desde 1800 hasta 1851
presidencia de Rivadavia
 
 
A principios de febrero del 26, el Congreso pone fin al mandato de Las Heras, que era provisional, dictando una Ley de Presidencia y designando para el cargo de presidente a Rivadavia.

El 7 de ese mes, Rivadavia otorga alcances nacionales al préstamo gestionado por Buenos Aires de la “Baring Brothers†e incorpora las minas provinciales a la garantía otorgada. El 7 de marzo, Buenos Aires es erigida como capital del Estado, lo cual provoca el disgusto de la provincia, que se considera desposeída de su ciudad principal.

La gestión de Rivadavia como presidente, concluida abruptamente, no se redujo a la conducción de la guerra con el Brasil. Mientras la misma se desarrollaba, en efecto, sucedieron muchas cosas fuera de los teatros de operaciones.

Por lo pronto, algunas provincias desconocieron de entrada la investidura presidencial conferida a don Bernardino. Juan Bautista Bustos, caudillo cordobés, se dirige a él llamándolo “presidente de la ciudad de Buenos Airesâ€; Juan Felipe Ibarra, caudillo santiagueño, tampoco reconoce su autoridad; y lo mismo ocurre con Facundo Quiroga, caudillo riojano.

Pero el presidente cuenta también con apoyos: Gutiérrez en Catamarca, Lamadrid en Tucumán y los gobernadores de Cuyo. Forma una fuerza a la que denomina “Ejército Presidencial†y la pone bajo las órdenes de Arenales.

En octubre de 1825, Quiroga derrota a Lamadrid en la batalla de El Tala. Lamadrid, que no ha querido rendirse, queda tendido con 15 tajos de sable, un bayonetazo y un tiro de pistola. Se lo da, naturalmente, por muerto. Pero no bastan esas heridas para terminar con el indomable guerrero. Concluido el combate, logra levantarse, llega hasta un rancho, lo curan allí con yuyos y, pasado un tiempo, volverá a empuñar la espada.

Quiroga depone a Gutiérrez y marcha contra San Juan. Arenales despacha tropas para perseguirlo, que reponen a Lamadrid en Tucumán y, sin alcanzar a Quiroga, se dirigen hacia Santiago del Estero para voltear a Ibarra.

Mientras tanto, en Buenos Aires el Congreso dicta la constitución unitaria de 1826. Establece ésta un régimen presidencial, un gabinete de 5 ministros, 2 cámaras legislativas y una Alta Corte de Justicia. Se ponía al gobernador de Buenos Aires bajo la dependencia del presidente y se formaban Consejos de Administración para reemplazar a los cabildos provinciales.


El negocio minero que puso fin a la presidencia de Rivadavia consistió, someramente descripto, en lo siguiente: a poco de concluir su gestión como ministro de Rodríguez, aquél se trasladó a Londres, donde fue recibido con bombos y platillos. Reinaba allí una intensa fiebre especulativa, cuyo objeto circunstancial eran las riquezas del Nuevo Mundo, cuantiosas e inexplotadas según se las presentaba. Rivadavia, asociado con el capitán John Hullet, participó activamente en el lanzamiento de una compañía, que explotaría los yacimientos del cerro de Famatina, en La Rioja, y que se llamó la “Provinces of the Río Plata Mining Associationâ€. Tal lanzamiento fue sumamente exitoso y las acciones de la flamante empresa se cotizaron 25 puntos sobre la par. Rivadavia aceptó presidir su directorio en Buenos Aires, con un sueldo de 1.200 libras anuales.


Existía un inconveniente, sin embargo: la enajenación del Famatina y el dictado de las leyes que autorizarían el funcionamiento de la sociedad en la Argentina se llevarían a cabo por el gobierno central, en Buenos Aires, y había ocurrido que, por Ley Fundamental del 23 de enero de 1825, las atribuciones para hacerlo correspondían a las provincias. De modo que, al llegar aquí el representante de la “Miningâ€, capitán Francis Bond Head, se encontró con que el emprendimiento carecía de sustento legal, asentándose sobre bases inexistentes. Puso el grito en el cielo, protestó ante Rivadavia y éste le aseguró que un futuro gobierno, centralista, allanaría las dificultades que se presentaban. Don Bernardino arribó efectivamente al gobierno y tal gobierno resultó centralista, de acuerdo con lo previsto.


Pero, al conocerse la vinculación del presidente con la compañía minera y el modo cómo, desde el alto cargo que ocupaba, concretaría una operación de enorme magnitud, en la cual tenía un interés personal, sobrevino el escándalo ya mencionado y Rivadavia tuvo que renunciar.