El año que se iniciaba con tan agitados acontecimientos, iba a ser pródigo en hechos de graves consecuencias para la vida de esa pacífica ciudad de Buenos Aires que había asomado al siglo XIX plena de sobresaltos. José María Salazar, Jefe del apostadero de Marina de Montevideo, en carta del 6 de diciembre de 1810, hace esta interesante pintura de ese momento: “La ciudad estaba dividida en bandos de criollos y europeos, unos y otros con deseos de independencia y ambos vociferando lealtad. Los europeos alegaban en su favor, su origen, y que siendo españoles no podrían faltar a su rey; los criollos decían: ¿Quién sostuvo” al virrey el 1° de enero? Los señores de la Real Audiencia, a quienes oí varias veces en mi visita a la capital, me decían: no puede dudarse que los comandantes de los cuerpos son fieles y debemos fiarnos de ellos y huir del partido contrario, porque el día 1° fueron ellos los que sostuvieron la autoridad del virrey; y así, ya por necesidad como por persuasión, se tenía más confianza cu ellos que en los europeos, pero la experiencia ha acreditado después, que, unos y otros, deseaban la formación de la junta y que sí el día primero los europeos no la consiguieron, fue por no ganar ante las tropas, creyendo que no harían oposición; y que ti entonces los comandantes sostuvieron al virrey no fue por amor al soberano, sino por su propia conservación, pues debiendo quedar a la cabeza del gobierno los europeos, que eran también enemigos personales suyos, corrían riesgos sus vidas y fortunas”52.
Es en esas condiciones que se va a producir el 25 de mayo de ese año, una revolución de tono doméstico en Chuquisaca, pero lo suficientemente importante para que trascendiera hasta las orillas del Plata, provocando el consiguiente enardecimiento de los ánimos ya encendidos. Poco después, el 16 de julio, se reproducía, en escala mayor, el episodio, en La Paz, dejando el primer saldo de víctimas en las tierras del virreinato.
Y con estos singulares auspicios, tiene lugar la llegada al Río de la Plata y a Buenos Aires, del nuevo Virrey designado por la Junta Central de Sevilla, don Baltasar Hidalgo de Cisneros, oportunidad que tratará de aprovechar el grupo saavedristas para llevar a cabo la postergada revolución. El movimiento debía estallar como manifestación de resistencia a la autoridad de Cisneros, y consecuentemente, de apoyo al ya oscurecido héroe de la Reconquista, Santiago de Liniers.
De Gandía menciona a Pueyrredón como uno de los principales propugnadores de este proyecto. Este se había ausentado del Plata después de las invasiones inglesas en las que, como es sabido; 1e cupo una brillante actuación, y había regresado a Montevideo el 4 de enero de 1809, donde fue detenido y remitido prisionero a España. Al llegar a Santos logró fugarse y pasó a Río de Janeiro, arribando posteriormente a Buenos Aires el 15 de junio del mismo año. “En Buenos Aires intentó resistir la entrada del virrey Cisneros “para sostener en el mando al señor Liniers y... realizar la absoluta independencia de estos dominios”. Así dice un documento y deja bien nítida la impresión de que la independencia iba a hacerse con Liniers. Su amistad con Saavedra era muy íntima, tanto como la que Saavedra tenía con Liniers. Pueyrredón siempre pensó en la independencia unido a Liniers” 53.
Belgrano, miembro conspicuo del grupo carlotista, que seguía atentamente los acontecimientos, es destacado para tomar contacto con loa .del nuevo proyecto. “Y entonces aspiré a inspirar la idea a Liniers —nos refiere en su Autobiografía— de que no debía entregar el mando; por no ser autoridad legítima la que lo despojaba: los ánimos de los militares estaban adheridos a esta opinión: mi objeto era que se diese un paso de inobediencia al ilegítimo gobierno de España, que en medio de su decadencia quería dominarnos; conocí que Liniers no tenía espíritu, ni reconocimiento a los americanos que lo habían elevado y sostenido, y que ahora lo querían de mandón, sin embargo de que había muchas pruebas de que abrigaba, o por opinión o por el prurito de todo europeo, mantenernos en el abatimiento y esclavitud”54.
Belgrano celebra una entrevista con Saavedra el 11 de julio, y para el día siguiente queda acordada una junta de comandantes, de la que participaría el primero, conjuntamente con otros colegas de su grupo. El intrigante Felipe Contucci al servicio de la Infanta Carlota, llegado en abril a Buenos Aires, se dirige a Liniers informándole al respecto en los siguientes términos: “...y hoy se reúnen en casa de Pueyrredón, French, Vieytes, Castelli, Beruti, la mayor parte de los comandantes de los cuerpos, una porción de frailes y clérigos... y hay posibilidades de que se trate de independencia” 55.
Por su parte, los miembros del Cabildo, apuntaron esta interesante referencia en su libro de Acuerdos: “En la noche del once huvo Junta en casa del comandante de Patricios Don Cornelio de Saavedra, compuesta de este, Don Juan Martín de Pueyrredón, del comandante de la Unión Don Gerardo Esteve y Llac, del de Montañeses Don Pedro Andrés García, del de Arribeños Don Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, y el del Sequndo Esquadrón de Uzares Don Lucas Vivas: que el doce, habiendo promediado los de este Congreso se reconciliaron el referido Puirredon, y Don Martín Rodríguez, Comandante del primer Esquadron de Uzares, comieron juntos y por la noche se verificó la reunión de todos en casa del primero; á que no asistieron el Comandante de Andaluces Don José Merelo, y el de Cazadores de Carlos quarto Don Lucas Fernández por haberse escusado este a título de enfermo, y aquel por presumirse no se le huviese citado por no ser adicto a sus ideas... Que se ha formado un nuevo triunvirato que acrecienta la discordia y está hoy enteramente contraído a fomentarla compuesto de Don Juan de Bargas, Don Juan Martín Pueyrredón, y Don Lázaro Rivera, los cuales han hecho la mas estrecha unión y obran de acuerdo en cuanto practican, estando encargados los dos primeros de persuadir y reclutar nuevos candidatos que aumenten el mundo del Complot destinado a repeler al Señor Cisneros, y al Señor Elio; y Don Lázaro Rivera de Coechar á cuio efecto se le ha surtido de considerable numerario: Que el plan favorito y mas valido es el de pedir Junta al ingreso del Señor Cisneros, la cual la tienen ya compuesta de los mismos Comandantes faccionarios dando la Presidencia al Señor Liniers, y el segundo lugar, con opción a ella, en ausencias y enfermedades al Señor Oydor Don Francisco Tomas de Anzotegui, y que su primera cesión sería de sostener en el mando al Señor Liniers y dirigidas las posteriores á realizar la absoluta independencia de estos Dominios... “ 56.
El proyecto tenía envergadura y había logrado concitar el apoyo de los dos grupos revolucionarios más importantes, y hasta algún miembro del grupo españolista, de tal manera que hubiera sido coronado por el éxito, a no ser la actitud asumida en la emergencia por quien debía ser la cabeza de la revolución. Liniers se negó a prestar su adhesión a pesar de la presión que sobre él ejercitaron las fuerzas militares y el clamor popular hacia quien hasta entonces había tenido por su caudillo Cisneros lo llama desde Montevideo para que pase a entregarle el mando del Virreinato a la Colonia, para evitar así su entrada en Buenos Aires sin el ejercicio del poder, y Liniers dócilmente se aviene a cumplir con lo que se le ordenaba, contradiciendo inclusive el expresó pedido de una manifestación popular que —según cuenta M. Rodríguez— tuvo lugar frente a su casa para impedirle su viaje a la Colonia.
Los jefes militares, inclusive Saavedra, aceptaron finalmente al nuevo Virrey, con la condición de que Elío no fuera nombrado jefe de las tropas y se mantuvieran los regimientos de milicias, base de su poderío.
Entre tanto, Pueyrredón, sindicado como uno de los más activos autores del proyecto, y además prófugo de las autoridades españolas, fue prendido el 19 de julio, pero solícitamente socorrido, pudo fugar nuevamente el 26, del cuartel de Patricios donde se lo había alojado y pasar a Río de Janeiro, desde donde regresó, después del estallido definitivo, el 9 de junio de 1810.
Cisneros arribó finalmente a Buenos Aires el 29 de julio, debiendo afrontar de inmediato el problema planteado por el levantamiento de La Paz, circunstancia que aprovechó para alejar de Buenos Aires a varios cuerpos de los regimientos de Patricios y Arribeños, que fueron remitidos al Norte para reprimir el movimiento. Otros contingentes fueron enviados a las guarniciones de Montevideo, Patagones y las fronteras.
El Cabildo, celoso guardián de la situación, advertía al nuevo Virrey: “... cual es la conducta de Saavedra y cual la de los demás comandantes, quienes sin embargo de haberse prestado llanos a embarcarse para la Colonia en cumplimiento de las órdenes de S. E., no han cesado de celebrar sus juntas y propalar especies sediciosas” 57.
Como dice Mitre: “Nada podía hacerse entonces en Buenos Aires sin contar con el apoyo de Saavedra. Después de Líniers. era el hombre que más poder tenía, debiendo la influencia de que gozaba a la circunstancia de haber sido el domador de la revolución del 1° de enero, y estar a la cabeza del temible regimiento de Patricios, de cuyas voluntades era dueño”58.
Desplazado definitivamente Liniers de la jefatura del partido de los Patricios, Saavedra, —según lo expresa Martín Rodríguez— “...Prometió, bajo su palabra de honor que cuando viniese la noticia de la toma de Sevilla por los franceses contasen con él, pues creía que entonces era el momento más oportuno”59.
Frente a esta atenta vigilia sobre las armas del grupo saavedristas, los carlotistas proseguían, por medio de Belgrano, sus gestiones ante la Princesa del Brasil. En efecto, a principios de ese año 1809, tuvo lugar el viaje al Plata del emisario de la Infanta, Felipe Contucci, con lo cual tomaron nuevo impulso las enfriadas negociaciones. Belgrano, en nombre de su grupo (“Con un exacto conocimiento de todos los fieles amantes vasallos de V.A.R....”, le dice expresamente), escribe sendas cartas a la Princesa el 17 de julio y el 9 y 13 de agosto, en las que le manifiesta el reiterado propósito de que se traslade a la brevedad a Buenos Aires para hacer valer sus derechos: “No puede ser otra la decisión que V.A.R. tome, más conforme a todos los principios más sagrados, que la de venir a mandar proclamarse pr. Regenta de estos dominios; superando todos los obstáculos que puedan presentarse; y hacer reconocerse; pr. qe. de otro modo, cada vez mas, va V.A.R. dexando que esa Junta [Central] se posesiones de la Autoridad, y qe. criando criaturas a la sombra del sagrado nombre de Fernando 7°, mañana sean otros tantos qe. lleven a todos los dominios españoles el espíritu de usurpación, o tal vez la prosecución de unas miras tan ajenas de la razón y de la lei” 60.
Pero la impaciencia de estos gestores llega a tal punto que, ansiosos por arribar a la solución anhelada, con fecha 22 de agosto de 1809, remiten una nota dirigida al Ministro de Negocios Extranjeros del Gobierno Británico, que lleva adjunto un manifiesto en el que se reproducen algunas expresiones y argumentos del anteriormente dirigido a la Infanta Carlota Joaquina, concluyéndose en el propósito de “trazar el vasto edificio de un nuevo Imperio Español Americano, que iguale cuanto no exceda en poder al Europeo”, para ponerlo en manos de Fernando VII. Objetivos que, —como advierte Vicente Sierra— “...coinciden con los de la instalación de la Junta de Gobierno del 25 de mayo de 1810, tal como fueron explicados al embajador inglés fin Río de Janeiro, lord Strangford, por el comisionado confidencial que-la Junta destacó a dicho efecto... “ 61.
A su vez, los alzaguistas desesperaban de Cisneros, en quien habían creído encontrar un aliado, y se quejaban de que los cuerpos europeos, disueltos después del 1 de enero, no fueran restaurados.