En el congreso de Aix la Chapelle, reunido en 1818, se trató la situación de las colonias españolas y la necesidad de darles monarcas europeos, sobre todo para alejar el peligro que podía significar la creación de repúblicas en todo el continente americano para aquellas monarquías absolutas. Empezaban a pesar en las relaciones internacionales, los Estados Unidos de América y nada más oportuno para los monarcas de la Santa Alianza, que sofocar las democracias nacientes dando acomodo a miembros de aquellas dinastías que Napoleón había dispersado algunos años antes.
Una memoria de un diplomático francés presentada al duque de Richelieu, ministro de Luís XVIII, en 1818, nos aclara mucho la situación de la América española con relación a Europa en aquella época. Conozcamos algunos párrafos de esa memoria: “No debemos, disimular que la prolongación de la guerra civil pueda ser un elemento favorable para la propaganda de las doctrinas democráticas y que el ejemplo de la gran república del norte, prudente, poderosa y feliz, no sea seductora y a propósito para la conquista de los espíritus en medio de la falta de comunicaciones con Europa.
“La presencia de los Estados Unidos, aislados, no presenta ningún síntoma de inquietud para Europa. Pero no sería así sí toda la América meridional adoptase sus instituciones. Todo un mundo republicano, joven, lleno de vida y de porvenir dotado de todos los climas, de todos los productos y un suelo de fecundidad incomparable, levantado frente a nuestra vieja monárquica Europa, sobrecargada de habitantes, debilitada por treinta años de sacudimientos revolucionarios y apenas repuesta en sus antiguos fundamentos, presentaría sin duda alguna a las consideraciones de los hombres de estado un espectáculo digno de las más serias reflexiones y un peligro demasiado real. Todo lo que queda en Europa de descontentó y faccioso buscará naturalmente un punto de apoyo en América. Se establecerán relaciones en todas direcciones y un eco de rebelión repercutirá continuamente del uno al otro continente. Y ocurre además, que todas las comparaciones no son favorables a Europa. Si esta tiene sus artes y su civilización, encanto de la clase culta, el nuevo mundo tendrá para ofrecer a sus habitantes ya los extranjeros tierras vírgenes y fértiles, cuya décima parte no está todavía distribuida y que se cederá casi con la sola condición de que sea cultivada. Estos medios de riqueza y de felicidad debidos únicamente a circunstancias locales serán presentados por los facciosos de Europa a las clases pobres y suficientes de nuestra población, como efecto de la superioridad del gobierno republicano sobre el monárquico, invocando entonces, a grandes gritos la revolución para presentarnos, tal vez, la crisis más delicada que haya ocurrido en el orden social europeo. Ante interés tan grande deberían agruparse o no, por ser de carácter europeo, para con un esfuerzo común, impedir el peligro”.
Sin duda era un hombre de talento y penetración quién esto escribía; se llamaba M. Serrurier y había sido ministro de Napoleón en Washington. El original, citado por Carlos Villanueva, fue firmado en Yssy y se encuentra en el archivo de Relaciones Exteriores del Gobierno Francés.
El pensamiento y la acción de los Estados Unidos
¿Qué se pensaba entre tanto en Norte América, aquel país cuya constitución era invocada por los cabildantes de Tucumán en 1813, seguida por las instrucciones de Artigas en ese mismo año y reclamada en sus grandes y sencillos principios por los pobres cabildos que aspiraban al gobierno propio dentro de la vida de la nación?
¿Qué se pensaba en Estados Unidos de la independencia de América?
En 1818, el gobierno de Monroe, envió al Río de la Plata, una comisión compuesta de los señores César Rondney, Abogado General de los Estados Unidos, Mr. Bland, Juez de Maryland y Mr. James Graham, antiguo secretario de la legación en Madrid, para visitar estas regiones e informar al gobierno de los Estados Unidos, sobre su situación política y militar.
Gray, se opuso en el parlamento al envío de esta misión, proponiendo que en su lugar se mandara a un ministro diplomático, reconociendo la independencia de las Provincias Unidas, porque, decía: “Norte América no debe esperar que los reyes le den el ejemplo de reconocer la única república existente en el mundo, después de la nuestra. Si la salud de la monarquía depende de la muerte de la república, la seguridad de la república en América no debe ser restringida por las otras repúblicas que nacen a su lado”.
El asunto se ventiló ampliamente.
Se habló de las negociaciones monárquicas y se discutió si los hombres de Buenos Aires, querían gobierno republicano, o sí la independencia iba a ser reconocida en beneficio de algún monarca europeo.
En este congreso el diputado Smith, por Maryland, oponiéndose al reconocimiento de la independencia, dijo estas palabras: “El único campeón de la democracia en aquellas regiones, es el bravo y caballeresco general Artigas”.
Los diputados permanecieron por algún tiempo en Buenos Aires. Observaron, formaron opinión. Don Feliciano Cavia escribió con este motivo un panfleto contra Artigas. Los comisionados no pudieron entrevistarse con éste.
Presentaron más tarde sus informes.
Respecto a los sucesos de la época, Rodney decía refiriéndose a Artigas: “Es justo agregar que el general Artigas, es considerado por personas dignas de crédito, como un amigo firme de la independencia del país. No he tenido la satisfacción de celebrar una entrevista formal con el general Artigas, que es incuestionablemente un hombre de excepcionales y singulares talentos.
“Pero si tuviera que arriesgar conjeturas, creo, que no sería imposible que en esta como en la mayor parte de las disputas domésticas, haya falta “de ambas partes. Es de lamentar que estén en abierta hostilidad”. Por su parte Graban decía: “El General Artigas y sus partidarios sostienen que la intención del gobierno de Buenos Aires, es dominarlos y obligarlos a someterse a un estado de cosas que les arrebate los privilegios del “self-governement”, que se consideran con derecho a reclamar. Dicen ellos que están deseosos de unirse al pueblo de la margen occidental del Río, pero no en forma de quedar sujetos a la tiranía de Buenos Aires.
El informe de Teodoro Bland, dice lo siguiente: “Artigas puso a prueba los planes del gobierno de Buenos Aires, exigiendo que la Banda Oriental, fuese tratada y considerada como un Estado. Fue considerado esto por Buenos Aires, como la más irracional, criminal y declarada rebelión contra el único gobierno legítimo de las Provincias Unidas, cuyo gobierno según su doctrina, alcanzaba a todo el virreynato, dentro del cual la ciudad de Buenos Aires había sido siempre y de derecho era entonces y debía continuar siéndolo, la capital de que emanase toda autoridad”. Refiriéndose a la invasión portuguesa dijo así: “Artigas arrastrado en una dirección, después en otra; atacado por los portugueses y por los patriotas de Buenos Aires, y en guardia siempre ante el ataque imprevisto de España, tiene a toda la población sometida ante el imperio de su voluntad; podría decirse que Artigas y sus gauchos defienden valerosamente sus hogares, sus derechos y su patria y que el rey de Portugal, tiene el propósito de agrandar sus dominios con la anexión de una parte de la Provincia al Brasil”. 18
Las negociaciones del Directorio con la monarquía borbónica continuaron. Bástenos saber que en 1820, aparecía en París un folleto titulado: “Les Provinces de la Plata erigées en monarchie”, y qué el folleto que se publicó en Buenos Aires, después del tratado de Pilar por exigencia de los Jefes Federales Ramírez y López, conteniendo el proceso de alta traición al Congreso y al Directorio, produjo gran revuelo en el parlamento inglés, porque demostraba las negociaciones secretas de Francia, para instalar una monarquía en Buenos Aires, cosa nada grata al gabinete de S. M. Británica. 19