MarÃa Grande, turÃstica y serena
Aunque su
complejo termal
atrae a miles, la
localidad no pierde
su aroma pueblerino
Allà abundan las
calles de ripio pero
también los paseos
prolijos. Cada vez la
visita más gente
MarÃa Grande.— Mucha tranquilidad, un hermoso centro termal con frondosa arboleda que recibe a miles de turistas pero que no le hace perder la apariencia pueblerina y un acervo de décadas pasadas son algunas caracterÃsticas que sirven para definir a esta pequeña localidad entrerriana de poco más de 7 mil habitantes.
Lejos del estrés cotidiano, ubicada a 85 kilómetros al noroeste de Paraná y a 195 de Victoria se encuentra asentada en la bifurcación de la Cuchilla de Montiel, muy cerca del paso del arroyo que repite su nombre, asà como del arroyo Las Conchas.
Su nombre figuraba ya como “Pago de MarÃa†en un censo realizado en 1783 por el Reverendo José MarÃa Cabriedos, y su origen se atribuye a MarÃa Garay, hija de Don Juan de Garay, primer propietario de estas tierras por vÃa hereditaria.
En la historia aparece también otra MarÃa, hermana menor de la anterior, por lo que se deduce que en base a este nombre, el arroyo que nace en la zona y por ende el poblado fueron denominados como “MarÃa Grandeâ€.
En otro tiempo, esta localidad fue ruta obligada entre Paraná y Villaguay. Las picadas y sendas de sus montes eran constantemente cruzadas por galeras que hacÃan el comercio de transporte de pasajeros y encomiendas entre las dos ciudades.
El primer poblador, Don Pascual RÃos, llegó en 1903 y un año más tarde llegó VÃctor Estremero, quien instaló la primera fonda del lugar. A partir de entonces el territorio comenzó a poblarse con familias de apellidos hoy tradicionales: Morelli, Santichi, Deganis, Mastaglia, Campi y Scetti, entre otros.
Si bien el pueblo no cuenta con una fecha oficial de fundación, se toma como origen el año 1904, momento histórico en que con la llegada del “Punta de Hierro†—como se llamó al tren— el caserÃo comenzó a exhibir caracterÃsticas urbanas.
En marzo de 1905 el poblado comenzó a ser conocido como “Estación MarÃa Grandeâ€. Esto se debe a que en ese entonces se libró al público el servicio ferroviario que luego perteneció al Ferrocarril del Este, administrado por el Estado, y que iba de Puerto Diamante a Curuzú Cuatiá. En ese mismo año, las firmas Stagnaro y Solari, provenientes de Cerrito, instalaron un centro cerealero y construyeron el primer galpón grande.
En los últimos tiempos, MarÃa Grande ha ido creciendo gracias a su actividad turÃstica a partir de la instalación de un complejo termal. No obstante, la actividad económica más importante de la zona es la agricultura y la ganaderÃa, ya que la región es una de las de mayor producción cerealera y de oleaginosas. También se destacan los emprendimientos tamberos. La crÃa de porcinos y avicultura se realiza en menor escala.
Paseos. Si bien MarÃa Grande lidera la cartelera de turismo salud en el departamento Paraná, con amplias opciones recreativas y relajantes, la ciudad no pierde su apariencia pueblerina. Abundan las calles de tierra y ripio, aunque predominan prolijos y bellos paseos como la plaza del Centenario, construida en 2004, cuya vista se complementa con los galpones del ex ferrocarril reciclados para el funcionamiento de un centro de jubilados.
La plazoleta de Avenida Argentina atraviesa el centro de la ciudad invitando al descanso placentero en sus bancos bajo las pérgolas blancas que le dan un sutil toque romántico. Sin duda el Ãcono representativo de la ciudad es el reloj municipal, inaugurado en 1950 y remodelado por última vez en julio de 2004, previo a los festejos por el centenario del pueblo. En frente, se encuentran el palacio comunal, el histórico cine teatro Don Santiago, reinaugurado hace pocos años y la flamante sala de juegos que cuenta con 33 máquinas tragamonedas, una de bingo y dos modernas ruletas electrónicas.
Museo. Otro atractivo es el museo de maquinarias agrÃcolas, instaurado por la Sociedad Rural de MarÃa Grande a principios de 2007. Este espacio reúne la historia de la agricultura provincial y se mantiene en constante crecimiento a través de la restauración de antiguos fierros.
El museo cuenta con más de 115 piezas reparadas y en funcionamiento, entre arados, casillas, sembradoras, trilladoras —hay una de 1909—, cosechadoras de todos los tiempos, incluso aquellas que eran tiradas por caballos.
Esta iniciativa surgió en el marco de la Expo Rural del Centenario realizada en 2004, cuando se exhibió una colección de herramientas antiguas y que se impuso como la atracción de la muestra que atrajo la atención del público. La experiencia se repitió en las exhibiciones de los años siguientes, a las que se incorporaron las históricas maquinarias.
Para ello, la Sociedad Rural junto a la filial regional de la Federación Agraria Argentina, lograron convocar a unos treinta voluntarios que dedicaron 160 horas (por hombre) en la restauración de las herramientas, motivados por ver la historia de sus padres y familias en movimiento.
Lizi DomÃnguez l La Capital l Miércoles 25 de junio de 2008 (fragmentos principales)