Fueron ministros de Juárez Celman: Eduardo Wilde (Interior), Norberto Quirno Costa (Relaciones Exteriores), Wenceslao Pacheco (Hacienda). Filemón Posse (Instrucción Pública) y el general Racedo (Guerra).
La prosperidad económica alcanzó características de euforia durante el primer tramo del gobierno de Juárez. Las líneas de ferrocarril se multiplicaban, llegando a cubrir 38.000 kilómetros en su recorrido, el crédito bancario era fácil, subía el valor de la tierra y, en 1889, llegan 300.000 inmigrantes. Sin embargo, las causas profundas de una gran crisis se ocultaban bajo esas manifestanciones de opulencia. Para peor, una suerte de fiebre especulativa se apoderó de los argentinos, que apostaban en la Bolsa sumas siderales. A esa época se refiere una de las primeras novelas que aquí se escriben, llamada precisamente La Bolsa, siendo su autor José Miró, que empleaba el seudónimo de Julián Martel. Miró era colaborador de La Nación y el libro, que se inscribe en el “realismo” literario, es decididamente antisemita.
El interés por la política decreció, reemplazado por el afán que suscitaban las súbitas ganancias, derivadas de veloces transacciones financieras. A Juárez Celman se lo proclama “Jefe único” del Partido Nacional, que casi no tiene oposición. Roca había previsto suceder a Juárez en la presidencia de la República. Pero, al advertir que éste intenta cortarse por su lado, alentando la futura candidatura de Ramón J. Cárcano, sobreviene el distanciamiento entre los concuñados.
El gobierno empieza a enajenar bienes del Estado, consecuente con las ideas liberales que alientan sus integrantes. Vende varias líneas de ferrocarril, construidas con capital y esfuerzos nacionales, que son adquiridas por empresas británicas. Se menciona que tales ventas han dado lugar al pago de importantes comisiones. Las Obras Sanitarias de Buenos Aires son arrendadas por 45 años a un concesionario inglés; sin embargo, las altas tarifas que fija éste generan protestas de los usuarios y la operación debe ser cancelada. En 1889 tiene lugar un sostenido aumento en la cotización del oro.
Los billetes de papel moneda van perdiendo valor con relación al del oro. Y ocurre que los sueldos son pagados con esos billetes, mientras que los precios acompañan la cotización de éste. Sobrevienen huelgas: los zapateros en 1887; los obreros ferroviarios en 1888; los carpinteros, ebanistas, marineros y lancheros en 1889.
Al acentuarse la crisis económica, despierta nuevamente el interés político, generado por la disconformidad reinante. El gobierno cuenta sólo con la adhesión de un grupo cerrado, compuesto por sus allegados, que se han bautizado a sí mismos “los incondicionales”. En oposición a ellos nace la “Unión Cívica de la Juventud”, que sale a la palestra con un acto realizado en el “Jardín Florida”, el 1 de septiembre de 1889. Mil firmas de jóvenes convocan al acto, asistiendo a él figuras ya consagradas, como Aristóbulo del Valle, Vicente Fidel López, Goyena y Leandro N. Alem. Entre los muchachos que promovían este movimiento renovador estaba mi abuelo, ángel Gallardo. Y, entre los presentes en el “Jardín Florida”, el abuelo de mi mujer, Carlos Ibarguren, que contaba 13 años de edad.
La “Unión Cívica de la Juventud” redujo su nombre al de “Unión Cívica”, para organizarse como partido político bajo la presidencia de Alem. Era éste un romántico de larga barba y arrebataba a sus auditorios con discursos inflamados. El 13 de abril de 1890, entusiasma a los oyentes durante otro mítin que, organizado por la “Unión Cívica”, se lleva a cabo en una cancha de pelota (Frontón Buenos Aires). Mitre habló para abrir el acto. También lo hicieron muchos otros, entre ellos Vicente Fidel López, Bernardo de Irigoyen, Luis Sáenz Peña, Navarro Viola, Del Valle, Mariano Demaría. Por los jóvenes, hablaron Barroetaveña, Hipólito Yrigoyen, Marcelo T. de Alvear, Lisandro de la Torre, Gallardo. Concluidos los discursos, la concurrencia marcha en manifestación a la Plaza de Mayo. El 18 de abril cae el gabinete y Juárez forma otro, sugerido por Pellegrini. El mismo reúne hombres de prestigio, pero eso no es suficiente para aplacar el malestar imperante. La revolución se avecina.
El 29 de mayo, Del Valle denuncia en el Senado que, desde el Banco Nacional, se han realizado emisiones clandestinas de papel moneda, tal como sucedería, mucho después, durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Se produce un gran escándalo.