Como ajustadamente lo expresa el propio Saavedra en la Solicitada que publicara en la Gaceta Mercantil del 25 de mayo de 1826: ”La Revolución la prepararon gradualmente los sucesos de Europa. Los patriotas en ésta nada podían realizar sin contar con mi influjo y el de los jefes y oficiales militares que teníamos las armas en la mano. Cuando llegó el momento de sazón di los pasos para verificarla con toda la circunspección y energía que es sabida por notoriedad, y el voto público lo acreditó en destinos que me colocó, presidiendo el país, pues afortunadamente viven muchos de aquellos días; el que se atreva a desmentir esta aserción, preséntese”62.
A fines de 1809, la situación de la Península se había agravado considerablemente. Napoleón, que se encontraba en España, obtuvo los triunfos del Gamonal, Tudela y Somosierra, y el 3 de diciembre volvió a entrar en Madrid, reponiendo a su hermano José en el trono. La Junta Central, ante el avance arrollador de los franceses debió retirarse a la isla de León. En Cádiz, decreta su disolución, y en su lugar se constituye el 29 de enero de 1810, el Consejo de Regencia. Todo estaba perdido.
En Buenos Aires, la noticia tarda en llegar hasta mayo, pero dos meses antes, un suceso de importancia habrá de preparar los ánimos, Liniers, después de la entrega del mando, había pasado a Córdoba con el fin de arreglar algunos asuntos privados, para luego viajar a España; pero en marzo de 1810, llega la orden de que se traslade de inmediato a la Península. “El urgente llamado de Liniers a España —escribe Marfany— indicaba a las claras la desaprobación de su conducta frente a los sucesos del 1° de enero de 1809, y la de los comandantes que le prestaron su apoyo, quienes venían a quedar ahora bajo la autoridad discrecional de Cisneros. Mostróle el virrey a Saavedra la orden oficial, con las debidas reservas, el 2 de abril. Su lectura le produjo profunda impresión. Habiendo perdido los criollos su influencia y predicamento en el gobierno, si se realizaba la expulsión de Liniers quedaban reducidos a la nada sin esperanza de remediarlo por la vía legal y ordinaria”63.
Concomitantemente había llegado a Buenos Aires la noticia de la caída de Gerona, en España, y de las ejecuciones ordenadas por Goyeneche en La Paz. Hecho, este último, que puso en evidencia sobre la violenta represión desatada por los funcionarios españoles de estada en América, lo cual era un ejemplo nada alentador por cierto. Estos dos episodios, bien aleccionadores, mueven a la acción a los saavedristas.
“A los nueve meses de estar Cisneros ocupando la silla del Virreinato —escribe Rodríguez—, creímos que ya era tiempo de pensar en nosotros mismos. Ocupada la España por numerosísimos ejércitos franceses, y en posesión de todas las plazas más fuertes de ella, creíamos que los españoles jamás podrían sacudirse de tan inmenso poder. De consiguiente empezamos a tratar muy secretamente sobre nuestra seguridad, a fin de no correr la suerte de los españoles. Esto no podría hacerse sin que recayese el gobierno en nuestras manos. Y esto mismo hacía tanto más necesaria la deposición de Cisneros”64.
Según lo ha demostrado Marfany, al saberse las últimas noticias de la Península debido a la circulación de las gacetas inglesas, llegadas a Buenos Aires el 14 de mayo de 1810, Saavedra y Castelli que se encontraban accidentalmente en San Isidro, donde ambos ocupaban propiedades vecinas, son llamados con urgencia a Buenos Aires.
Al decidir los revolucionarios la reunión de un Cabildo Abierto, Saavedra y Belgrano son comisionados el 19 de mayo para entrevistar al Alcalde de primer voto, don Juan José de Lezica; en tanto que Castelli es enviado para hacer lo propio con el Síndico Procurador del Ayuntamiento, don Julián de Leyva. Pero como esta gestión no prosperara, el día siguiente se resuelve enviar una nueva comisión, esta vez ante el propio Virrey, a los efectos de requerirle una contestación definitiva, y para desempeñarla se elige a Martín Rodríguez y a Castelli. Como se ve, en la elección de ambas comisiones se tuvo presente el equilibrio en la representación de los dos grupos que conducían el movimiento.
En la noche del mismo día 20, los comandantes fueron citados al fuerte para una audiencia con el Virrey. Las tropas fueron acuarteladas.
En esta ocasión Cisneros inquirió a quienes detentaban el poder militar: “...si están resueltos a sostenerme en el mando como lo hicieron el año de 1809 con Liniers o no...”. A lo que respondió Saavedra, en forma que contribuye a aclarar su posición y la de su grupo no sólo en esta emergencia, sino en aquélla que invocaba el Virrey: “Señor, son muy diversas las épocas del 1° de enero de 1809 y la de mayo de 1810 en que nos hallamos. En aquella época existía la España aunque ya invadida por Napoleón; en ésta, toda ella, todas sus provincias y plazas están subyugadas por aquel conquistador, excepto sólo Cádiz y la Isla de León, como nos aseguran las gacetas que acaban de venir y V. E. en su proclama de ayer. ¿Y qué, señor? ¿Cádiz y la Isla de León son España? ¿Este territorio inmenso, sus millones de habitantes, han de reconocer soberanía en los comerciantes de Cádiz y en los pescadores de la Isla de León? ¿Los derechos de la corona de Castilla a que se incorporaron las Américas, han recaído en Cádiz y la Isla de León que son partes de una de las provincias de Andalucía? No señor; no queremos seguir la suerte de España ni ser dominados por los franceses; hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos. El que a V. E. dio autoridad para mandarnos ya no existe; de consiguiente tampoco V. E. la tiene ya, así es que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse en ella”65.
A la mañana siguiente, la presión ejercida por la presencia en la Plaza Mayor de la Legión Infernal, que respondía al grupo de Castelli; y de los Patricios de Saavedra, decide definitivamente la asamblea pedida. “Los comandantes entonces se fueron al Cavdo. —relata un testigo— y le expusieron qe. Temían fatales movimtos sino se tomaba providencias sobre las desconfianzas que; ya los motivavan. El Cabildo, paso oficio inmediatamente al Virrey exponiéndole todo esto, y pidiéndole venia para celebrar un congreso abierto compuesto de la principalidad del pueblo. El Virrey se prestó inmediatamte, y franqueo tropas para que tomasen las avenidas de la Plaza, á fin de estorbar que entrase á ella el populacho y que huviese tranquilidad. El Cavdo. al efecto convidó en esa misma Tarde por medio de Esquelas impresas á todo el mas noble vecindario...” 66.
Vicente Fidel López, en una de las cartas fraguadas que incluye en su obra La gran semana de Mayo, pone en boca de José Ignacio Rezával las siguientes palabras dirigidas a Julián Segundo de Agüero, ese día 21 de mayo de 1810: “Usted comprenderá bien los temores que me asaltan desde que, por el suceso del 1° del año pasado, quedé sindicado y perseguido por el partido de Liniers, que a las claras es el que se ha declarado ahora contra el señor virrey y contra nosotros los europeos” 67.