Estanislao López y el federalismo del litoral
Aspectos de la Historia Argentina 1810-1820
 
 

Unas notas históricas, publicadas con el objeto de divulgar documentos que honran la memoria del general Estanislao López y demuestran el poderoso influjo de su acción en la historia política del país, han tenido la virtud de provocar una larga réplica epistolar del Dr. Carlos Aldao, en la que renueva sus sentimientos de enconada antipatía hacia el caudillo.


Como aquellas notas tienen su razón de ser en una base documental de indiscutible autenticidad, el Dr. Aldao se ha sentido esta vez desconcertado. Ante la imposibilidad de discutir hechos comprobados, que para él “no tienen novedad”... discute las opiniones que me sugieren, me acusa de obrar impulsado por sugestiones afectivas y a vuelta de divagaciones que él llama, muy convencido, “filosofía de la historia” nos brinda la consabida apología de los gobiernos porteños, y la vieja cantinela de la barbarie caudillesca.



Conceptos históricos


Yo hubiera podido excusarme de escribir esta aclaración narrando un episodio de la historia de Santa Fe que parece dar la clave de las reiteradas acometidas de mí replicante contra todo lo que signifique un homenaje a la memoria del general López, pero he preferido hacerlo, para demostrar lo deleznable de su argumentación, tratando de oponer hechos y documentos a sus caprichosas afirmaciones


No es posible seguir considerando nuestra historia como una galería de cuadros gloriosos, fuente de inspiración para cierto patriotismo bullanguero, y motivo de vanidad para nuestro nacionalismo.


Tal concepto de la historia se exterioriza más cumplidamente en el género alegórico que en el literario, y solo conduce al fetichismo de los hombres, apartándonos del conocimiento de la verdad.


Afortunadamente, este criterio rutinario y pueril para juzgar los acontecimientos del pasado, pronto será un anacronismo entre nosotros. Ya las nuevas generaciones no se dejan conducir por cierto género de historiadores acostumbrados a prescindir de toda base documental y a suplir su falta de documentación con juicios tendenciosos, en que el denuesto y el ditirambo alternan con irritante injusticia. Son aquellos que según la frase —creo que de Alberdi— “fracasados en la política, politiquearon con la historia”.


Por eso un maestro de la nueva generación, autorizado por su saber y el rigor de sus disciplinas eruditas, ha podido decir: “La frase rotunda, el adjetivo lapidador, y la facilidad en dar con el mote inolvidable para caracterizar a los hombres o las épocas, no ha resultado a la postre sino el más legítimo fruto de esa producción baladí, que la crítica arranca de cuajo, como el sano pampero a los arbustos sin raigambre. Ya era hora de reaccionar contra tal historiografía superficial y efímera”. 8


El criterio histórico ha evolucionado, y una revisión de valores que aumenta al par de nuestra cultura general, nos enseña a desconfiar de aquellos juicios absolutos que dividían a los hombres del pasado en ángeles y demonios.


El concepto simplista de civilización y barbarie, ha sido recogido por muy pocos rezagados de la cultura, que todavía creen en fórmulas pedantescas para penetrar en el misterio de los hechos históricos.


El estudio detenido y metódico de los documentos, nuevas disciplinas de investigación y sobre todo el tiempo, que calma las pasiones y nos aclara el pasado en perspectiva ideal, todo ha contribuido a ampliar el concepto de nuestra historia.


Se empieza a penetrar en el proceso interno de nuestra revolución, a rever debidamente los valores sociales y los factores de nuestra evolución política Al panegírico bombástico de militares que a veces no tuvieron otro mérito que el de haber figurado incidentalmente en un combate de la independencia, se prefiere el estudio de las fuerzas sociales que determinaron los grandes lineamientos de nuestra nacionalidad y le dieron cohesión y forma política en su evolución histórica. Y al estudiar estas energías sociales, es menester estudiar los hombres que las dirigieron y encauzaron, los grandes conductores de muchedumbres, aquellos caudillos primitivos de los tiempos en que según la expresión de Rodó, “ardía como en el antro de los cíclopes el fuego en que se forjan las naciones y las fronteras se movían sobre el suelo de América a modo de murallas desquiciadas”.