desde 1852 hasta 1899
Pellegrini
 
 

Juárez Celman, en efecto, no resiste el cimbronazo. Renuncia a su cargo el 5 de agosto, retira después la renuncia y la vuelve a presentar el día 6, siendo aceptada por la Asamblea Legislativa. Carlos Pellegrini, vicepresidente hasta entonces, ocupa la presidencia del país el 7 de agosto de 1890, en medio de aclamaciones.


Pellegrini es una de las figuras más representativas de la Generación del 80. Lo llamaban “El Gringoâ€, porque era hijo de Carlos Enrique Pellegrini, un ingeniero natural de Saboya que llegó contratado por Rivadavia, transformándose luego en uno de los pintores que mejor plasmó en sus telas la realidad argentina de aquel tiempo. “El Gringoâ€, sin embargo, fue un porteño arquetípico. Corpulento, inteligente, simpático, elegante y decidido, era abogado, combatió en la Guerra del Paraguay, ocupó los más altos cargos públicos y fundó el Jockey Club.


El gabinete que secundaría a Pellegrini en su gestión estuvo formado por el general Roca (Interior), Eduardo Costa (Relaciones Exteriores), Vicente Fidel López (Hacienda) y José María Gutiérrez (Instrucción Pública), permaneciendo el general Levalle como ministro de Guerra y Marina.


Gracias a créditos negociados en el exterior, a una mejor administración y a algunas buenas cosechas, como así también a la creación del Banco de la Nación, Pellegrini logró encalmar la economía, pese a mantenerse una fuerte deuda externa.


En política, la Unión Cívica no se contentaba con el alejamiento de Juárez Celman, aspirando a cambios más profundos. Pero los grandes electores nacionales seguían siendo Roca y Mitre. Que se pusieron de acuerdo en marzo de 1891, asumiendo Roca el compromiso de apoyar la futura candidatura de Mitre a la presidencia, con el propósito –dijo Roca– de “pacificar los espíritus y unir a los argentinosâ€. Las publicaciones satíricas llamarían a ese acuerdo “El Acordeónâ€, representando frecuentemente a sus protagonistas tocando tal instrumento.


El referido avenimiento entre Mitre y Roca causa la escisión de la Unión Cívica pues, mientras algunos “cívicos†son partidarios de admitirlo, otros lo rechazan por ver en él un modo de perpetuar las malas prácticas políticas del “Régimenâ€, que afligen al país. Forman éstos un comité denominado “Unión Cívica Radicalâ€, cuna del partido que, con ese nombre y no obstante diversos desgajamientos que lo dividirían, seguirá actuando hasta nuestros días. El jefe de la nueva fracción es Leandro N. Alem.


Alem hace giras por el interior, suscitando fervorosas adhesiones. Por otra parte, también corren vientos renovadores dentro del oficialista Partido Autonomista Nacional (PAN). “El Acordeón†está pinchado, pierde aire y al compás de su música son pocos los que bailan. Surge así la candidatura de Roque Sáenz Peña, un hombre joven y brillante que despierta interés, tanto entre los disgustados del partido oficialista como entre aquellos “cívicos†que, en un primer momento, han creído en las bondades del acuerdo Mitre-Roca.


Una hábil jugada frustrará no obstante, por el momento, la ascensión de Roque Sáenz Peña. Inducido probablemente por Roca –a quien no en vano llaman “El Zorroâ€â€“, Mitre propicia como candidato a don Luis Sáenz Peña, padre de Roque. Don Luis es un jurista espectable, miembro de la Corte Suprema y católico prominente. Lo convencen de que su postulación será prenda de paz para la República y acepta. Roque, elegantemente, se hace a un lado.


Los radicales bullen en la oposición. El 3 de abril de 1892, Pellegrini denuncia una conspiración y encarcela a Leandro Alem, a su sobrino Hipólito Yrigoyen y a otros dirigentes del radicalismo, estableciendo el estado de sitio. Levanta éste, al solo efecto de permitir se realicen las elecciones el 10 de abril, que otorgan el triunfo a la fórmula Luis Sáenz Peña para presidente y José Evaristo Uriburu para vice, los que asumen el 12 de octubre de aquel año.