María Juana une agro e industria
Un prolijo
poblado que marcó
un hito en la historia
de la industria
ferroviaria nacional
María Juana. — Aunque en menor medida, las sirenas del molino harinero y de la fábrica de vagones siguen marcando cada mediodía el ritmo de vida de esta población, si bien el fenómeno no se da en la escala de antaño, cuando la proveedora ferroviaria tenía más de mil empleados.
Entonces, las calles se inundaban de obreros que volvían a sus hogares y durante unos minutos la gente se recluía para el encuentro del almuerzo. Hoy la cantidad de hombres de mameluco azul o marrón menguó, pero el ritual continúa y conforma una postal cotidiana que se vive en esta localidad, jardín del sur del departamento Castellanos.
María Juana dista de Rosario unos 230 kilómetros al noroeste y cuenta con poco más de 4.500 habitantes, nacida a la vera del ferrocarril y que luego se trasladó a unos cuatro kilómetros al noroeste, donde se centraba una de las principales actividades del lugar, la molinera.
El dueño de las tierras de la vieja colonia, Melitón Espinosa, recibió la aprobación oficial de la provincia el 21 de julio de 1883 y así se convirtió en una de las tantas poblaciones que no contó con acta de fundación sino con la de aprobación de traza. El distrito debe su nombre a la esposa de Espinosa, Juana Henderson, que al ser considerado muy breve se le agregó María.
Fue durante la colonización cuando los inmigrantes italianos llegaron desde San Carlos para convertir el campo virgen en una rica zona agrícola. Luego, se asentó la primera fábrica de vagones ferroviarios del país, en la que se construyó el primer vagón argentino de carga. Actualmente la planta ocupa un predio de 32 mil metros cuadrados cubiertos.
En 1887 se fundó Molino Victoria, compañía harinera que junto a los talleres ferroviarios contribuyó al crecimiento de la población.
Sustento económico. Hoy los recursos económicos de María Juana surgen del agro, la ganadería y la actividad apícola y tambera, así como de la industria metalúrgica y molinera y por talleres de diversos rubros.
Su suelo y su clima favorecen una gran producción de soja, trigo, sorgo, maíz y girasol. En el distrito hay más de ocho mil cabezas de ganado vacuno destinado a la producción cárnica y lechera. Por su parte, el sector apícola produce un promedio de 200 mil kilos de miel por año.
Para los mariajuanenses, el pueblo posee elementos para amarlo y vivir en él. Es que siempre trascendió el empeño que ponen en el cuidado de la planta urbana. “Desde hace muchos años, se puso especial empeño en cuidar los espacios verdes y el orden en el pueblo”, explicó un funcionario de la comuna y ciertamente la localidad se destaca por su cuidado, la impecable parquización de su plaza central y la higiene de sus calles.
El mismo empeño se traduce en el desarrollo institucional. A nivel educativo posee una amplia oferta y en lo cultural es una de las poblaciones que trasciende a nivel internacional. El Coro Polifónico María Juana, la academia “Flor de Ceibo” y el ballet “Sol y Luna”, cuentan con una vasta trayectoria artística nacional e internacional y el fenómeno no es casual, ya que fueron creadas e impulsadas a través de los años desde la órbita comunal.
Historia de esfuerzos y laboriosos pioneros
Existe un espíritu emprendedor en la localidad que se refleja en diversas anécdotas. María Juana se caracteriza por ser la población argentina en la que se fabricó el primer vagón ferroviario de carga del país, pese a no contar con las vías correspondientes.
Las más cercanas están a tres kilómetros del pueblo, a donde debían llevar los vagones, empujándolos a mano con gran sacrificio de los trabajadores, quienes montaban vías provisorias para la tarea.
Previamente, y como rito de agradecimiento por la abundancia de trabajo, se dejaba a la nueva unidad durante una noche frente a la iglesia local, donde el párroco la bendecía. Al día siguiente era empujada por los obreros hasta la vía, donde era encarrilada y unida a una formación que la ponía en servicio.
En los últimos años, y tras la firma de un convenio, María Juana se convirtió también en la primera localidad en la que, curiosamente, se construyen barcazas fluviales sin poseer un río cercano.
Para llegar al Paraná, y casi emulando la tarea de los pioneros, las barcazas se arman por partes, son trasladadas en carretones hasta el puerto de Rosario y allí son ensambladas y finalmente botadas.
Luis Emilio Blanco l La Capital l Miércoles 6 de agosto de 2008 (fragmentos principales)