desde 1492 hasta 1800
el hechizo de la plata
 
 

Al conocerse la muerte de Ayolas, Irala quedó al frente del gobierno en Asunción. Resistieron su autoridad algunos pobladores, que sostenían debía esperarse la llegada de un nuevo Adelantado.

 

Irala dispone desmantelar definitivamente Buenos Aires. Quedan allí, enterradas en tinajas y señaladas con cruces de madera, las instrucciones necesarias para seguir viaje hasta Asunción, dirigidas a quienes puedan llegar al “real†abandonado por Mendoza y lo encuentren desierto.

 

Mientras tanto, ha llegado a las costas brasileñas la expedición que comanda el nuevo Adelantado, Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Se trata de un hombre fogueado en andanzas de conquista, que tuvieron por teatro el sur de los actuales Estados Unidos de América, siendo el primer europeo que pisó el famoso Far West, transitado mucho después por cowboys, diligencias y asaltantes de bancos en tantas películas.

 

Arribado a Santa Catalina, el 29 de noviembre de 1541, Alvar Núñez resuelve alcanzar Asunción a pie, cruzando la selva. Parte con 250 infantes y 26 jinetes, realizando una marcha plagada de dificultades. Llega a las cataratas del Iguazú y, desde allí, envía parte de su gente río abajo, embarcada en balsas. él prosigue caminando y entra en Asunción, el 11 de marzo de 1542, casi seis meses después de dejar Santa Catalina.

 

La seducción ejercida por las casi míticas Sierras de la Plata, determina que Alvar Núñez envíe pronto a Irala tras los pasos de Ayolas, con órdenes de preparar una “gran entrada†–así se la llamó–, que realizaría el propio Adelantado en busca de ellas. En septiembre de 1543, éste se pone en camino.

 

Fracasa en su intento y la expedición torna diezmada. Pero Cabeza de Vaca extrae de la experiencia dos conclusiones: en primer lugar, que las Sierras de la Plata existen realmente, confirmándose las versiones referidas a las mismas, que trajera el indio sobreviviente de la incursión efectuada por Ayolas; en segundo término, que llegar a ellas, atravesando el Chaco paraguayo, es un cometido tremendamente arriesgado.

 

El abandono de la proyectada “gran entrada†produce enorme desencanto entre los pobladores de Asunción. Muchos, además, están disgustados con Alvar Núñez, a quien consideran un recién llegado que, para peor, siendo un hombre austero, ha pretendido poner coto a la vida relajada que se vive en la ciudad, de clima benigno y pródiga en bellas mujeres indias, de índole digamos hospitalaria. Estalla así un tumulto –que es una verdadera revolución–, a raíz del cual se despoja del mando al Adelantado, encarcelándolo con sus partidarios, mientras los sublevados ponen la autoridad en manos de Irala. Un año después, Cabeza de Vaca es despachado en una nave a España.

 

Y, otra vez, Irala parte en pos del sueño de alcanzar las Sierras de la Plata, dejando el gobierno de Asunción a cargo de Francisco de Mendoza, hijo del conde de Castrojeriz.

 

La “entrada†tiene éxito finalmente e Irala corona su meta, para sufrir una decepción tremenda: aquellas sierras, en cuya búsqueda se han lanzado tantas expediciones desde el Río de la Plata, con un alto costo de vidas, dolores y haciendas, no son otra cosa que los cerros de Potosí, que los españoles del Perú comenzaran a explotar poco antes.

 

Al retornar a Asunción, Irala se encuentra con que Francisco de Mendoza ha sido depuesto por los partidarios de Alvar Núñez, quienes le cortaron la cabeza, poniendo en su lugar a Francisco de Abreu. Con mano firme, recupera la ciudad y el poder en marzo de 1548.

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