Juan Felipe Ibarra y el federalismo del Norte
Los intentos de reconstrucción nacional
Sumario: Participación santiagueña en el Congreso de 1824 — El Diputado Manuel Dorrego y El Congreso reunido en Buenos Aires iba, poco a poco, definiendo sus objetivos. Por Los recelos, hicieron mantenerse alertas y en vinculación a los dirigentes federales del país. Con especial interés, se planificaba una lucha de conjunto, participando en ella Ibarra. Esos detalles fueron combinados personalmente con su amigo e íntimo camarada de armas, el Coronel Manuel Dorrego. A mediados de 1825, al paso de éste para el Alto Perú, conferenció largo y tendido con el Gobernador de Santiago. El Pbro. Gallo, de antigua amistad con Dorrego, participó asimismo en dichos planes, haciendo de intermediario ante otros gobernantes y políticos vecinos 2. E Ibarra completaba su esquema gubernativo. Había llegado la hora de dar paso a una nueva etapa en la organización provincial, creando su primer Poder Legislativo. Elegidos los representantes de los departamentos del interior en Enero del año siguiente, el 4 de Febrero de 1826 quedó constituida Olaechea, Palacio, Iramain, Alcorta, integran el cuerpo, con las personalidades destacadas de su época. Mientras ello ocurría, el Congreso en Buenos Aires se empeñaba en lograr el unitarismo aun “a palos”, lanzado al camino de las sanciones más irritantes, entre el fragor de la guerra con Brasil. No obstante resolverse consultar a las provincias, sin esperar ni escucharlas, dictaba el 6 de Febrero de 1826 Las presunciones de los jefes federales, se iban cumpliendo. La comunicación epistolar de Dorrego, se lo advirtió a Ibarra desde Chuquisaca el 22 de Diciembre de 1825: “Si acaso mandasen duplicar la representación nacional, tenga Usted la bondad de no dar paso sobre el particular hasta haberme oído”2. Santiago se convertía de nuevo, en centro de poderosas irradiaciones desde el interior, como que Dorrego se apoyaba en ello, para salvar la autenticidad argentina. Dorrego mismo era casi un santiagueño, en lo espiritual. Lo era por su contextura anímica y por vincularse en larga amistad con su Caudillo. Y en mayor medida, debido a sus permanencias desde los días inolvidables del destierro, donde quedó algún romance con aromas de algarrobo y promesas incumplidas. Podía indicarle a Ibarra los pasos a seguir, descontando que él sería uno de los Diputados; ofreciendo nombres amigos para acompañarle: Ugarteche, Saravia, Pereyra Lucena. Enhebrando alianzas con los políticos vecinos o pidiendo que el cura Gallo, las realice ante el cambio de la situación catamarqueña. Las preocupaciones de Dorrego crecían por la falta de noticias porteñas. Con certero instinto, su mayor confianza estaba puesta en Ibarra. El 15 de Enero de 1826 le vuelve a escribir impaciente desde Bolivia: “Este aumento de Diputados es para la elección de Gobernante Supremo y si queremos sacar un hombre patriota y de aptitudes es de imperiosa necesidad que el mayor número de Diputados sea nuestro... Por fortuna no nos hemos dormido, por otra parte y con buen resultado. También se va a dar Transcurrían a la distancia, las iniciales sanciones presurosas del Congreso. Una de las primeras reuniones de la legislatura santiagueña, tenía por fin elegir los diputados para duplicar la representación. El 13 de Febrero de 1826, actuando como cuerpo elector, Correspondía ahora, consultar a las provincias sobre la forma de gobierno, antes de entrar a discutirse El régimen de Ibarra demostraba con ello, que su ideal no obedecía a un inconsciente aislacionismo sino a principios orgánicos, y ese era un mandato categórico para sus Diputados. No extrañará la reprobación para aquellos que no lo cumplieron, posteriormente. Dorrego seguía esperando en el Congreso la aprobación de sus diplomas. Recién el 9 de Junio es incorporado al cuerpo, y desde ese momento, aborda con amplio dominio los problemas más delicados. En esos días la representación santiagueña, ante una vacancia, se integra con don José Francisco Ugarteche, elegido el 26 de Junio. Ambos intervienen con énfasis en los debates sobre Finaliza Dorrego el examen del texto constitucional unitario, con abundante lógica y resumen del principismo federal argentino y extranjero. Su última intervención en el debate, es en réplica a otro diputado santiagueño, Frías, que había denunciado el 29 de Setiembre, al “gobierno vitalicio” de Ibarra. Respondiendo a la línea política familiar, Frías integraba el bloque unitario, en contradicción con las instrucciones de su provincia. Entonces, Dorrego pronuncia un gran discurso para explicar el federalismo de Santiago, el 2 de Octubre de 1826 y con enjundia agrega: “Llaman oprimida a una provincia donde apenas se conocen prisiones y a nadie se molesta; donde no hay fuerza militar! Por lo demás, la historia de No obstante los votos mayoritarios del interior, sumados Santa Fe y Entre Ríos, las logias unitarias proseguían su política. El empréstito con Inglaterra, la concesión de minas en Ibarra se aprestó a luchar, y Quiroga y Bustos a organizar fuerzas. Los votos de su pueblo, eran verdaderos pronunciamientos antirrivadavianos. La legislatura consideró el 2 de Setiembre, numerosas actas populares enviadas por los departamentos de la campaña. Solicitaban no reconocer al Presidente de En esos momentos se cernía por el Norte una amenaza considerable. El golpe subversivo de La batalla del Tala vino a desengañarlo, el 27 de Octubre de 1826. Quiroga se impuso victorioso en Tucumán, destruyendo el efímero período de De Salta venía el Regimiento 7 de Veteranos, puesto por Arenales al mando del Coronel Francisco Bedoya, para reponer a los gobernadores de Tucumán y Catamarca. Buscando redondear el dominio del noroeste, bajaron hasta Santiago, en una marcha de más de 1.200 hombres necesarios para la guerra con Brasil. El 31 de Diciembre pusieron sitio a la ciudad, persiguiendo infructuosamente a Ibarra. Bedoya encontró un desierto. Campos quemados, sin comestibles, forrajes ni haciendas. Ibarra hizo desviar el agua del río, cegar los pozos de balde, y el éxodo ciudadano hacia la campaña, dejaba al invasor hambriento y hostilizado por la aparición intempestiva de continuas guerrillas, que le arrebataban las caballadas. Extenuados y sin moral, los soldados salteños desertaron casi en masa, pasándose a Ibarra que les perseguía, junto con tropas enviadas por Bustos en su ayuda. Así terminó la aventura unitaria, presagiando el trágico fin de Bedoya en Salta, y reduciendo su predominio a Tucumán 13. Comenzaba la égida de las invasiones depredadoras del territorio provinciano. También Córdoba, La misión ante el Gobernador Ibarra, del Diputado Manuel de Tezanos Pinto, fue un hecho característico de la idiosincracia política unitaria. Rodeado de su aureola doctoral, el engolado emisario rivadaviano, hizo su aparición en la aldea capitalina el mes de Enero de 1827. Portaba los folios constitucionales en sus maletas, y vestía con levita y galera alta. Tieso y erguido, parecía no sentir los fuertes calores de aquel verano, con rigurosos 40° normalmente. Tenía audiencia con el Gobernador, y preparado a usar lo mejor de su dialéctica, fuese hasta su morada, que hacía también las veces de despacho gubernativo, el día 29. Caminaba bajo el fuerte sol, a despecho del tierral de las calles, entre las miradas socarronas de los santiagueños ante un personaje de exótica vestimenta para el clima y el lugar. Con la calma sobradora del provinciano, a quien no impresionan los desplantes, Ibarra lo esperaba en su casona, en una esquina lateral, a dos cuadras de Conversaron. Uno, con la depurada dialéctica del parlamentario, a tono con las teorías del Presidente Rivadavia. El otro, con la explicación de sus quejas por los atropellos porteños, y su decisión de resistir las tentativas de esclavizar a las provincias. Concluida la misión Tezanos Pinto era intimado a dejar Santiago, en el término de 24 horas. Al abandonar la ciudad, envuelto en las nubes de polvo del camino, meditaba en las dificultades de civilizar a un pueblo tan ignorante de las bellas instituciones europeas. Primero, fueron tropas del Gobernador Gutiérrez que en Mayo de 1827, invadían desde Catamarca. Cercadas en la ciudad, el día 26, debieron retirarse luego, por las deserciones masivas. Es curioso que el encargado de capturar a Ibarra, en ese momento, fuera uno de los representantes de la intelectualidad unitaria, mezclado en esos entreveros por el interior. El protagonista de la anécdota, Hilario Ascasubi, poeta y escritor, se dio al empeño de saquear la sede gubernativa, apoderándose del Archivo oficial y del bastón y el sombrero de Ibarra. Quizás encontrarlos no entraba en las previsiones del invasor y de la ruda fama hecha en torno al Caudillo. A la vista de tales adminículos, el soldado-poeta, se gozó en realizar una proeza, indigna de nuestros bárbaros nativos. La cuenta él mismo, al referir que “con ellas encasquetadas me presentaba en las guerrillas, a las cuales yo asistía llevando a mi lado al célebre cura Gallo, secretario de Ibarra, que yo tenía en clase de prisionero, junto con el otro célebre general santiagueño llamado Gaispa, a quienes los ponía a mi lado en las guerrillas para que no tiraran mucho al verme con el sombrero de Ibarra, pues yo me jactaba de ser el Gobernador sustituto desde que tenía su bastón y su sombrero” 14. Con hazañas tan notables, como las de parapetarse tras el hábito del benemérito Pbro. Gallo y saquear las prendas del enemigo, hay que calcular, las adhesiones que recibiría un ejército ocupante de esa catadura. Igualmente, Lamadrid, asolaba el Norte con los soldados mercenarios del bandolero colombiano López Matute. Rehechos en Tucumán, derrotan a Ibarra en Robles y le fuerzan a marchar en busca de Quiroga, que venía para ayudar a Santiago. Desde su Campamento en el Saladillo, lugar del Depto. Quebrachos próximo a Córdoba, escribe Ibarra al Gobernador Bustos, el 11 de Junio de 1827. Celebra “cuan celosa es en su dignidad la provincia” que había sabido oponerse “a la ambición con que el titulado Presidente Nacional ha pretendido subyugarla”. Asegura en este documento inédito que, “otro tanto hará Reunidos en el Campamento santíagueño, Ibarra y Quiroga, vuelven a dirigirse a Bustos, el 26 de Junio. En esta página inédita, se hacen eco de los vejámenes sufridos por sus pueblos. Son por una paradoja, los tildados de “bárbaros”, quienes acusan en nombre de la humanidad escarnecida, a sus victimarios. Denuncian haber sido “provocados a una guerra, la más injusta y horrorosa por los gobiernos de Tucumán y Catamarca, autorizado escandalosamente y sostenidos por el titulado Presidente de Evocan a sus pueblos doloridos, pues, “la conducta de esas tropas de bandidos han cometido excesos y crímenes, hasta aquí desconocidos de la misma malicia, asesinatos sin distinción de personas, edades ni clases, robos sin respetarse lo que la impiedad misma tiembla al acercarse a ellas, estupros, violaciones, incendios de poblaciones enteras, son los rasgos con que han marcado el orden que traían por divisa, así es que Poco después, llegaron en compensación, las victorias de Quiroga, secundado por Ibarra, en Palma Redonda el 29 de Junio. Y la destrucción de Frente a la “unidad a palos” de los rivadavianos, los jefes federales estaban logrando en el hecho, la unión nacional, mediante un nuevo Pacto. La política que ahora triunfaba, con los últimos éxitos armados, era consecuencia del Tratado Ofensivo y Defensivo, fechado el 14 de Mayo de 1827. Se cumplía, con fundar un orden a tono con las necesidades sociales y populares. Y ello era obra del prestigio empeñoso de Quiroga, Bustos y López, a cuyo lado no desmerecía Ibarra. El Tratado ahora vigente, hasta desembocar en otro Congreso, establecía en su Art. 1°: “Las provincias de Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Santiago del Estero, La unión política se consolidaba, dentro de un orden económico, reestructurado en igualdad. El Art. 20 del Tratado era concluyente, al recoger esa aspiración: “Los derechos que se paguen de importación y exportación marítima, serán comunes a las provincias recurrentes, pues que todas son contribuyentes y ningún puerto podrá argüir exclusiva en estos derechos” 19. Nuestro pueblo así lo entendió, acunando en su corazón las hazañas y los nombres de sus Caudillos. No faltaba la musa anónima, hilvanando coplas de fogón y pulpería para inmortalizarlos. Voces y guitarras se hicieron eco, y a través del tiempo y los aires, fueron trasmitiéndolas al alma popular, con caracteres indelebles. En ella, sobrevive cantando las hazañas de sus héroes: “Quiroga me dio una cinta Ibarra me dio un cordón. Por Quiroga doy la vida por Ibarra el corazón...”20. |
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