desde 1852 hasta 1899
la generación del 80
 
 

Con Roca llegó al poder, en conjunto, la que luego sería conocida como “Generación del 80â€, algunos de cuyos integrantes ya habían participado individualmente en la conducción del país. Se trató sin duda de una generación brillante, compuesta por hombres nacidos durante los años 40 del pasado siglo. Educados en el liberalismo que se impuso después de la caída de Rosas, vieron en la vigencia de las libertades individuales el hito político más alto que pudieran proponerse alcanzar los gobiernos, y, en la instauración de la libertad de comercio, una panacea para asegurar la prosperidad de las naciones. Creyeron con convicción dogmática en el “progreso indefinidoâ€, fueron cultos y refinados. Aunque viajaron al extranjero, admirando la cultura francesa y la practicidad británica, resultaron no obstante auténticamente argentinos pues, la mayoría de ellos, contaron con raíces familiares que se hundían en el pasado nacional. Incluso quienes eran hijos de inmigrantes, compartieron ese arraigo por haberse asimilado a la clase que aquí mandaba, en la que se insertaron por méritos propios y que los adscribió por completo.


Entre las figuras de tal generación cabe mencionar al mismo Roca, a Carlos Pellegrini, José Manuel Estrada, Miguel Cané, Eduardo Wilde, Ignacio Pirovano, Pedro Goyena, Tristán Achával Rodríguez, Norberto Quirno Costa, Aristóbulo del Valle, Eugenio Cambaceres, Lucio Vicente López. Contándose entre los mismos políticos, militares, literatos y algún científico.


Con motivo de las divergencias de índole religiosa que sostuvieron, algunos autores los dividen en “católicos†y “liberalesâ€. Y, aunque tal división responda a la terminología entonces vigente, quizá podría discutirse pues, en rigor, liberales fueron todos –conforme al pensamiento extendido en la época–, católicos unos y laicistas los otros.


Para ilustrar sobre la confianza con que miraban el futuro y sobre el patriotismo empírico que alentaban, parece oportuno transcribir algunos párrafos de una carta que mi bisabuelo Ignacio Pirovano –el famoso médico de esos años– escribió desde París, el 3l de mayo de 1873, y que fue publicada íntegra por el diario La Verdad, de Buenos Aires. Decía Pirovano: “Ante el majestuoso aspecto científico que presenta la Francia, recuerdo a mi patria, y confirmo la buena idea que había formado al ver los instrumentos de instrucción de que se está llenando [...] Esos elementos de instrucción, no solo perfeccionarán a los hombres y aumentarán la dignidad arjentina, sino que reportarán mas tarde incalculables riquezas para el mismo país. La conservación de carnes, la remoción de la inmensa costra mineral de nuestro país, y en fin la resolución de tantos otros problemas, no serán sino la obra del sabio arjentino, que entonces devolverá centuplicado lo que la nación ha de gastar en cada laboratorio.â€


En materia económica, se ha hablado de un “Proyecto del 80â€, pretendiendo trasladarlo a nuestros días. Ello no parece razonable pues, en primer lugar, dicho proyecto nunca fue formulado orgánicamente y, por otra parte, las circunstancias variaron con el correr del tiempo, en el mundo y en la Argentina. Ha de tenerse en cuenta, al respecto, el carácter complementario de nuestra economía con la inglesa, vigente por entonces y que sería explícitamente reconocido mucho después, en ocasión de firmarse un acuerdo referido al comercio de carnes, cuando uno de los negociadores que nos representaban –Guillermo Leguizamón– dijo: “la Argentina se parece a un importante dominio británicoâ€.


Esa circunstancia, paladinamente admitida por “Sir William†(Leguizamón fue distinguido con ese título por la corona), facilitó el vertiginoso crecimiento registrado entre el final del siglo XIX y los primeros años del XX, a despecho de algunas crisis que lo afectaron. Pero, simultáneamente, impidió que se echaran las bases para que tal desarrollo fuera autónomo y armónico, como el logrado por los Estados Unidos mediante las medidas, vigorosamente proteccionistas, que cimentaron su poderío industrial.


Para explicar las penurias que sobrevendrían más tarde, alguien expresó con picardía: “el drama económico argentino se debe a que Inglaterra incurrió en la descortesía de iniciar su decadencia sin habernos avisado antesâ€.