Buenos Aires en el centenario /1810-1834
Apéndice
Complemento del capítulo III Convención Hecha y concluida entre los Gobernadores D. Manuel Sarratea, de la Provincia de Buenos Aires, D. Francisco Ramírez de la de Entre Ríos, D. Estanislao López de la de Santa Fe el día veinte y tres de Febrero del año del Señor mil ochocientos veinte, con el fin de terminar la guerra suscitada entre dichas Provincias, de proveer a la seguridad ulterior de ellas, y de concentrar sus fuerzas y recursos en un gobierno federal, a cuyo objeto han convenido en los artículos siguientes: Artículo 1 - Protestan las partes contratantes que el voto de la Nación, y muy particularmente el de las Provincias de su mando, respecto al sistema de gobierno que debe regirlas se ha pronunciado a favor de la confederación que de hecho admiten. Pero que debiendo declararse por Diputados nombrados por la libre elección de los Pueblos, se someten a sus deliberaciones. A este fin elegido que sea por cada Provincia popularmente su respectivo representante, deberán los tres reunirse en el Convento de San Lorenzo de la Provincia de Santa Fe a los sesenta días contados desde la ratificación de esta convención. Y como están persuadidos que todas las Provincias de la Nación aspiran a la organización de un gobierno central, se comprometen cada uno de por sí de dichas partes contratantes, a invitarlas y suplicarles concurran con sus respectivos Diputados para que acuerden cuanto pudiere convenirles y convenga al bien general. Artículo 2 - Allanados como han sido todos los obstáculos que entorpecían la amistad y buena armonía entre las Provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe en una guerra cruel y sangrienta por la ambición y la criminalidad de los muchos hombres que habían usurpado el mando de la Nación, o burlado las instrucciones de los Pueblos que representaban en Congreso, cesaran las divisiones beligerantes de Santa fe y Entre Ríos a sus respectivas Provincias. Artículo 3 - Los Gobernadores de Santa Fe y Entre Ríos por sí y a nombre de sus provincias, recuerdan a la heroica Provincia de Buenos Aires cuna de la libertad de la Nación, el estado difícil y peligroso a que se ven reducidos aquellos Pueblos hermanos por la invasión con que lo amenaza una Potencia extranjera que con respetables fuerzas oprime la Provincia aliada de la Banda Oriental. Dejan a la reflexión de unos ciudadanos tan interesados en la independencia y felicidad nacional el calcular los sacrificios que costará a los de aquellas provincias atacadas el resistir un Ejército imponente, careciendo de recursos, y aguardan de su generosidad y patriotismo auxilios proporcionados a lo arduo de la empresa, ciertos de alcanzar cuanto quepa en la esfera de lo posible. Artículo 4 - En los Ríos de Uruguay y Paraná navegarán únicamente los buques de las Provincias amigas, cuyas costas sean bañadas por dichos Ríos. El comercio continuará en los términos que hasta aquí, reservándose a la decisión de los Diputados en Congreso cualesquiera reforma que sobre el particular solicitaren las partes contratantes. Artículo 5 - Podrán volver a sus respectivas Provincias aquellos individuos que por diferencia de opiniones políticas hayan pasado a la de Buenos Aires, o de esta a aquellas, aun cuando hubieren tomado armas y peleado en contra de sus compatriotas: serán repuestos al goce de sus propiedades en el estado en que se encontraren y se echará un velo a todo lo pasado. Artículo 6 - El deslinde de territorio entre las Provincias se remitirá, en caso de dudas a la resolución del Congreso general de Diputados. Artículo 7 - La deposición de la antecedente administración ha sido la obra de la voluntad general por la repetición de desmanes con que comprometía la libertad de la Nación con otros excesos de una magnitud enorme. Ella debe responder en juicio público ante el Tribunal que al efecto se nombre; esta medida es muy particularmente del interés de los Jefes del Ejército Federal que quieren justificarse de los motivos poderosos que les impelieron a declarar la guerra contra Buenos Aires en Noviembre del año próximo pasado y conseguir en la libertad de esta Provincia a la de las demás unidas. Artículo 8 - Será libre el comercio de armas y municiones de guerra de todas clases en las Provincias federadas. Artículo 9 - Los prisioneros de guerra de una y otra parte serán puestos en libertad después de ratificada esta convención para que se restituyan a sus respectivos Ejércitos o Provincias. Artículo 10 - Aunque las Partes contratantes están convencidas de que todos los artículos arriba expresados son conformes con los sentimientos y deseos del Excmo. Sr. Capitán General de la Banda Oriental Don José Artigas según lo ha expresado el Sr. Gobernador de Entre Ríos que dice hallarse con instrucciones privadas de dicho Sr. Excmo. para este caso no teniendo suficientes poderes en forma, se ha acordado remitirle copia de esta nota, para que siendo de su agrado, entable desde luego las relaciones que puedan convenir a los intereses de la Provincia de su mando, cuya incorporación a las demás federadas, se miraría como un dichoso acontecimiento. Artículo 11 - A las cuarenta y ocho horas de ratificados estos tratados por la Junta de Electores dará principio a su retirada el Ejército federal hasta pasar el Arroyo del Medio. Pero atendiendo al estado de devastación a que ha quedado reducida la Provincia de Buenos Aires por el continuo paso de diferentes Tropas, verificará dicha retirada por divisiones de doscientos hombres para que así sean mejores atendidas de víveres y cabalgaduras, y para que los vecinos experimenten menos gravamen. Queriendo que los Sres. Generales no encuentren inconvenientes ni escasez en su transito para si o sus tropas, el Señor Gobernador de Buenos Aires nombrará un individuo que con este objeto les acompañe hasta la línea divisoria. Artículo 12 - En el término de dos días o antes si fuese posible será ratificada esta prevención por la muy Honorable Junta de Representantes. Hecho en la capilla del Pilar a 23 de febrero de 1820. Manuel De Sarratea - Estanislao López - Francisco Ramírez. La Junta de Representantes Electores aprueba y ratifica el precedente tratado. Buenos Aires, a las dos de la tarde del día veinte y cuatro de febrero de mil ochocientos veinte años. Thomas Manuel de Anchorena - Juan J. C. de Anchorena - Vicente López - Antonio José de Escalada - Manuel Luis de Oliden - Victorio García de Zuñiga - Sebastián Lezica - Manuel Obligado. Complemento del Capítulo IV Señor Gobernador Provisorio de la Provincia de Santa Fe,Comandante don José R. Méndez. Sabedor el gobernador en campaña del movimiento del ejército federal sobre el Pergamino, en circunstancias de halarse situado con el de su mando en el territorio de Santa fe, al norte del Arroyo del Medio, agitado su orgullo por la sorpresa y castigo que recibió el desnaturalizado Obando y toda su división, cuando con el infame proyecto de quemar la guardia de Melincué y talar su campaña, intento volverme la mano sorprendiendo todo el ejército en las chacras del mayor Benítez, a cuyo punto me había repleto para proteger la marcha de los prisioneros y ganados a sus respectivos depósitos. En efecto; a las diez de la mañana del 2 del corriente, pudo llegar con ochocientos hombres de caballería sin ser sentido, hasta colocarse a una legua a retaguardia de mi campo; mis partidas exploradoras me informaron de su aproximación. Como yo estuviese satisfecho de mis fuerzas para escarmentar al enemigo, cuanto de lo fascinado que éste estaba después del decantado e insignificante triunfo de Pavón, celebré me anticipase la oportunidad de convencerlo de su temeridad e impotencia. Dispuse la marchade mi división, y muypronto estuvimos a la vista de los enemigos, que desplegaron en batalla sobre una cuchilla donde esperaron a ser atacados. Mandé que la división de vanguardia se dirigiese hacia la derecha, para distraer, envolver si podía, o atacar la izquierda enemiga, y destiné con el primer objeto una corta fuerza de guaycurues y dragones de mi escolta contra la derecha, desplegando el resto del ejército en batalla a su frente, a menos distancia de un tiro de fusil. Parecía regular que, haciéndose este movimiento tan inmediato a esta fuerza que ocupaba superior posición en la propia formación para cargarnos, no nos hubiese dado tiempo para concluirlos; pero ella se mantuvo firme hasta que, situada una pequeña reserva en retaguardia a nuestro centro, ordené que lo ejecutasen mis tropas sin hacer uso del fusil. Así se hizo, y el enemigo, cuya línea en dos filas ocupaba igual terreno que la nuestra en alas, salió con denuedo a recibirnos, con ventajas muy conocidas por su mayor numero, y el orden que por su doble formación pudo conservar hasta cruzar sables, momento en que mis heroicos soldados les probaron la injusticia con que en un mes de aparentes glorias les dieron el renombre de cobardes.Los supuestos héroes de San Nicolás y Pavón, fueron obligados a mostrar la espalda sin haber dado a nuestra línea nueva ocasión de distinguirse. El enemigo emprendió una fuga vergonzosa con tanto empeño, como a su alcance los nuestros: abandonó su comisaría, municiones y artillería, dejando el campo, en la distancia de nueve leguas, en que fue perseguido hasta repasar el Arroyo del Medio, cubierto de cadáveres, prisioneros, caballadas y armas. Oficiales han escapado muy pocos, y ni el general se habría escapado si las fuerzas destinadas a impedir los pasos del río, hubiesen podido llegar oportunamente, o si los caballos de los perseguidores hubiesen sido tan excelentescomo los de los que huían . Los Jefes de la división, oficiales y soldados, todos se han distinguido a porfía: todos son dignos de la gratitud de la Nación. El adjunto estado instruirá a V. de la pérdida que ha sufrido el enemigo y de la nuestra; las heridas de los valientes oficiales, comandante de dragones don Juan Luís Orrego y alférez don Domingo Pajón, son leves, y muy pronto estarán aptos para hacer el servicio. Los tiranos aprenderán para lo futuro, que no es fácil insultar con impunidad a la provincia de Santa Fe, y sabrán que las miserables reliquias del ejército de ladrones no les permitirán lograr con facilidad el descabellado proyecto de esclavizar por más tiempo a los pueblos de la liga. Quiera V. informar a los de la provincia de las glorias que hemos alcanzado por sus decididos esfuerzos. Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. Cuartel general en el Arroyo del Medio, Septiembre 4 de 1820. Estanislao López. Complemento del Capitulo V Buenos Aires, 15 de Octubre de 1820. Señor don Manuel José García. Querido amigo: Por ahora ha cesado la anarquía:pero ¡cuánta sangre no ha costado! ¡Con qué intrepidez no seha peleado, y que valor tan malogrado! Yo, que no he andado sino una parte del teatro,he visto más de treinta compatriotas revolcados en la tierra empapada con su sangre;he visto lagunas de esta misma al tiempo de secarse con el sol, levantarse en punta y con una crispatura que indicaba todavía sus odios, yo me horroricé, pero mucho más ahora cuando considero el peligro en que hemos estado. Escuche usted un ligero bosquejo de estos días aciagos. Luego que Martín Rodríguez fue electo gobernador, la facción de Sarratea y el Cabildo empezó a trabajar por quitarlo a él y a la junta que lo había elegido. Rodríguez puso presos a algunos de los facciosos y se disponía a desarmar el segundo tercio en que se apoyaba: pero los restantes, a saber: Dolz, Zavaleta, Pagola, Quintana y otros, logrando seducir al regimiento Fijo, creado por Soler y compuestode200 y más hombres de lo peor, citando clandestinamente el segundo tercio, ocuparon el Retiroa las 9 de la noche. El gobernador hizo guarnecer la plaza con partedel regimiento de cazadores, lleno de incertidumbres, a la que los facciosos cargaron haciendo fuego, y los veteranos, cuya moral siempre se relaja en esta clase de guerra, parte se unieron y parte se resistieron, lo cierto es que aquellos quedaron dueños del campo y de 10 a 17 cadáveres y algunos heridos. Entre ellos lo fue mortalmente nuestro honrado amigo Mariano Azevedo, era muy querido de sus jefes y compañeros: su familia está inconsolable porque cuanto podía ahorrar de su corto sueldo, tanto lo empleaba en el pan de sus hermanos, y es generalmente sentido, prueba de que la honradez es la primera de las cualidades. El gobernador escapó por la calle de San Francisco y los presos fueron puestos en libertad, de suerte que el sol del 1° de Octubre, volvió a calentar las pasiones de aquellos que no debían vegetar sino a la sombra. En este día se echó un bando furibundo para que el pueblo se reuniese al otro en San Ignacio, y así, trasladémonos a esta célebre asamblea. Su organización era ésta; La facción del Cabildo. La de Sarratea a que pertenecía Agrelo, escoltado de 10 o 12 hombres de puñal. Algunos jóvenes honrados a quienes nada de esto les aterraba. Los federales bobos, muchos extranjeros mirones y entrometidos, alguna gente decente y bastante chusma de todos los partidos. El alcalde, como presidente, abrió la sesión, y enseguida apoderándose Agrelo de la tribuna, empezó a decir con furor que era preciso nombrar gobernador en el acto; excusó los delitos de Sarratea y Soler, suplicó al pueblo que se convenciese que Dorrego era federal, y por lo mismo el mejor indicado para gobernador en las circunstancias; dijo que era tiempo de empaparse en la sangre de los realistas y de los partidarios de Pueyrredón y Alvear, porque eran portugueses. Todo esto lo aplaudieron sus satélites. Luego que bajó este furioso, subió un mocito del campo llamado Leal, como de 28 años, con un poncho colorado atado a la cintura, y conla presencia del que tiene luces naturales y un corazón fuerte y honrado; hablócon los sentimientos de la buena gente y concluyó diciendo que él sería el primero en votar por Dorrego, pero que se hiciese la elección tomando los votos casa por casa, pues la reunión en que se hallaba no estaba libre, sino dominada por una facción. En el momento el pueblo lo colmó de vivas y dijo que se hiciese lo que decía el del ponchito. Hallándose vacante la tribuna, la ocupó un italiano medio loco, llamado Virgil, y esparciendo su mirada por los altares vio en uno de ellos que Santa Teresa tenía dos velas encendidas y exclamó: ¡Oh bárbara preocupación! ¿Cómo es que Santa Teresa se atreve a tener velas encendidas, ante la soberanía del pueblo? Entonces el pueblo, tomando su buen humor, lo hizo bajar a fuerza de risa y silbidos. Agrelo volvió a subir, y cambiando el concurso de tono, le mandó que se bajase; él pidió silencio; y obtenido, dijo que creía que 4 o 6 enemigos suyos le impedían el que hablase; entonces, sacando todos los pañuelos y batiéndolos le gritamos que todos, todos no queríamos escucharlo, y alguno echando mano al puñal, consultó a sus amigos si lo mataría. Después habló Vélez y en su contra Várela; hubo muchos debates en pro y en contra, y el pueblo, de cuando en cuando gritaba que se hiciese lo del ponchito. Viendo los facciosos que estaban perdidos, se convinieron con el pueblo en que la votación sólo duraría dos días, y con esto se disolvió la asamblea. En este momento apareció nuestro don Nicolás Anchorena metido en su capote de bayetón bajo el cual se vislumbraban armas, y con voz ronca y balbuciente atacó a Agrelo y le dijo que era un hombre de bien que a nadie temía, y así venía determinado a hacerlo desdecir de las calumnias que contra él había dicho; que él sí lo denunciaba al pueblo como a un traidor que tenía en compañía de Santos Rubio comunicaciones con Carreras. Agrelo, pálido y mudo, no atinaba a excusarse y mucho más cuando vio que un joven sacó una pistola para matarlo, pero Anchorena le dijo que nada temiese porque lo defendería hasta morir. Agrelo tironeando pudo ganar la puerta que da al claustro: se ocultó en el Colegio y los demás se retiraron a preparar las armas para defender su razón. Me era muy satisfactorio ver a muchos Jóvenes inermes atacar con frente serena a un jefe de asesinos y gritarle «muera» cuando hubo un solo Cicerón que hiciese otro tanto con Catilina. El día 3, Martín Rodríguez se situó en el puente de Barracas con la división de Rozas. Allí se le reunieron muchos de la campaña, del 1º y 3° tercio y algunos cazadores que salían de la ciudad. El 4 se acercó a las inmediaciones de la ciudad y entonces se le empezó a unir mucha gente decente y todos los que, deseando pelear por el orden, no lo habían hecho faltos de proporción. Sus guerrillas se avanzaron hasta el hospital de Betlem. Los sediciosos se apoderaron de la plaza en cuyas bocas calles colocaron artillería, reunieron toda la canalla que pudieron, armaron los chílotes prisioneros, y siendo más de mil hombres, coronaron todas las azoteas que distaban una cuadra de la plaza. En este día y en la mañana del 5 hubieron fuertes guerrillas por las calles de Santo Domingo, el Colegio y Correo en las que murieron algunos combatientes y mirones por que todo el mundo paseaba las calles como si nada hubiese. Es de advertir que en este tiempo no dejaban de ir y venir los parlamentos que a pesar de su banderita blanca tenían que hacerlo entre las balas; a la noche cada uno se retiraba a su campo, y aunque el pueblo estaba sin una patrulla, no se notó el menor desorden. El día 5 al medio día, viendo Rodríguez que nada bastaba a contentar a los sediciosos, se dispuso al ataque; formó las divisiones, les destinó puntos y marchó con un orden y silencio admirable, de suerte que más que soldados milicianos parecían cuerpos de hombres pensadores que venían sintiendo profundamente verse en la dura necesidad de castigar a sus hermanos descarriados. Luego que estuvieron a tiro, se rompió el fuego por todas partes y se fue avanzado con mucho silencio, intrepidez y pena, hasta situarse a una cuadra de la plaza y ganar las alturas del Colegio y San Francisco. Los facciosos tuvieron que desalojar con gran pérdida por la parte del Sud, las azoteas de Marcos Elorriaga y reconcentrarse en la plaza. Los artilleros de las bocacalles dominadas por dichas alturas no podían arrimarse al cañón sin perecer. Habrían pasado más de dos horas de muertes y estragos cuando pusieron en el Cabildo bandera blanca, a cuya señal hizo alto el fuego. Muy poco a poco se comenzó a tratar; se intimó a los de la plaza que sus vidas serían conservadas y que se retirasen a sus casas dejando las armas; a esto se negaron con altivez: se les concedió que las llevasen y accedieron con la condición que los de afuera desocuparían primero, las alturas, en lo que demostraban la mala fe con que obraban y mucho más ocupando las azoteas de la Recoba, Cabildo y demás alturas de la plaza. En vano algunos de sus jefes y los parlamentarios Alzaga y Sauvidet manifestaban a la chusma despechada que serían pasados a cuchillo: ella les amenazaba fusilarlos si no se retiraban. Rodríguez, mirando por la humanidad, demoraba el ataque cuando ellos rompieron el fuego: pero en vano, por que los de las alturas hicieron al instante bajar a los de la Recoba y la caballería, sufriendo el primer cañonazo de metralla en las calles donde pudieron tirarlo, avanzó a rienda suelta y se metió en la plaza. Aquí fue, amigo mío, donde todos revueltos se mataban unos a otros sin compasión, muchos facciosos metidos tras de los pilares de la Recoba nueva en la vereda ancha prefirieron morir a rendirse y los del Cabildo y azoteas, protejidos de la noche, fugaron saltando de casa en casa de suerte que no se hicieron 50 prisioneros. Luego que se disparó el último tiro con intenciónde ofender, no se disparó otro con la de celebrar el triunfo, y lo que es más, no se oyó un solo viva ni se vio la sonrisa en el rostro de los vencedores; sino que todos se ocuparon en socorrer indistintamente a los heridos y ocultar los cadáveres. Se calcula que éstos habrán sido de 150 a 200. Era tan conocido el carácter de los vencedores, que durante y después de la acción todo el mundo estaba en la calle y socorría a la tropa con lo que podía. Ya es tiempo de hablar de la división del sud al mando de Rozas. Estos 700 hombres compuestos de los hacendados y sus peonadas, se determinaron voluntariamente a sostener el Gobierno. En su tránsito desde las chozas más cercanas al polo hasta este pueblo, no cometieron el menor exceso. Se veían todavía algunos paisanos de nuestro siglo de oro, de los que honraron a Ceballos en la Colonia, y en todos un aire simple y humilde. Su uniforme era una camiseta y gorro colorados. Rozas les mandó que no bebiesen y ellos obedecieron bajo santa obediencia, porque aun aquellos que estaban dispersos y sin testigos no aceptaban el vino y aguardiente que se les ofrecía por tas ventanas, a pesar que se les conocía en los ojos que eran Tántalos voluntarios. Los sediciosos habían empezado a saquear muchas tiendas de la plaza y los géneros estaban todos revueltos y en atados. Por pronta providencia para que no los robasen, se colocó un colorado de guardia en cada puerta; los dueños, temiendo a los centinelas, empezaron a recogerlo todo y ellos, riéndose, les decían; «señor; no tenga cuidado, ande despacio que no le hemos de levantar ni siquiera una hilacha» — Al otro día estaban estos hombres tan silenciosos y humildes comiendo asado en sus fogones, que no parecían vencedores; y me sucedió que yendo yo a pasar por una puerta guardada por uno de ellos que paseaba delante, todo abierto de piernas me dijo: (apuntando con su sable al medio de la calle) «señor, pase su merced por allí». No puede V. figurarse el entusiasmo con que los extranjeros hablan de los colorados, y todos aseguran no haber visto cosa semejante, pues temían un saqueo, venciese quien venciese. La demás tropa cívica y veterana ha querido ser su émula y no se ha cometido ningún desorden ni el más leve insulto. Esta ha sido la feliz terminación del 5; pero ¿cuál habría sido si vencen los contrarios? En pocas palabras; —1º el saqueo de Buenos Aires, pues la chusma estaba agolpada en las esquinas envuelta en su poncho esperando el éxito y si la intrepidez de los colorados no vence en el día, esa misma noche se les unen 4 o 6 mil hombres de la canalla y es hecho de nosotros, y 2º la proscripción que haría Agrelo. Vd. lo conoce y sabe que la horca habría andado lista. ¿Y que esperarían sus parientes y amigos de un hombre que dice aborrece a don Manuel de Arroyo porque lo cree amigo de V., que es el americano más pícaro que alimenta la tierra? Sin duda alguna somos amolados. Esto era lo que temíamos cuando no quisimos poner bajo la prensa un papel de desmentidos. Ahora he hablado a su padre de V. tres o cuatro veces para que lo imprima, y me ha dicho que sí; pero yo creo que al viejo aun no le ha salido el susto del cuerpo. Adiós amigo mío; yo quisiera hablar a Vd. lo que pienso de la conducta de Sarratea, de la intervención de los ingleses y de los de Montevideo; pero temo la vergüenza de presentar fantasmas de mi imaginación. Aquí se ven cosas que colgadas parecen bolsas. Adiós. Roxas. Somos 20 de Noviembre. Remito a V. por Magallanes 30 ejemplares de la «Gaceta» de hoy que me ha dado su padre con este fin, y por mi parte los papeles en que se responde a Casaflores porque creo que entre diplomáticos rivales son muy buenos avisos. Complemento del Capítulo VII Casa del gobierno de Buenos Aires, A las 6 de la mañana del 20 de Marzo de 1823. Conciudadanos; Cuatro horas ha que una turba, capitaneada por asesinos y forasteros, se atrevió a interrumpir vuestra paz, a despedazar vuestro crédito, a violar los respetos de una autoridad constituida sin tumultos. Y cuatro horas ha que esta misma autoridad garantida por la fuerza de su nombre y animada por la seriedad de su conciencia, os ha librado con un golpe de energía del abismo más espantoso. Conciudadanos: Fíjaos bien atentamente sobre esta situación. Esta es toda la recompensa que os demanda el gobierno delegado. Fijaos, conciudadanos, hoy que nuestra aspiración es conocida a comprar con el buen juicio, con el honor y con la libertad él respeto tanto exterior como interno. Por lo demás, el gobierno delegado que por la vía de hecho os ha restituido a la tranquilidad, creedle, por todas las vías a su arbitrio ha de mantenerla o ha de pagar bien caro todo el que se arroje a perturbarla. Conciudadanos: A las tres de la tarde de este día la Plaza de la Victoria admite todo hombre de orden, que espontáneamente quiera consagrarse a ayudar al gobierno delegado a echar los cerrojos de firme a los abismos dela anarquía. Entretanto él os recomienda, conciudadanos, que miréis bien, y contempléis a vuestra patria, y a vuestras autoridades. Bernardino Rivadavia. ACUERDO DE LA AUTORIDAD Buenos Aires 21 Marzo de 1823. Concurriendo una multitud de datos a hacer aparecer como autor y director principal de la asonada de la noche del día diez y nueve del presente mes de Marzo, al doctor don Gregorio Tagle que se hallaba confinado en su casa de campo, en consecuencia de lo sancionado por la Sala de Representantes en el año anterior; a que debe agregarse la seguridad que el gobierno tiene de que la casa de dicho Tagle en la campaña ha sido en donde se ha enarbolado y mantenido así una bandera de insurrección, sirviendo de punto de reunión o de cuartel general para los conspiradores que bajo su plan y dirección emprendieron la asonada de la expresada noche del 19, a la cual, según informes diferentes asistió el dicho doctor Tagle en persona, conducido en un coche: demandando la seguridad pública, y reclamándolo enérgicamente el interés del pueblo, los respetos de la autoridad, y mas principalmente la justicia, el .gobierno, para satisfacer a todos estos intereses, decreta sea inmediatamente aprehendida la dicha persona del doctor don Gregorio Tagle; y que habiendo fugado, como lo ha hecho, de su casa y de todo lugar publico, se encomiende, como se verifica, a todos los habitantes, tanto de la ciudad como de la campaña, a que en fuerza de las graves consideraciones que acaban de patentizarse, admitan la comisión, que por este decreto se confiere a todos y a cada uno para que persigan, aprehendan, o comuniquen el lugar seguro donde pueda hallársele y aprehendérsele para sujetarle al juicio que debe sufrir como tal autor y director de la precipitada asonada de la noche del diez y nueve, en el concepto que el gobierno ofrece de los fondos del tesoro publico la suma de dos mil pesos como premio bien merecido al que le aprehendiese, o manifestase el lugar seguro donde se le pudiese aprehender. Y por cuanto se interponen motivos de tan grave consideración, que también reclaman la prisión y el juicio de los que mandaron en armas la dicha asonada, el gobierno acuerda igualmente el premio de doscientos pesos al que aprehendiese a cualquiera de los atentad ores siguientes: a saber, D. Rufino Bausa, D. José María Urien, D. Pedro José Viera, D- Isidro Méndez, D. Tomás Revollo, D. Francisco Almirón, D. José Guerreros, D. Benito Peralta, D. Hilarión Castro, el sargento Juan Flores y el Rubio Balta; y acuerda también el mismo premio de doscientos pesos por cada uno de los que hayan servido de citadores para la reunión antedicha, presentadas suficientes justificaciones que acrediten haberlo sido. Comuníquese, imprímase, y fíjese en todas las calles de Buenos Aires. Bernardino Rivadavia. Complemento del Capítulo VIII CIRCULAR A LAS PROVINCIAS Con el voto de Buenos Aires: El gobierno delegado tiene el honor de dirigirse al señor gobernador de... para poner en su conocimiento que con fecha seis del presente mes ha sido reconocido en toda forma el caballero Woodbine Parish por Cónsul General del gobierno de S. M. B.; y que al día siguiente tuvo a bien nombrar al señor don Juan Hullett en el mismo carácter cerca de dicho gobierno, animado ya con el fin de corresponder a aquella demostración, ya porque ha creído demandarlo así los intereses del comercio en general. El gobierno delegado, al comunicar al señor gobernador de... un suceso en el cual hallará sin duda justos motivos de satisfacción, no puede excusarse de mandar también a su conocimiento que, tanto por el aspecto que la cuestión de América ofrece en Europa, principalmente en Inglaterra, donde según noticias que se reciben, aquella cuestión debe definitivamente resolverse de un modo favorable a la independencia, no reconociendo más motivo la demora que el interés que la misma Inglaterra manifiesta porque la España encabece el reconocimiento de lo que, según todos los datos, no parece hallarse distante — como por las indicaciones bastantemente expresivas que el ministro ha recibido del expresado cónsul general con relación a la probabilidad de que por instantes aparezca resuelta esta importante cuestión, todo esto hace que aumente la necesidad de que los pueblos se apresuren a reinstalar el cuerpo nacional que es el qué únicamente podrá entrar en las relaciones a que darán motivo esas mismas transacciones de que los gabinetes se ocupan en Europa con relación a América, y que hará desvanecer la idea poco favorable que se tiene de este territorio por el aislamiento de que aun no salen estos pueblos. En su consecuencia, el gobierno delegado de Buenos Aires, bien penetrado de la necesidad de que con tiempo tomen las provincias la actitud que ha de ponerles en aquel estado de respetabilidad que tanto puede influir en la guerra si ha de ser aun necesaria, como para firmar la paz con el honor que corresponde a catorce años de sacrificios, si ésta se propone, ruega al señor gobernador de. . . redoble todos sus esfuerzos para lograr que el paso de la reinstalación del cuerpo nacional se dé, y con la prontitud que él cree haber mostrado ser de la mayor necesidad. Mas al mismo tiempo, en la circunstancia de hallarse para entregar el mando al sucesor que ha sido llamado por la ley, se cree también el gobierno delegado en la mejor oportunidad para poner en la consideración al señor gobernador a quien se dirige, que, en su parecer, el lugar más indicado para la apertura de las sesiones del cuerpo nacional, esel de la capital de esta provincia, ya por los recursos que en sí encierra y de que carecen las demás ciudades del territorio, ya por ser el centro de todas las relaciones tanto interiores como exteriores, ya porque en ella está todo dispuesto para el servicio del cuerpo nacional, y ya porque las mayores proporciones facilitan a los representantes todas las luces que demanda el mejor desempeño de una comisión sobre la cual, no sólo van a cargar grandes atenciones interiores respecto de la organización del país, sino también las que deben sobrevenirleen el ramo de relaciones exteriores, ahora que está para concluirse la guerra de la independencia; todo lo que demanda conocimientos profundos, o cuando menos, medios fáciles de adquirirlos. Estas consideraciones, pues, impulsan al gobierno delegado a suplicar al señor gobernador a quien me dirijo, tenga la dignación de pesarlos, y en su mérito decidirse porque la apertura de las sesiones de aquel cuerpo sea en esta ciudad, teniendo también presente que ya han votado por lo mismo algunos pueblos de los de la Unión, y que la razón que se ha dado por los que han votado en contrario de buscar un punto céntrico, no debe ser con relación a lo material del lugar, sino las proporciones sociales, en cuyo caso sólo puede llamarse con propiedad el centro la ciudad de Buenos Aires. Espera, pues, el gobierno delegado que esta otra indicación hecha en los mismos momentos en que va a dejar el mando, se recibirá como dictada tan sólo por los sentimientos más sinceros en favor de los mejores resultados de la obra importante que va a emprenderse; y que en el entretanto, se le permitirá cerrar su comunicación dando al señor gobernador a quien se dirige las seguridades de siempre de su respeto y estimación particular. Bernardino Rivadavia |
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