desde 1492 hasta 1800
las reducciones
 
 
Hemos hablado, en el apartado que antecede, de las “reducciones” jesuíticas y de la Patagonia. Conviene dedicarnos a ampliar un poco lo dicho.

 

La obra de los jesuitas en estas tierras fue extraordinaria. Y buena parte de ella se llevó a cabo en las “reducciones” o pueblos de indios organizados de modo muy peculiar. Tales pueblos contaban con una plaza, iglesia, locales donde se impartía enseñanza, talleres, viviendas, huertas y corrales. Estaba a su frente un sacerdote, con el cargo de “rector”, pero el gobierno lo ejercía un cabildo formado por los mismos indios, que allí aprendían la doctrina, letras, artes y oficios. El producido de las actividades desarrolladas en la reducción quedaba para beneficio de la comunidad, la cual atendía las necesidades de quienes la formaban. Incluso contaban las reducciones con milicias propias, necesarias para defenderlas del ataque de indios hostiles y de los “bandeirantes”, que eran bandoleros portugueses.

 

Muchos llegaron a ser estos pueblos, habitados principalmente por guaraníes e indios tapes, ocupando un área que incluía parte del Paraguay, del sur del Brasil y de nuestras provincias de Corrientes y Misiones, llamada así por eso. También en Córdoba y San Luis existieron reducciones.

 

El jesuita asunceño Roque González de Santa Cruz fundó Yapeyú, fue muerto por los indios y hoy se lo venera en los altares, junto con sus compañeros de martirio. Pero hubo otros santos que también dejaron su huella en nuestras latitudes, pues difundieron por aquí el Evangelio con esforzado empeño. Me refiero a San Francisco Solano, a Santo Toribio de Mogrovejo –peruano, obispo de Lima– y a fray Luis de Bolaños.