El Océano Atlántico era un enigma. El Mar Tenebroso, como se lo llamaba por las innumerables fábulas sobre monstruos que habitaban en sus profundidades, no habÃa sido explorado, aunque se sabe por trabajos de Ptolomeo, que los griegos habÃan llegado a penetrarlo hasta las islas Canarias. Los portugueses, bajo el impulso del rey Enrique el navegante, llegan en el siglo XV hasta el Cabo de Buena Esperanza en el extremo sur de áfrica, recorriendo la costa occidental de este continente.
Gran parte de los conocimientos que se utilizaban para la navegación, se debieron a la labor de los monasterios que conservaban y traducÃan muchos textos de los griegos, especialmente la obra Cosmographiae de Ptolomeo, que fue de enorme influencia para los navegantes de la época.
De los griegos se conocÃan también cartas marÃtimas o portulanos, donde se registraban regiones, mares y accidentes geográficos de las zonas ya exploradas, que durante el siglo XII fueron difundidas ampliamente por los genoveses.
De China se habÃa recibido un elemento esencial para la navegación: la brújula. Junto al astrolabio, introducido a Europa en el siglo X por los árabes, y el bastón de Job, invención española del siglo XIV, estos instrumentos permitieron mejorar la orientación en el mar, y esto un mayor desarrollo de la navegación.