Restaurada la unidad nacional en 1861, se sucedieron tres presidencias bajo el amparo de
La primera de estas presidencias fue la de Bartolomé Mitre, desde 1862 hasta 1868, aunque ejerció efectivamente la conducción del país desde 1861, tras la batalla de Pavón. Le sucedió la de Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) y a ésta la de Nicolás Avellaneda (1874-1880).
Se caracterizó esta etapa por la continuidad institucional, cumpliéndose completamente los seis años que marcaba
Aquel proyecto compartido podría resumirse en la prosecución de tres metas: “nación, constitución y libertad”. La nación entendida como definitivamente unida y eminentemente superior a las partes que la componen. Una Constitución como garantía de las libertades políticas y civiles y del progreso material; y la libertad como la concebía el liberalismo de entonces: libre juego de las instituciones, libertad de prensa, eliminación del caudillaje autocrático que impedía a los pueblos expresarse libremente, libertad que nacía de la “civilización”, por lo que impelía a combatir la “barbarie”.
Un nuevo estilo asomaba en el escenario de la política argentina, dispuesto a desalojar definitivamente al otro, que aún subsistía y resistía en el interior del país.