Viajes por América del Sur
Capítulo 3
Confort individual. — Alimentación. — Indumentaria. — Habitación. — Esparcimientos sociales: el Teatro y las tertulias. — Costumbres. — El idioma. — El confort individual entre los habitantes de Buenos Aires es muy limitado. El alimento, como lo he dicho, se reduce a carne de vaca y yerba mate. En cuanto al vestido, no se le presta mucha atención. Los hombres de campo usan el poncho —ya descripto— y con el cuero de las patas traseras de un caballo se fabrican una elegante bota sin necesidad de intermediario; las espuelas enormes y un cuchillo grande a la cintura, completan la indumentaria general del gaucho. Sólo en determinadas ocasiones, el calzoncillo luce adornos más abundantes a la altura de la rodilla. Las clases acomodadas visten ordinariamente como en España; la amplia capa —prenda de vestir obligada en los países donde se presta poca atención a la ropa interior— mantiene aún su jerarquía. Las señoras siguen por lo general las modas de Francia o Inglaterra aunque prefieren las de este ultimo país. Las casas de Buenos Aires, están regularmente amuebladas pero, como en Brasil, los habitantes no han adquirido todavía el gusto por el confort, que para un inglés forma el complemento de su existencia. Se nota mucha afición a las expansiones sociales; el teatro es una de las diversiones favoritas y últimamente se ha construido un nuevo edificio con privilegios y concesiones especiales. Este nuevo teatro hacía mucha falta; cuando yo visité el antiguo, había tanta ventilación, que en los intervalos podían observarse fácilmente las nubes magallánicas; pero es cierto que en la época a que me refiero todo había decaído al último extremo por las sucesivas y desgraciadas revoluciones de 1820. Entonces no existían asientos en el teatro y cuantos concurrían a él enviaban previamente sus propios sillones de sala. Hay una galería reservada para las señoras que no van acompañadas de un caballero; de esta manera se ven aseguradas contra cualquier posible molestia. Las corridas de toros fueron totalmente abolidas hace algún tiempo; ahora parece que el gobierno se ha reservado el derecho de permitirlas dando una licencia especial para cada exhibición y siempre que los toros sean descornados. Resulta un tanto extraña esta disposición cuando se conoce la forma en que tratan a esos animales en la campaña. Cada familia de respetabilidad tiene su tertulia propia, o reunión de la noche, que congrega a las amistades de la casa y donde son recibidos los extranjeros con las mayores muestras de benevolencia y cordialidad. En estas reuniones aparecen las mujeres de la familia y a veces el dueño de casa, pero generalmente, tanto el padre como los hermanos, concurren a otra tertulia o pasan el tiempo hablando de política en el café. La diversión principal consiste en bailar la contradanza española, muy superior a la que se conoce en Inglaterra bajo el mismo nombre y también valses y minuetes, lo mismo que un baile que se acompaña con cantos y en el cual la mujer avanza la primera cantando: “Cielito, mi cielito”, de donde proviene su nombre. La música también forma parte de estas diversiones y muchas de las señoras son muy buenas ejecutantes. Sirven muchos refrescos y a las once termina la reunión. Esta se repite diariamente, por la noche. Los buenos modales y la elegancia de las mujeres son insuperables. Un extranjero pensaría seguramente que son fruto de una larga educación pero en realidad no es así y proceden de una disposición innata y de virtudes naturales. Siempre me impresionó la observación tan certera que me hizo una señora portuguesa cuando salí de Río de Janeiro: Me aseguró que yo iba a encontrarme entre gentes que estimaban más al extranjero que a sus propios connacionales. Las reuniones a que me he referido, habían decaído mucho últimamente, así en número como en esplendor, debido a los numerosos cambios de gobierno que provocaron el odio recíproco entre tres o cuatro familias, dividiendo así a la sociedad en otros tantos grupos hostiles, lo que significó un rudo golpe para la vida social. Muchas costumbres peculiares de los porteños deben de obedecer a la naturaleza del país, tan favorable a la ganadería. Así, el mayor placer consiste en ser perito en .caballos, y todos los poseen en abundancia, gastando a menudo en sus arreos y adornos el dinero que hubieran podido gastar en sus propias prendas de vestir. El caballo se lleva diariamente a la puerta de la casa y allí queda atado para que en cualquier momento su dueño pueda servirse de él. El caballero, así como no emprendería ningún viaje a pie, tampoco ha de cruzar la calzada si no es a caballo. De ahí que los porteños anden cabalgando continuamente. En la orilla del río, las redes se arrastran a caballo; los gauchos se bañan desde el caballo y nadan alrededor de él; el mendigo implora la caridad desde su caballo, en las esquinas, y el hecho de que posea ese animal no quiere decir que no merezca la limosna; tanto daría negársela al mendigo de Londres porque posee un par de pantalones. La costumbre de mendigar ha sido objeto de medidas represivas, y en otras épocas llegó a los mayores extremos, aun entre gente que no era desvalida. Un ejemplo elocuente daban las órdenes religiosas mendicantes. A este propósito me contaron el caso de un fraile que —cierto día— deseaba mucho hacer un obsequio al gobernador don Manuel de Sarratea; vio en el Mercado una hermosa tortuga, preguntó su precio y pidió que se la reservaran porque volvería con el dinero; pusieron a un lado la tortuga y hubo quien observó al fraile que fue hasta la esquina próxima donde se puso a mendigar por algunos momentos, con buen provecho, hasta que recolectó lo que necesitaba; cuando volvió al Mercado pagó el precio de la tortuga y la envió como obsequio al gobernador. Pero esta misma tortuga, debía tener otro destino: fuera porque don Manuel no confiara mucho en el arte de su cocinero, lo cierto es que vio llegado el caso de quedar bien con quien pudiera serle útil en el trance de tener que abandonar repentinamente el mando y decidió mandar la tortuga, como presente, al Comodoro Inglés. Quiso la casualidad, que esa misma noche, don Manuel tuviera que embarcarse muy a pesar suyo... El modo de enlazar caballos ha sido descripto con alguna frecuencia y se realiza con extraordinaria destreza. La abundancia de estos animales y el poco precio que tienen, son causa de que se les dedique a diversos trabajos que en otros países se cumplen por la mano del hombre. Aparte del empleo que se hace de los caballos para la trilla de cereales, también se les utiliza para pisar el barro con que se fabrican los ladrillos; en este último caso un cierto número de animales jóvenes son obligados a galopar entre el barro hasta que la mezcla se considera suficiente. Como es de imaginarse, las bellas artes no están a muy alto nivel; en otras épocas, los indios guaraníes copiaban cuadros y hasta decoraban las iglesias pero al presente no podría encontrarse ningún artista nativo, según me lo han asegurado. El arte del dibujo ha hecho muy pocos progresos no obstante la existencia de una Academia y de un profesor pagado por el Estado. La música ha sido cultivada con mejores frutos. El español hablado en Buenos Aires podría decirse colonial o más bien provincial y es cualquier cosa menos castellano puro. Muchas palabras de uso común se pronuncian en forma desdichada: Caballo, se pronuncia cabadjo; calle, cadje, y así sucesivamente. También hay muchas expresiones que, usadas en España con la mayor propiedad, sería peligroso emplearlas en Buenos Aires. La única universidad del país había sido la de Córdoba, fundada y llevada a la perfección por los jesuitas. Pero al establecerse el Virreinato del Río de Los libros están exentos de derechos de aduana y sorprende la cantidad de obras francesas llegadas al país, así como las que han sido introducidas al interior, hasta grandes distancias. En Buenos Aires, poco es lo que se ha publicado. La obra de mayor relieve es el libro del Deán Funes titulado: Ensayo de Actualmente no existe ninguna publicación científica en Buenos Aires. Antes de la revolución, el gobierno español permitió la impresión de un periódico de agricultura y botánica titulado Semanario de Buenos Aires 1 que fue dirigido por el Dr. Castelli y desapareció por el año 1810. Aparte del Registro Oficial, se publican ahora varios otros periódicos, tales como El Argos y El Centinela. En ocasión de cada cambio de gobierno, se imprimen cantidad de publicaciones periódicas de todos los partidos, que se deleitan en hacerse la guerra y no saben después cómo terminarla. Rivadavia ha hecho todo lo posible por inclinar los espíritus al estudio de las letras y hasta inauguró en enero último (1823), una sociedad literaria; como complemento, ha ordenado también la formación de una antología poética nacional que debía publicarse a expensas del Estado. De esta manera se fomenta el estudio y como los naturales del país aprenden con facilidad, en pocos años habrán de experimentarse los buenos efectos. No podría decirse que la influencia de la religión es considerable; antes bien me parece que disminuye y, siendo así, no es de extrañar que se hayan producido en las instituciones eclesiásticas los cambios de que me ocuparé. He encontrado en todas partes un gran espíritu de tolerancia y cualquiera sea el sentimiento íntimo de los habitantes respecto a religión, nunca dejarán escapar nada que haga siquiera sospechar a los extranjeros que se les tiene en menos por sus opiniones heréticas. Aunque no existe un lugar consagrado al culto protestante y los cementerios de una y otra religión se hallan separados, no se producen aquí las disputas comunes en otros países. Muchos matrimonios han tenido lugar entre presbiterianos y católicos, dándose el caso de que se unan así dos creencias que no armonizan generalmente entre sí, y nunca he oído decir que surgieran diferencias por ese motivo. Parece —es verdad— que la parte puramente religiosa de los asuntos matrimoniales queda en manos de la mujer. La conducta de las clases superiores de la sociedad, en Buenos Aires, es por lo general excelente. Las nuevas generaciones que ahora disponen de un buen sistema educacional, podrán unir la información y los conocimientos adquiridos, a la buena índole innata que poseen. Al hablar, como lo hago, en forma muy favorable del sexo femenino, tengo en cuenta ciertas calumnias que han predominado al respecto y por eso mismo siento una doble satisfacción al señalar el verdadero carácter de aquél. Ha estado de moda siempre atribuir los vicios de Las familias ricas se hallan en ese sentido a un nivel algo superior, pero aun así, poseyendo lo necesario y hasta cierto confort de vida, no sienten la necesidad del esfuerzo personal como los habitantes de los países septentrionales (de Europa). En las clases bajas, esa disposición de espíritu tiene fatales consecuencias. La ambición principal de esta gente es evitar toda clase de esfuerzo y trabajo, cualquiera que sea. Sentarse en una pulpería, jugar una partida de naipes —que no requiere ninguna fatiga—, beber fuerte si la suerte no acompaña y herir de una puñalada al que ganó la partida: he aquí una manera muy común de pasar el tiempo para un individuo de las clases pobres en Buenos Aires. Cerca de las pulperías suelen verse cruces que dan testimonio de las riñas ocurridas allí. Por la menor disputa estos hombres envuelven el poncho en el brazo izquierdo y sacan a relucir el cuchillo en la mano derecha. Felizmente pocos son los combates que terminan con la muerte. Usan el cuchillo con destreza extraordinaria y cuando quieren matar hieren al adversario en el corazón. últimamente han sido adoptadas varias medidas para reprimir esta bárbara costumbre homicida; se ha prohibido el uso de dagas, cuchillos y otras armas de esa especie llamadas armas blancas. A fin de limitar el número de pulperías se les ha cargado con pesados impuestos. Pero debe decirse, los crímenes mencionados se producen siempre en el fuego de la pasión; quien irrita a uno de estos hombres de Buenos Aires puede considerarse perdido. Es fácil por otra parte irritarlos con sospechas, desconfianzas o alarmas infundadas que los llevan a los más lamentables crímenes. Causas de esta naturaleza fueron las que provocaron aquel desventurado y fatal suceso ocurrido cerca de Montevideo en 1820. Los crímenes premeditados, sin embargo, se dan muy raramente. La gente del pueblo es, sin duda, de buena índole y nadie ha puesto jamás en duda su honradez. Lo único que falta es el espíritu de trabajo. Los hombres no quieren ocuparse de otra cosa que del caballo. La mujer hace oficio de esclava y está obligada a ejercitar tanto su razón como sus manos en beneficio del marido. Ella es la que cuida la vaca lechera, ordeñando apenas la cantidad de leche necesaria para la familia; nada más. La manteca y el queso le son casi desconocidos. Si alguien entra al rancho, la mujer es quien ofrece un banquillo o una cabeza de vaca como asiento; el marido no se levanta de donde está sentado. Le complace la visita del extraño pero dejaría de serle agradable si le exigiera el menor esfuerzo corporal. El visitante puede acercarse al fogón, tomar la pava en que hierve el agua para el mate; cortar carne de la estaca que sirve de asador, pero todo habrá de hacerlo por sí mismo; pedir al gaucho un esfuerzo cualquiera sería correr el riesgo de molestarlo y terminaría por llamar a la mujer sin volver la cabeza. Nada llama tanto su atención como ver al extranjero ocupándose de sus propias cosas y vigilándolo todo por sí mismo. Diríase que experimenta un sentimiento de compasión por ello. Este es el carácter observado en el gaucho de los alrededores de Buenos Aires, que pocos extranjeros han tenido tanta oportunidad de ver como yo en el poco tiempo que permanecí en el país. Muchas de sus faltas proceden de sus hábitos de vida y quizá del sistema de trabajo usado en las grandes estancias donde se le remunera con muy poco más de lo necesario para subsistir; muy luego deja el trabajo en una estancia y se traslada sin dificultad a otro punto de la provincia, muchas veces sin anunciarlo siquiera. Esto lo predispone a la vagancia y a la rapiña y no es fácil en las pampas aplicar estrictamente la ley. Los disturbios habidos en el país han contribuido mucho, asimismo, a inculcar en las clases pobres la aversión por la vida regular y los hábitos de trabajo. Aun así, la desmoralización está todavía lejos de aquel punto a que podrían llevarla las causas referidas. Después de todo, debo decir que pienso bien de estos hombres de Buenos Aires. No tienen dobleces ni disimulos y con menos indolencia serían los hombres más serviciales, así como serían los más afectuosos si tuvieran un ligero dominio sobre sus pasiones. Es innegable que existen acentuadas diferencias de carácter entre los naturales de las diversas provincias del Río de En el año 1821, se realizó un censo de la población que, por una u otra causa, no ha sido publicado por el gobierno. Dícese que la ciudad tiene ochenta mil habitantes pero tengo motivos para creer que no pasa de sesenta mil. La primera cifra debe computarse para la provincia, comprendidos los indios pampas. A causa del estado de intranquilidad por que ha pasado el país desde Dado el género de vida que llevan los indios, no es de sorprender que se tengan escasas noticias sobre el número que alcanza esta población. Los indios pampas, sin embargo —y si ha de juzgarse por los que trafican con Buenos Aires —parece que aumentan. La viruela y otras enfermedades se han propagado también entre las tribus indígenas, porque desde que se produjo la injusta expulsión de los jesuitas, la mayoría de las tribus se han dispersado llevando consigo muchas de las enfermedades que habían adquirido de los criollos. Sabido es que en estas regiones no se experimentó la necesidad de introducir esclavos hasta pasados muchos años después de la conquista, y ello se debió a la existencia de una población indígena que los conquistadores subdividieron obligándola a cultivar la tierra en su beneficio; también contribuyó mucho la circunstancia de que no existieran minas ni otro laboreo análogo nocivo a la salud (a excepción de la cosecha de yerba en el Paraguay). Así y todo, cuando se advirtió que disminuía la población indígena y en parte también por un sentimiento de conmiseración hacia ella, se impuso la necesidad de importar esclavos negros. Varias naciones europeas, Inglaterra, Francia, etc., que mantenían asientos en la costa de áfrica, entraron en tratos para proveer de esclavos al Río de Por lo que hace al monto de la población en las provincias, ha sido exagerado mucho hasta por personas que debían de estar bien informadas al respecto. Según las mejores referencias, la población del país (Buenos Aires y las capitales de provincia) no puede pasar de cuatrocientos cincuenta mil habitantes, sin contar la población india. En la mayoría de las provincias los gobiernos se han ocupado de aumentar la población y como consecuencia se han dejado sin efecto las medidas que dificultaban la celebración de matrimonios. En Buenos Aires se dictó una ley en 1817, que prohibía los casamientos entre españoles y criollos pero esta ley ha sido derogada en agosto de 1821. También ha sancionado A partir de 1820, año en que las provincias se separaron de Buenos Aires, fué necesario dar otra denominación al jefe del Estado. El general Rodríguez, elegido el 6 de octubre de 1820 por el término de tres años, se llama “Gobernador y Capitán General de Poco hay que decir con respecto a este oficial, sino que posee en grado eminente la más preciada de las cualidades en un gobernante, que es la firmeza en la acción y a esto deben atribuirse las grandes mejoras que ha experimentado la provincia desde el comienzo de su gobierno. Rodríguez se ha distinguido siempre por su gran patriotismo; fue uno de los primeros que se pronunciaron por la libertad de su país y por el rompimiento con España; también figuró entre las dieciséis personas que planearon la revolución de 1810 e impusieron la primera junta de gobierno que sucedió al Virrey Cisneros. Su reconocida firmeza le ha permitido mantener de continuo el orden. Cuando se hizo cargo del gobierno, después que subieron los cívicos, hubo muchos muertos en las calles de Buenos Aires. Aludiendo a este hecho. Rodríguez dijo en cierta ocasión en que se anunciaban disturbios, que, así como había subido al gobierno con sangre, bajaría de él con sangre si fuese necesario. Quizás no hubiera podido encontrarse hombre de índole más apropiada para los tiempos que corren y para el pueblo que gobierna. Según parece, el deseo general es que sea reelecto por un nuevo período. Los privilegios existentes en Al dejar el poder el Director Pueyrredón, a fines de 1819, y más cuando se produjo la separación de las provincias, el Poder Legislativo funcionó en forma bastante irregular. En ciertas ocasiones fue ejercido por el Cabildo o Municipalidad; otras veces cayó en un completo marasmo y al último los cambios continuos en el Poder Ejecutivo anularon por un tiempo al Legislativo. Al ser derrotados los Cívicos, En un principio, el cargo de diputado no era considerado como un honor; llegar hasta él importaba encontrarse en una peligrosa altura desde donde el agraciado podía precipitarse súbitamente, dada la inestabilidad en que vivían los gobiernos. En la última elección ya no se observaba lo mismo y —tanto los candidatos como los electores— parecían haber adquirido conciencia del honor que esa función significa en los pueblos donde hay motivos para considerarla seriamente. Las sesiones de Las mejoras alcanzadas en todas las ramas de la administración y sobre todo en las finanzas y en el servicio de policía, deben atribuirse al nombramiento de don Bernardino Rivadavia como secretario de Estado. Este nombramiento se hizo en julio de 1821, cuando el país había caído muy bajo a consecuencia de las guerras civiles y de los malos gobiernos. Desde entonces todo ha cambiado mucho; ha vuelto la confianza y han sido extirpados de raíz muchos prejuicios. Rivadavia fue por algún tiempo agente de Buenos Aires en Londres; con ese motivo pudo compenetrarse de nuestras admirables instituciones; vio cuáles eran adaptables a su país y cuáles no podían transplantarse por falta de ambiente. De suerte que hizo todo lo posible por tomar a Inglaterra como modelo y en ello fue secundado por la parte pensante de la sociedad. García, el actual Ministro de Hacienda había sido por varios años agente en Río de Janeiro y su nombramiento dio mucho crédito al gobernador. Un asunto que ha merecido mucha atención a Rivadavia es la situación de La primera iniciativa que tuvo don Bernardino Rivadavia al subir al poder, fue cortar las alas al clero regular y cercenar en lo posible su influencia, porque advirtió que las congregaciones religiosas harían fracasar todos sus planes como lo habían hecho ya en todos los países católicos donde sobresalen por su espíritu de intriga y sus tendencias antiliberales. Comenzó poniendo un límite al ingreso de órdenes religiosas y prohibiendo que entraran a la provincia sin una autorización expresa del gobierno. Después envió sucesivamente a Rivadavia ha organizado también en gran parte la justicia. Sin modificar las leyes españolas, ha elevado los sueldos de que gozan los jueces, sustrayéndolos así a la tentación y se les ha obligado a presentar una lista mensual de todas las causas criminales o civiles falladas o en trámite. Debido a estas medidas, la justicia es ahora más rápida en sus procedimientos. Hay cuatro consejeros de justicia con un sueldo de 2.500 pesos y cinco jueces de corte con 2.000 pesos de sueldo. El Consulado tiene jurisdicción exclusivamente comercial. El Cabildo, o cuerpo municipal, tiene, en parte, el cuidado de la ciudad y uno de sus alcaldes desempeña el cargo de defensor de pobres. El juicio por jurados no ha sido aún establecido y quizás sea difícil encontrar un número suficiente de personas que puedan desempeñar esas funciones. En todas las causas judiciales, las partes pagan sus propias costas. Los únicos crímenes castigados con la pena de muerte, son: el de alta traición, el de asesinato y el de robo. últimamente los militares han sido sometidos al fuero civil, como todos los habitantes del país. |
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