Las reducciones jesuíticas de indios guaraníes / 1609-1818
Las victimas del extrañamiento
 
 

El decreto de expulsión firmado en El Pardo el 27 de febrero de 1767 por el rey Carlos III, halló a los jesuitas en estado de la más prometedora expansión. Unas tras otras iban surgiendo las reducciones y doctrinas, se multiplicaban !as obras apostólicas en las ciudades y pagos, y nuevos auxiliares llegaban como tropas de renuevo.


Al leer los pedidos angustiosos de nuevas fundaciones que formulaban obispos y gobernadores, el alma se estremece ante el tajo diabólico que pocos años después segaría tan bienhechora fuente, abandonando a la ventura las almas a millares ya prontas a la conversión. Diríase que, presintiendo el cercano fin, multiplicaban los jesuitas sus afanes, para disputar al infierno la presa.



1) En el Continente americano


Las reducciones del Paraguay habían brindado desde su fundación (año 1609) un modelo imitable y altamente fructuoso a todas las reglones de dicho Continente.


Fue célebre la misión jesuítica de Sonora al norte de Méjico; la cual en 1653 juntaba 23 pueblos. La de Tarahumara alcanzó en 1690 a 13 doctrinas. El centro era Cinaloa. A principios del siguiente siglo ya estaba en marcha también la misión de California.


Tras la expulsión de los jesuitas se hicieron cargo de todas ellas los franciscanos, y después los dominicos. El franciscano fray Junípero Serra dio lustre entonces con nuevas reducciones a la misión de la alta California.


Las regiones de Nuevo Méjico, Texas y La Florida, pertenecieron a los franciscanos ya desde fines del siglo XVII, sostenidas por los colegios de Méjico y España; aunque acosadas a la vez por los feroces apaches; hasta que también ellos se redujeron en 34 pueblos con sus iglesias y escuelas.


En el Marañon emprendieron desde Quito los jesuitas en 1638 la con quista espiritual de los maynas. Llegaban a 21 las reducciones en 1686, y a 38 en 1689, mientras tentaban lo propio los jesuitas portugueses a la desembocadura del gran río.


En la Nueva Granada (Colombia y Venezuela) entró la Compañía de Jesús el año de 1625, y fundó las misiones de Los Llanos y del Orinoco, Sustituidos temporalmente por los agustinos y por sacerdotes del clero secular, volvieron en 1659 los jesuitas con nuevas fundaciones, lo mismo que los dominicos y los franciscanos, y singularmente los capuchinos en la misión de Cumaná abierta en 1650.


También entablaron los jesuitas las reducciones de los mojos al norte de Santa Cruz de la Sierra en Solivia, y más abajo las de chiquitos, El año del extrañamiento —1767— las reducciones de mojos eran 17, y llegaban a 10 las de chiquitos: unas y otras bajo la jurisdicción del obispo de Santa Cruz de la Sierra. 298



2] En la provincia jesuítica del Paraguay


Abarcaba dicha provincia la gobernación del mismo nombre, junto con las del Tucumán, Río de la Plata y Tarija. Era “una de las más numerosas de Indias; pues la componían 464 sujetos: 285 sacerdotes, 59 estudiantes, 109 coadjutores y 11 novicios”. Desempeñaba el cargo de provincial el padre Manuel Vergara, que había ejercido el de visitador en el Perú.


Tocóle a don Francisco de Paula Bucareli y Ursúa, gobernador de Buenos Aires, la triste gloria de ligar su nombre a la obra del extrañamiento.


Obróse en todas partes con el mayor sigilo para que nada trascendiese, comenzando en la madrugada del 3 da julio de 1767 por los colegios de San Ignacio y Belén de Buenos Aires, y siguiendo por los demás de la provincia jesuítica del Paraguay, con las reducciones de indios, exceptuadas las de guaraníes, dejadas para el siguiente año de 1768.


Ocupadas todas las temporalidades, papeles y objetos pertenecientes a los expulsos, fueron estos embarcados hasta poner la parte mayor en Faenza, ciudad de los Estados Pontificios. Los alemanes pasaron a su país. 299


Mediando el año de 1768 se consumó la ocupación de los pueblos guaraníes, dirigiéndola el propio Bucareli. En lugar de los jesuitas quedaron con el cuidado espiritual de las reducciones religiosos franciscanos, mercedarios y dominicos.


En Faenza pasaron los más el resto de sus días. Su último provincial, el padre Domingo Muriel, nombrado en 1770, debió recibir y acatar el breve de extinción de la Compañía el 16 de agosto de 1773, al intimársele nueve días después. 300


En las reducciones el descenso fue vertical, y nada aflige tanto, a la vuelta de algo más de dos centurias, cuanto el comprobar que bastó poco más de un año para que la decadencia precipitase en forma incontenible. El de 1768 señala para las doctrinas guaraníes el principio del fin, que ya no paró hasta el total derrumbe. Las varias tentativas enderezadas a su recuperación fueron siempre ineficaces.