desde 1492 hasta 1800
conflictos con Portugal
 
 

España y Portugal mantenían viejas querellas con relación al “Mar Océanoâ€, aún antes de saberse que ese mar bañaba la orilla de un continente desconocido. Tales diferencias incluían las costas occidentales del áfrica e islas próximas a las mismas. Hacia la época del descubrimiento de América, España poseía las Canarias y Portugal las de Cabo Verde, no estando clara la situación respecto al dominio del enigmático “Mar Tenebrosoâ€, que se dilataba al noroeste de aquéllas. El interés de los portugueses centrábase no obstante, por entonces, en el sur del litoral africano, ya que sus naves se aprestaban a doblar el Cabo de Buena Esperanza.

 

Fernando el Católico sometió la cuestión al Papa Alejandro VI, quien dictó varias bulas referidas al caso, en virtud de las cuales se dividía el mundo como una naranja, mediante un trazo que le daba la vuelta, pasando por el polo, y que se situaba 100 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde.

 

Los portugueses se sintieron afectados por la solución y negociaron directamente con España, logrando que la línea se corriera hasta 370 leguas al occidente de dichas islas. Ello quedó formalizado en el Tratado de Tordesillas, que se firmó en 1494, siendo ratificado en 1506 por una bula del Papa Julio II. Esta nueva línea otorgaba a Portugal una franja de tierra en el oriente del Brasil.

 

La aplicación del Tratado no fue apacible. En parte, porque en él no se había aclarado si las distancias debían ser medidas en leguas marinas castellanas o portuguesas, que no eran iguales, y en parte porque los involucrados embrollaban la situación, procurando obtener ventajas. Lo cierto es que las querellas fueron permanentes, y ya hemos visto cómo doña Mencía, “La Adelantadaâ€, chocó con el gobernador portugués de Santa Catalina cuando fundó la ciudad de San Francisco, sobre el litoral brasilero.

 

En 1680, el conflicto volvió a agitarse. Reinaba en España Carlos II, el Hechizado.

 

Ocurrió que el capitán general de Río de Janeiro, Manuel Lobo, fundó en la orilla del Río de la Plata una población que llamó “Colonia del Santísimo Sacramento†(la actual ciudad de Colonia, en el Uruguay). Enterado del asunto el gobernador de Buenos Aires, José Garro, envió una fuerza contra ella, al mando de Antonio Vera y Mujica, desalojando a los portugueses.

 

A partir de tal operación militar exitosa, la Colonia cambiaría de manos una y otra vez. El poderío de España había decaído y su importancia era mucho menor en relación al que tenía Francia, donde reinaba Luis XIV –el “Rey Solâ€â€“, y Holanda, gobernada por Guillermo de Orange. De modo que los triunfos militares, logrados por las autoridades de Buenos Aires para recuperar la Colonia, en repetidas ocasiones, resultaban neutralizados por otras tantas derrotas diplomáticas, que disponían devolver a los portugueses la disputada plaza, donde tenían su asiento los más activos contrabandistas que actuaban en estas playas.