Coelo & in Terra!

Estando en este puerto apercibiéndonos, llegaron cinco naos grandes de la India, las cuatro de Goa y Cochin, y la una de Malaca: las cuatro venían cargadas de especiería y drogas y porcelana y ropa de aquella tierra, y la una venía sin carga, porque faltó para podella cargar. La capitana dicen ser de mil y doscientas toneladas y otra de mil y trescientas. Esta decían traer ocho mil quintales de especería, y preguntándoles por nuevas de los castellanos de las Felipinas, dijeron que el año pasado un hermano del rey de Burnéo ó Burney, que es una grande y rica isla, se fué á Manila y trató con los castellanos que allí están por V. M. que fuesen á Burnéo, y quitasen el reino á su hermano, y se le diesen á él, y sería tributario y vasallo de V. M.; y los castellanos fueron con gran armazon á Burnéci y tomaron el reino; y el rey huyó á los montes, y los castellanos pusieron en su lugar á su hermano que traían consigo, y hubieron muchas riquezas, y especialmente mas de seiscientas piezas de artillería, y con esto se volvieron á Manila en los Luzones. Y dende á algunos meses pasó por Bernéo un capitan portugués que venía de Moluco, y sabiendo lo que había pasado en Burnéo, y que el rey primero andaba por los montes, fue allá y lo restituyó otra vez, y desterró ó hizo huir al que los castellanos habían dejado puesto por rey. Dígolo así en suma, y sin mas premisas como ellos lo cuentan, que de creer es que los vasallos de V. M. que están en aquellas islas, si lo hicieron, sería por vías lícitas y justificadas como V. M. lo manda y quiere. V. M. sabrá ya esto mejor por información cierta por la via de Nueva-España, que yo cuento lo que voy sabiendo, porque los príncipes han de ser advertidos fielmente de todo lo que se supiere que les toque, para que si vieren que hay que reparar, provéan lo que fuere su servicio.

Miércoles por la mañana llegó á este puerto y ciudad de Angla un caraveloncillo con una bandera de Portugal en la popa, y trajo una carta de don Antonio para el corregidor, en la cual, aunque yo no la ví, supe que decía y mandaba al corregidor que le hiciese alzar por rey, y que el que lo contradijese le matase por ello. A esta sazón Pedro Sarmiento y el vicario fray Antonio Guadramiro estaban con el corregidor persuadiéndole que fuese á obediencia á la Iglesia por quel Obispo lo tenía descomulgado, y el corregidor estaba pertinaz de humillarse, y sustentaba no estar descomulgado, y por una palabra que un escribano se descuidó de decir acerca de la venida de la caravela, diciendo que se trataban cosas que podrían ser contra nosotros. Disimilando lo mas que fué posible, acababa la plática, sin alteración se fué Pedro Sarmiento á embarcar con toda la gente que estaba en tierra, y súpose por nuevas del caravelon que los gobernadores o desembargadores habían pronunciado sentencia por V. M., y que el campo de V. M. estaba cerca de Setubal, y la mar desde el cabo de San-Vicente hasta la boca de Tajo tomada, y que á Don Antonio le habían alzado por rey solamente Lisboa, Santaren y Setubal. Desto unos mostraban holgarse de ser de V. M., y otros de otra manera, como acontece en los vulgos rudos, porque los nobles y hidalgos en nuestra presencia gran voluntad mostraron al servicio de V. M. En fin comenzaron á tratar contra nosotros, y luego nos cercaron con barcos y bateles, y avisaron á las naos de la india que estaban surtas en la boca del puerto para que si quisiésemos salir nos bombardeasen, y públicamente decían que comenzasen por nosotros y nos matasen, pues V. M. andaba por Portugal con el campo, y nos tomasen los papeles y relaciones, pues el estrecho caía en la demarcación de Portugal, y que de este descubrimiento había de suceder gran daño á Portugal; que no aguardasen más con nosotros, sinó que nos prendiesen, ó nos matasen. Por lo cual vivíamos como quien por momentos esperaban ejecución de la furia de la behetría del vulgo; pero con las armas en la mano, y las mechas encendidas todas las horas. Y aunque los mas de la ciudad y de las naos lo decían, ninguno osó ser el primero, cuanto más que de haberse hecho bien con todos los desta ciudad en esta nao de V. M. fué que algunos se nos aficionasen, y nos avisasen de lo que pasaba en el pueblo, y particularmente un hidalgo llamado Juan de Betancor advirtió á Pedro Sarmiento de que los pilotos de las naos de la India estaban indignados de invidiosos deste descubrimiento, y que trataban de echar esta nao á fondo y haber nuestros derroteros á las manos para se aprovechar dellos, y que no llegasen á la presencia de V. M. Por lo cual Pedro Sarmiento trató con ciertos marineros de Castilla que venían en las naos de la India que le avisasen; y así cada rato tenía avisos de las naos so color de venir a ver los salvajes; y aunque diversos decían diversas cosas, que sería nunca acabar, entendí del capitan-mayor de las naos tibieza, que por ninguna parte se declaraba, estando puesto á la mira, y solo trataba de fornecer sus naos de mas gentes y artillería: y así decían que metería la de la nao inglesa perdida, porque en la carta de Don Antonio mandaba que lo hiciese así, y que fuese por altura de barlovento, y que en la costa hallaría naos de resguardo para entrar seguras en Lisboa. Final se resumieron en alzar al Don Antonio. Y por quel corregidor estaba descomulgado de participantes, los regidores y oficiales de la Cámara fueron á el y le requirieron se fuese á absolver para este acto, donde nó, protestaban de lo hacer ellos; y por esto se fué á absolver. Y juntos en cabildo, el corregidor les propuso la razon de la carta, y algunos estuvieron perplejos, y el corregidor y otros algunos, que fueron pocos, les pusieron tanto temor diciéndoles que era traición y rebeldía que le hobieron de nombrar rey; y á mi parecer por tirano: y así lo decían algunos portugueses. Y mujeres hubo que ofrecieron misas y romerías porque V. M. reinase. En conclusión alzaron bandera pregonando por las calles á Don Antonio. A esto no se halló el capitan de la armada de la India, que estuvo en la nao. Llámase Saldaña, y es hijo de castellano. Hecho esto, este dia trataron muy desvergonzada los portugueses en tierra hasta tratar de echarnos á fondo, de lo cual de noche vino á avisar á Sarmiento Juan de Betancor, disfrazado y por detrás de todos los navíos y muy á remos callados. Por lo cual en toda la noche estuvimos las mechas encendidas y determinados de morir por Dios y por V. M. pero como he dicho, nadie determinaba osar ser el primero de los que en tales casos suelen caer; y tambien por que algunos hombres de razón debía haber que por sus ciertos modos los refrenaban.

Andando en estas asonadas, llegó una flota de veinte y dos velas de la Nueva-España; y la noche ántes que llegase, como se tuvo aviso de su venida por la atalaya, todos estuvieron en arma en la ciudad creyendo que era armada que V. M. enviaba á tomar la isla, y detuvieron en tierra nuestro batel que había ido por agua, y tambien detuvieron urja chalupa de la flota que llegó á tomar vituallas, y los hicieron estar toda la noche al agua de una grande aguacero; y algunos de los nuestros se vinieron al navío á nado, y nos avisaron de lo que pasaba; y al amanecer llegaron ciertas chalupas de la flota, que iban á comprar refresco, é Pedro Sarmiento las detuvo en este navío avisándolos de lo que pasaba, y embió á tierra un portugués de nuestra compañía á saber como estaba la tierra, y supimos que con saber ser flota de indias habían quietádose, y se holgaban fuesen en tierra. Esto hacen ellos por vender sus frutos y cosechas, y obras de madera, que solo se sustentan con el provecho de las naos de V. M. que por aquí vienen, que son de las que han playa y oro. Con esto nos levamos é hicimos á la vela, y venimos á tener con la flota: y Pedro Sarmiento fué á la capitana de Nueva-España, y comunicó con el general lo que pasaba en el pueblo de Angla y en España, y el servicio que á V. M. se podría hacer en llevar las naos de la India ó alguna dellas á V. M., especialmente la de Malaca que viene muy rica de especería, oro y pedreria preciosa; y eximióse con decir que no tenía comisión; y Pedro Sarmiento le volvió á decir, que la caravela de aviso que había venido de Portugal había de volver esa mesma noche con aviso de lo hecho, y para que saliese armada de Portugal á acompañar á las naos de la India de que seria Don Antonio y su behetría socorridos de moneda, gente y ánimo: y pues esto todo es de V. M. que siquiera tomásemos esta caravela aguardándola al paso para que no fuese aviso al tirano, y V. M. fuese advertido primero y proveyese lo que mas fuese su servicio. Esto pareció á todos, y al general: y quedó que así se hiciese. Y con esta determinación, sin más detenernos, fuimos á la vela la vuelta de la isla de San-Miguel: y Lúnes estando ya á vista de San-Miguel, la capitana de Nueva-España puso bandera en la gavia, y arribamos todos sobre ella á ver que parecer tomaba, y solo fué para decir que volviesen á la tercera á tomar algún agua; y aunque muchas naos le dijeron que tenían lo que habían menester, el piloto-mayor de Nueva-España les hizo que fuesen allá, diciendo que si tardaban cuarenta ó cincuenta dias, ¿donde se habían de rehacer? (¡Cosa ridicula!). Y Pedro Sarmiento, hablando con Don Bartolomé de Villavicencio, le dijo Pedro Sarmiento que él no quería surgir, porque esta no era coyuntura de andar por puertos; quería ir á dar aviso á V. M. y a servirle, y á darle aviso de lo que tanto le cumplía á su ánima, honra y corona. A lo cual respondió el piloto de Nueva-España, que ninguna nao surgiría. Y el piloto-mayor desta nao capitana de V. M. dió todas las velas y salió por toda la armada con harta mohindad del general Sarmiento por ver la flojedad que se tenía en esto: que por un poco de regocijo de tomar cuatro rábanos y dos libras de uvas se dejase de hacer lo que tanto importaba. Y caminando acia la Tercera, vieron salir de la isla la caravelilla de aviso, y Pedro Sarmiento estuvo aguardando á ver qué hacía el general de Nueva-España, según lo que habían concertado y cuando vido que ninguna diligencia hacía, mandó Pedro Sarmiento ir tras la caravelilla que ya iba lejos. En fin sola esta capitana la dió caza hasta muy tarde; y viéndose la caravelilla fatigada, viró la vuelta de tierra y esta nao viró tras ella, y llevándola ya cerca arribó en popa á tierra á la ciudad de la Playa: y en esto anocheció. Por lo cual no la pudimos tomar; y si don Bartolomé enviara siquiera una chalupa de las que traía en la armada, sin falta la tomábamos, porque la chalupa se pudiera meter en tierra mejor que la caravela; lo cual esta nao no pudo hacer sin peligro de perderse. E ya que no la tomamos sirvió de que no nos llevase dos días de ventaja, que una hora suele ser de gran momento en tales ocasiones, y con la vuelta se perdió hasta miércoles tres de agosto con ir y venir á tierra, y con calmas que por la mayor parte hay al abrigo destas islas. Y cuando volvió la flota al puerto ya las naos de la india andaban á la vela á punto de todo. Sola la de Malaca habían metido más hacia la ciudad para favorecerla con la fortaleza del Pueblo. Iten, cuando la flota se volvió al puerto pasó otra caravela de aviso á Portugal, con sus encomiendas y banderas por medio de la flota, y la dejó el general pasar sin saber no inquirir della cosa de diligencia, con estar avisado que habían salido dos caravelas de Lisboa para este efecto.

El miércoles 3 de agosto se hizo la flota á la vela la vuelta de España, y lúnes 15 de agosto, por la misericordia de Dios, reconocimos la costa de España en el cabo de San Vicente seis leguas mas al norte. Laus Deo.

Todo lo cual se leyó públicamente delante de todos los desta nao-capitana, que fueron los siguientes: El padre vicario fray Antonio Guadramiro; Anton Páblos, piloto-mayor; Juan Desquibel, escribano-real; Pedro de Hojeda, contramaestre; Gaspar Antonio, guardian; Maestre Agustin, carpintero; Pedro de Aranda, soldado; Geronimo de Arroyo; Francisco Garces Despinosa; Andres de Orduña; Antonio del Castillo; Pedro Lopez, calafate; Francisco Hernandez; Angel Bartolo; Domingo Vayaneta; Pedro Pablo; Jácome Ricardo; Diego Perez de Albor; y Diego Perez de Villanueva; Pedro Alvarez; Francisco Perez; Francisco de Urbéa; Simon de Abréo; Pedro de Villalustre; Manuel Perez; Matéo Andres; Pedro Marquez; Pedro Gonzalez; Pedro de Bamonde; Francisco Tellez; Pedro de Isasiga; Grabiel de Solis; Pedro de la Rosa. A todos los cuales aquí contenidos les fué preguntando si lo contenido en esta relación era verdad, ó tenían que contradecir; y dijeron ser todo lo que en ella contenido verdad, sin saber cosa alguna que pudiesen ni debiesen contradecir. Y esto es la verdad, y los que supieron firmar lo firmaron de sus nombres y rúbricas; y asimesmo yo Pedro Sarmiento de Gambóa, capitan-superior desta nao y armada de Su Magestad, juró á Dios, á esta y á los Santos Evangelios, que todo lo contenido en esta relacion y derrotero es verdad, y para así en efecto como en ella se contiene, sin exceder en cosa que sea contra la verdad. E por ser así cierto y verdadero, y para que en toda parte tenga fé y crédito que conviene, la firmé de mano y nombre, que es fecha en esta nao capitana nombrada Nuestra-Señora-de-Esperanza, miércoles diez y siete días del mes de agosto de mil quinientos y ochenta años.

Pedro Sarmiento de Ganboa.

Anton Páblos, piloto.

fray Antonio de Guadramiro.

Pedro de Hojeda, contramaestre.

Gaspar Antonio guardian.

Francisco Garces Despinosa.

Pedro de Aranda.

Geronimo Garzes del Arroyo.

Francisco de Gorvea. Antonio del Castillo.

Francisco Perez.

Diego Perez. Francisco Hernandez.

Augustín Grabiel de Solis.

Jacome Ricaldo.

Francisco Tellez.

Pedro de Baamonde.

Andrés de Orduña, escrivano nombrado.

E yo Joan Desquíbel, escribano-real de esta armada y nao-capitana de Su Magestad doy fe y verdadero testimonio, que me hallé presente en todo este viaje y descubrimiento del estrecho de la Madre-de-Dios, ántes llamado de Magallánes, y lo ví; y aquello en que no me halle lo sé por cierta información de las personas que fueron á ello, y por juramento solemne del señor Pedro Sarmiento, capitan superior de esta armada, que fue en los tres descubrimientos, de los tres bateles; y me hallé presente cuando esta relación se leyó de verbo ad verbum ante todas las personas desta dicha nao públicamente, según el muy excelente Señor Don Francisco de Toledo, virréy del Pirú, lo manda por su instruccion. Y leída y entendida, dijeron todos los testigos arriba nombrados y firmados ser verdad todo lo contenido en esta relación, y que no sabían ni tenían que contradecir cosa alguna, y que por tal la daban y aprobaban para que Su Magestad fuese informado con ella de todo lo sucedido en este viaje y descubrimiento. Y conosco á todos los testigos arriba nombrados y ví firmar las firmas, puestas debajo, de los nombres, que son de aquellos que se hallaron en esta nao que sabían firmar: y va escripta esta dicha relación y derrotero en ochenta y cinco hojas con esta en que va mi firma y signo. De todo lo cual doy fe, que es fecha en esta nao-capitana, nombrada Nuestra Señora-de-Esperanza á diez y siete días del mes de agosto de mil é quinientos y ochenta años.

A en testimonio de verdad fice aquí este mismo signo. A tal —Juan Desquibel, escrivano Real —.

Y yo Pedro Sarmiento de Gamboa, capitan-superior de esta armada real de Su Magestad, que vino al descubrimiento del estrecho de Magallanes, certifico á todos los que la presente vieren, que Juan Desquibel, de quien va firmada y signada esta relación y derrotero, es escribano real desta dicha armada, y desta dicha nao-capitana, y á sus escripturas y autos que antél pasan y han pasado se les, da entero crédito como á tal escribano-real desta dicha armada y nao capitana. Y para que de ello conste de esta certificación firmada de mi nombre, que es fecha en esta nao-capitana á diez y siete días del mes de agosto de mil é quinientos y ochenta años.

Pedro Sarmiento de Gamboa