crónicas y viajeros
Viajes por América del Sur
Alexander Caldcleugh
 
 


Río de la Plata | 1821




Traducción y prologo de José Luis Busaniche




En el capítulo primero de la obra titulada Travels in South América —cuya parte relativa al Río de la Plata se publica hoy por primera vez en castellano— su autor, Alexander Caldcleugh, nos informa que vino a Río de Janeiro en el buque Superb, de la armada de Su Majestad Británica, acompañando a Sir Edward Thorton, Ministro Inglés en la corte portuguesa del Brasil. El buque había salido de Plymouth el 9 de septiembre de 1819 y llegó a Río de Janeiro el 23 de octubre.


En enero de 1821, el capitán Stanhope invitó a Caldcleugh para llegar hasta Buenos Aires en el brig Alacrity, del que era comandante, y se hicieron a la vela el 18 de enero. El 5 de febrero estaban en Buenos Aires después de haber recalado en Montevideo, a la sazón en poder de los portugueses.


No sabemos si entraba en los planes de Caldcleugh llegar hasta Chile. Quizás se sintió atraído por lo que se consideraba en ese momento como una peligrosa aventura. Ninguna ocasión menos indicada que aquélla, en efecto, para internarse en el país y llegar a Mendoza por el camino de postas. Se anunciaba una grave conmoción política y bélica. El caudillo Ramírez amenazaba con traer nuevamente la guerra a Buenos Aires desde Entre Ríos y José Miguel Carrera —convertido en jefe de los indios pampas del sur de Buenos Aires— constituía serio amago de invasión, en especial para los poblados que jalonaban la ruta de Cuyo. Quince días después de estar en Buenos Aires, Alexander Caldcleugh decidió partir para Chile y desoyendo toda exhortación a la prudencia, contrató un guía, se proveyó de todo lo necesario y el 24 de febrero se puso en marcha por el camino de Morón con el paisano Sebastián Chiclana. Llevaban un caballo carguero con los enseres y provisiones. El largo y monótono viaje por las postas, no ofreció mayores alternativas hasta la región sur de la provincia de Córdoba, donde, al llegar a una posta, el viajero, fue sorprendido por las primeras indiadas rebeldes que movía el caudillo chileno. Chiclana y el inglés se internaron apresuradamente en la Sierra de Córdoba y pudieron ocultarse; después de variados lances y peripecias en que Caldcleugh puso a prueba su fortaleza y sus recursos, pudieron salir a la ciudad de San Luís y continuaron camino a Mendoza. El viaje, con todos sus trastornos y dificultades, duró quince días. Poco permaneció en Mendoza el caminante. Lo necesario para preparar el paso por la cordillera. El 15 de marzo salió de Mendoza con sus peones y mulas; ocho días después estaba en Santiago de Chile. Una vez del otro lado de los Andes, Caldcleugh se sintió tentado por llegar al Perú. El 14 de abril se embarcó en la fragata Creole que dio la vela para el Callao. Como un turista moderno, pasó en Lima el tiempo necesario para ver todo cuanto le interesaba: una semana. Se sentó a la mesa del virrey La Serna y recogió preciosas informaciones. San Martín se encontraba con su ejército al norte de Lima. El 17 de abril, salió Caldcleugh del puerto de Huacho y después de abordar en las islas de Mas Afuera y de Juan Fernández, desembarcó en Valparaíso el 21 de mayo. “A todo el mundo le parecía cosa de nigromántico —cuenta él— haber visitado Lima por espacio de una semana y proseguido un grado más al norte para volver nuevamente a Valparaíso en el corto espacio de un mes”. El viajero sintió mucha prisa por volver a Buenos Aires pero le informaron que la cordillera estaba cerrada y ningún correísta osaba pasarla. Corrían también malas noticias sobre la situación en las Provincias Argentinas. Pero Caldcleugh no se detuvo. Buscó un guía resuelto y como llevaba dinero, pocos días después estaba en marcha por la cordillera con los peones y mulos necesarios. Todas las casas de comercio de Santiago le habían confiado su correspondencia para el Río de la Plata. A cierta altura de la cordillera cubierta de nieve, hicieron volver las mulas y escalaron a pie los pasos de la cumbre. El viaje pudo considerarse afortunado porque en nueve días del mes de junio estuvieron en Mendoza. Aquí esperaban nuevas noticias adversas para los planes de Caldcleugh. La guerra cundía en una extensa región del país y los indios estaban sobre la frontera del sur. José Miguel Carrera, unido a Ramírez que había cruzado el Paraná, tenía en grandes aprietos a Bustos, gobernador de Córdoba. Los mendocinos, pesimistas, habían puesto su última esperanza en el ejército de Estanislao López que se dirigía al interior desde Santa Fe. Todo aconsejaba un aplazamiento del viaje. Lo mismo que en Chile, Alexander Caldcleugh no quiere detenerse. Difícil se hace conseguir un guía en esas circunstancias, pero un mendocino de apellido Dávila —que recibirá buena recompensa— consiente en servir de acompañante. De acompañante más que de guía porque Caldcleugh conoce bien el camino que lleva hasta San Luis. Días más y el viajero está en el cuartel general de las fuerzas puntarías que manda el coronel Domínguez. El coronel hace lo posible para que el inglés vuelva sobre sus pasos. Pero éste insiste en continuar su camino. —“En el mejor de los casos, le dice el coronel, van a dejarlo desnudo como nació”. Se impone la tenacidad del viajero que toma el camino de Córdoba por la sierra para buscar en esa ciudad medios más seguros de cumplir su itinerario. En el libro que escribe después, este viaje a Córdoba desde San Luis será uno de los capítulos mejor logrados, por la agudeza, la exactitud de la visión y la caracterización feliz de los tipos, los hábitos y las formas de vida regionales.


En Córdoba reinaba la misma inquietud, la misma conturbación que en Mendoza. El gobernador estaba en campaña; habían fortificado la Plaza Mayor de la ciudad y esperaban un ataque de Ramírez y Carrera. Se hallaban en la ciudad los diputados que debían formar el congreso nacional pactado el año anterior como consecuencia de la caída del Directorio, aquel congreso de 1821 que hizo fracasar don Bernardina Rivadavia porque así convenía a sus intereses políticos. En los cuatro días que Caldcleugh permanece en Córdoba, visita las iglesias, la universidad; conoce al gobernador delegado Bedoya, a don Ambrosio Funes, para quien tenía una carta del Deán, y a varios diputados de las provincias, entre ellos a don Pedro Tomás de Larrechea —diputado por Santa Fe— que le da cartas de recomendación para los comandantes y curas de su provincia.


Desechando como siempre los malos augurios, el viajero salió de Córdoba y tomó el camino del Fuerte del Tío. En el Fuerte había ochocientos hombres listos para la acción. El territorio guaycurú, llanura comprendida entre las provincias de Córdoba y Santa Fe, era la parte más peligrosa de la travesía. Con mucha dificultad, Caldcleugh consiguió un nuevo baquiano para llegar hasta el Socorro, primera comandancia militar de la provincia vecina. Caminando toda la noche, llegaron a su destino a las doce del día siguiente. En la comandancia, llamada también Monte de José Nudo, encontró Caldcleugh la vanguardia del ejército santafecina. El general López llegó al día siguiente. Mantuvo Caldcleugh con el caudillo una corta entrevista y se encargó de llevar comunicaciones para el gobierno de Buenos Aires. Desde el Socorro, Caldcleugh y Dávila pusieron rumbo a Coronda, en la provincia de Santa Fe, donde tomaron el camino real hasta Rosario en rápidas y sucesivas jornadas que revelan la extraordinaria resistencia física del viajero. En Rosario, el cura don Pascual Silva Braga, le acogió con benévola solicitud y lo invitó a su mesa, pidiéndole que permaneciera en su casa por algunos días. Caldcleugh declinó el ofrecimiento, hizo una visita a la señora de José Miguel Carrera, y prosiguió la marcha a Buenos Aires con la misma celeridad que en los días anteriores. El 30 de junio estaba de vuelta en la ciudad. “Las preguntas que me hacían en todas partes —dice— eran inacabables, porque desde varias semanas atrás, la ciudad estaba incomunicada con el interior. Lo que resultaba más sorprendente, era la ruta por la cual había llegado”. El general Martín Rodríguez, gobernador de la provincia, hizo tomar nota por escrito de todos los informes suministrados por el viajero sobre el estado de cosas en el Perú, Chile y el interior del país. El P de julio se embarcó Caldcleugh para Río de Janeiro. A fines de ese año estuvo de retorno en su país natal.


Más de tres años después, 1825, apareció en Londres su obra en dos volúmenes. Viajes por América del Sur, con una relación sobre el estado actual de Brasil, Buenos Aires y Chile 1. Al año siguiente la obra fue traducida al alemán e impresa en Weimar 2. De las setecientas cincuenta y tres páginas del texto inglés, trescientas corresponden al Río de la Plata y al viaje hasta Santiago de Chile por la cordillera.


Como la generalidad de los libros de viaje publicados en aquella época, el material que lo integra puede dividirse en dos categorías: la parte puramente informativa, extraída de testimonios anteriores: estadísticas, finanzas, historia, geografía, etc., y la que supone observación directa del ambiente: descripciones de naturaleza, tipos, usos, costumbres y trazos pintorescos. Excusa decir que este último aspecto es el que encierra para nosotros mayor interés y amenidad. La parte puramente histórica es más bien deficiente, sea por carencia de información o porque el viajero adopta los juicios tendenciosos que priman entre los círculos que le fue dado frecuentar. Con todo, alguna vez observa los sucesos desde un punto de vista novedoso y revela perspectivas ignoradas para el lector actual. Pero nada tiene mayor atractivo en la obra, que el viaje a través del país y por la cordillera de los Andes. Los datos del diario son de un gran interés para el estudio de tipos, costumbres y formas de vida que no registra la historia política y han dejado escasos vestigios de su existencia.


La obra de Caldcleugh, traducida al alemán poco después de aparecida, no llamó la atención de los bibliógrafos americanos hasta que los publicistas chilenos F. Nieto del Río y A. R. Ovalle, tradujeron en 1914 la parte correspondiente a su país en la “Colección de autores extranjeros relativos a Chile” 3. Los escasos datos que poseemos sobre la personalidad del autor, se deben a los nombrados traductores. Dicen así en el prólogo de la publicación: “Cuanto esfuerzo hemos hecho para encontrar datos biográficos del autor, han sido infructuosos. En ningún diccionario ni enciclopedia figura su nombre, a pesar de que en el libro Old timers, British and American in Chile by Quién sabe, página 410, aparece el nombre de Caldcleugh, seguido de las letras F.R.S; o sea la indicación de ser miembro de la Royal Society de Londres, a la cual pertenecen las eminencias intelectuales de Inglaterra. Podría cabernos alguna duda respecto de la identidad personal entre el autor de los Viajes i el Alexander Caldcleugh a que acabamos de referirnos, por cuanto el pasaje de Old Timers habla de una fecha muy posterior a la del viaje. Dice así: El 14 de octubre de 1856, tuvo lugar una reunión de personas de habla inglesa con el objeto de organizar La Sociedad Literaria y Científica de Valparaíso. Se nombró un comité compuesto de Wm. Lloyd, C. E; Presidente, de Alex Caldcleugh, F.R.S. i del Dr. Aucrum, Vice-presidentes, etc.'. Sin embargo es probable, o mejor casi seguro, que el Caldcleugh aquí nombrado, sea el mismo viajero, ya que en 1835 publicó su Noticia del Gran Terremoto de 23 de febrero de ese año 4 , posteriormente, un trabajo sobre el Nuevo volcán de Chillan” 5.


Por lo que atañe a las cualidades formales de la obra, dicen los traductores: “...su estilo y método son escabrosos hasta lo desagradable. Por este motivo la traducción; se resiente en muchas partes, y no son pocas, de las ambigüedades y conceptos oscuros que hemos tenido al frente, procurando en todo caso adaptarnos a la sinuosa mentalidad del narrador con sacrificio de las galas del lenguaje”. Hay un fondo de verdad en esta advertencia. El lenguaje de Caldcleugh es áspero y esquemático en demasía, carece de fluidez, y cae a veces en lo anfibológico. Hemos procurado en lo posible allanar en la traducción castellana esos escollos cuando son puramente formales, pero en los primeros capítulos se advertirá fácilmente el espíritu digresivo del autor que le lleva de un asunto a otro, impidiéndole dar cauce al desarrollo de su pensamiento. El diario de viaje, menos ocasionado a la dispersión y al circunloquio, está escrito de manera más fácil y corriente. No me he detenido mucho en seguir las escabrosidades lingüísticas del autor cuando el concepto aparecía palmario y claro. Decía Goethe en una de sus conversaciones: “Hay dos maneras de traducir; hay la traducción libre, escrita conforme al genio y las necesidades del pueblo para el cual se escribe y la traducción fiel destinada a revelar el genio del pueblo cuya lengua se traduce”. Libertad y fidelidad tienen en la frase de Goethe un sentido condicionado y restricto. En ese supuesto, sin juramento podrá creérseme que he ajustado mi traducción a la primera manera. He tenido siempre en cuenta al público lector de mí país, heredero de aquella sociedad que Caldcleugh conoció en 1821.


Algunas palabras más sobre la edición castellana que ahora se presenta. En el Apéndice encontrará el lector algunos fragmentos sobre Chile y Perú, tomados de la traducción chilena de la obra, que servirán de complemento al diario de viaje desde Buenos Aires a Santiago. El mapa del itinerario de Caldcleugh, que figura en el tomo segundo de la edición inglesa, ha sido reproducido y mejorado con la inclusión de todos los nombres geográficos que se consignan en el diario de viaje. Representa así —según lo creemos— el mapa regional más completo de lugares y postas publicados hasta hoy, con relación a los primeros años de la independencia.


José Luis Busaniche



Advertencia


Los capítulos que integran este volumen con numeración corrida, corresponden en la obra original inglesa a los capítulos V, VI, VII, VIII, IX y X del tomo primero y a los capítulos XV y XVI del tomo segundo. En el mapa del itinerario, la posta de la Cañada de Rocha, que aparece entre la Cañada de Escobar y Lujan, debe colocarse entre Lujan y la Cañada de la Cruz. Los grabados de Schmidtmeyer se publican por gentileza del Señor Don Alejo B. González Garaño.



Titulo del original inglés:


Travels in South América during the years 1819-20-21;


containing an account of the present state of Brasil, Buenos Aires, and Chile




1. Travels in South América during the years 1819-20-21; containing an account of the present state of Brasil, Buenos Ayres and Chile by Alexander Caldcleugh, Esq. Two volumes. London. MDCCCXXV.

2. Reisen in Süd-Amerika während der Jahre 1819, 1820, 1821; enthaltend eine Schilderung des gegenwärtigen Zustandes von Brasilien, Buenos Aires und Chile. Von Alexander Caldcleugh, Esq. Weimar, in Verlage des Gr. H. S. priv. Landes Industrie comptoirs 1826, 8°, 588. Tomo 41 de Neue Bibliotek der wichtigsten Reise Beschreibungen, etc. Veimar. (Este dato está consignado en la traducción chilena).

3. Colección de autores extrangeros relativos a Chile. Viajes por Sud-América durante los años 1819, 20 y 21. Esposicion del estado actual de Brasil, Buenos Aires i Chile por Alejandro Caldcleugh. Parte relativa a Chile seguida del articulo "Valparaíso y la Sociedad chilena en 1847", por Max Radiguet. Santiago de Chile. Imprenta Universitaria, 1914.

4. Philosophical Transactions, 1835 (1° parte).

5. La juventud que revela el viajero en 1821 y su decidida afición por las ciencias naturales, confirmarían plenamente la identidad a que se refieren los traductores. Caldcleugh no debió de tener más de treinta años, quizá algunos menos, en 1821. Siendo así, tendría pocos más de sesenta en 1856. — Nota de J. L. B.