situación comprometida
Inglaterra, bajo un gobierno whig (liberal, digamos), acompañó a más no poder la agresiva polÃtica francesa en el RÃo de la Plata, resultando prueba de tal reticencia la actuación moderadora de su representante Mandeville. Sin embargo, los vientos han cambiado en Gran Bretaña. Gobierna ahora el partido tory (conservador) y Robert Peel es primer ministro. La polÃtica exterior británica adquiere un tono nacionalista, proclive a utilizar el poderÃo de su escuadra para corroborar al mundo la grandeza del imperio. AsÃ, se impone a sangre y fuego en la llamada “guerra del opio†que libra contra China, a raÃz de la cual obtiene el enclave de Hong Kong y concesiones para instalar factorÃas en Shanghai, Cantón y otros puertos. Dentro de este nuevo cuadro de situación, al menos 3 aspectos de la polÃtica mantenida por Rosas molestan a Inglaterra: la Ley de Aduanas vigente; el dominio que reivindica la Confederación sobre sus rÃos y que se opone a la libre navegación de los mismos por buques extranjeros; y la reincorporación de la Banda Oriental a las Provincias Unidas, que Rosas se sigue proponiendo, pese a que el acuerdo Mackau-Arana contiene una cláusula destinada a evitarla, suficientemente condicionada, sin embargo, como para que resultara un tanto inocua. El 29 de noviembre de 1841, Paz –que ha huido de Luján, donde estaba detenido bajo palabra– derrota completamente a Echagüe en la batalla de Caaguazú. El triunfo es fruto de la pericia militar del “manco†(que no lo era para practicar su oficio), quien ese dÃa se impone a fuerzas superiores. Y coloca a Rosas en situación muy comprometida pues, mientras Ferré controla Corrientes, Rivera amenaza con cruzar el rÃo Uruguay y el mismo Paz se apresta para hacerse con el poder en Entre RÃos donde, efectivamente, lo nombran gobernador en mayo de 1842. Como si todo ello fuera poco, “Mascarilla†López cambia de bando y se une a esta coalición antirrosista. El almirante Brown, no obstante, al frente de la flota federal, derrota a la escuadrilla de Rivera en el combate naval de Montevideo. Buenos Aires espera la llegada de Paz y, tal como sucediera en 1840 con el ejército unitario a la vista de la ciudad, en ésta se viven dÃas de terror. Federales emponchados irrumpen en casas de familias que presumen adversas al gobierno, matando gente que también cae en las calles bajo anónimos puñales. Varios extranjeros son muertos sin misericordia. Entre junio y agosto de 1842, tienen lugar varias entrevistas entre Rosas y Mandeville, originadas en la intención que abriga aquél de llevar la guerra al Uruguay, apoyando a los “blancos†de Oribe contra los “colorados†de Rivera. Las mismas terminan de mal modo, pues don Juan Manuel considera las advertencias inglesas –contrarias a su propósito– como intromisiones indebidas en asuntos internos de la Confederación. La escuadrilla riverista opera en aguas argentinas a las órdenes de José Garibaldi, un aventurero italiano que comete aquà toda clase de tropelÃas y a quien el destino reserva un papel destacado dentro de la historia de su paÃs natal. En Entre RÃos ocupa ahora la gobernación el federal Justo José de Urquiza. Rivera se halla en Gualeguay. Oribe avanza hacia Santa Fe. Probablemente inducido por informaciones falsas, Rivera ataca a Oribe en Arroyo Grande (diciembre de 1842) y sufre un grave descalabro. Fue también durante marzo de 1843 que los hermanos Madariaga –JoaquÃn y Juan– invadieron Corrientes, pasando desde el Brasil. Son unitarios y derrotan al gobernador federal Cabral, que reemplaza a Ferré después del combate de Arroyo Grande. Oribe cruza al Uruguay y pone sitio a Montevideo. El comodoro británico Purvis lleva a cabo algunas acciones contra los buques argentinos de Brown, que colaboran en el cerco. La corona, sin embargo, no autoriza su proceder. Purvis envÃa entonces a Londres al doctor Florencio Varela, para que gestione ante Inglaterra el envÃo de una flota, destinada a intervenir militarmente en el RÃo de la Plata, “por sà o en unión de S.M. CristianÃsimaâ€, que asà denomina a Luis Felipe, no muy piadoso por cierto. La misión de Varela fracasa pues, luego de recibirlo en un par de oportunidades, el ministro Aberdeen le insinúa que su paÃs no necesita consejos para resolver las cuestiones que le atañen. En abril de 1843, Rosas rechaza una propuesta de alianza que le formula Brasil, para actuar conjuntamente a fin de que el imperio recobre RÃo Grande y la Confederación el Estado Oriental. Don Juan Manuel entiende que la altivez de los orientales no soportarÃa una solución a su respecto, concertada entre RÃo de Janeiro y Buenos Aires. Propone en cambio un convenio con participación del mismo Estado Oriental, representado por Oribe, lo cual no acepta Brasil. A partir de entonces, éste actuará de común acuerdo con ingleses y franceses contra Rosas. Otras complicaciones internacionales se le presentan al Restaurador. En el Paraguay, cuya independencia no ha reconocido la Confederación, gobierna Carlos Antonio López, luego de algunas turbulencias acaecidas al morir el doctor Gaspar RodrÃguez de Francia. López, influido por RÃo de Janeiro, se entiende con Paz que está en Corrientes y, en 1845, declara la guerra a Rosas. Antes que eso, el presidente chileno Bulnes ha ocupado el estrecho de Magallanes, en septiembre de 1843. Tal ocupación fue impulsada por una campaña en favor de ella que, desde un periódico llamado El Progreso, llevara a cabo Domingo Faustino Sarmiento, exilado en Chile. Rosas encomendó a Pedro de Angelis y Dalmacio Vélez Sarsfield la redacción de sendas memorias en defensa de los derechos argentinos, vulnerados por la ocupación. Al asumir Rosas el poder, ha hecho regresar a los jesuitas, expulsados por Carlos III. Los integrantes de la orden son considerados simpatizantes de los unitarios, si bien su conducta procura ser equidistante entre los bandos en pugna. Luego de algunos entredichos, el gobierno dispone su nueva expulsión, en 1843. Aunque, a partir de 1847, se los admitirá otra vez en Córdoba, Mendoza, San Juan, Catamarca, Tucumán y Salta. |
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