el virreinato
El virreinato del Río de la Plata nace como una respuesta militar a las pretensiones territoriales de Portugal, que cuenta con el apoyo británico pues, por un lado, Inglaterra juega en el caso sus propios intereses comerciales y, además, la política exterior lusitana coincidió tradicionalmente con la inglesa.
Los portugueses, en efecto, presionan constantemente sobre las posesiones españolas linderas con el Brasil y ocupan a la sazón Colonia. Estamos en 1776 y zarpa de Cádiz una poderosa flota, que tiene al frente a don Pedro de Cevallos, teniente general y ex gobernador de Buenos Aires, que ha recibido el título de virrey (vice rey) y viaja con el objeto de poner coto a los avances portugueses en esta zona.
Cevallos ocupa Santa Catalina en febrero de 1777 y, en junio, la Colonia del Sacramento, arrasando sus fortificaciones para que no pueda volver a ser utilizada con fines bélicos. También, curiosamente, llega a adueñarse más tarde de la isla portuguesa de Fernando Poo, frente a las costas africanas de Guinea Ecuatorial que, así, integrará el virreinato del Río de la Plata hasta su disolución.
El Pacto de San Ildefonso restablece la paz entre España y Portugal. Por otra parte, Inglaterra enfrenta el grave problema que le suscita la rebelión de sus colonias norteamericanas. De modo que aquí se inicia un período apacible.
Cumplida su misión, Cevallos retiene sólo ocho meses el cargo que se le confiara. En 1778, lo transfiere a su sucesor, Juan José de Vértiz, nacido en Méjico y que ya se había desempeñado antes como gobernador de Buenos Aires, al igual que Cevallos.
Durante la gestión de Vértiz fue dictada la Real Ordenanza de Intendentes, en virtud de la cual se crea esa nueva dignidad y se divide el virreinato del Río de la Plata en 8 intendencias, a saber: de Buenos Aires, Paraguay, Córdoba del Tucumán, Salta del Tucumán, Charcas, Potosí, Cochabamba y Puno. Como puede apreciarse, el virreinato comprendía Paraguay y el Alto Perú, amén de la Banda Oriental (actualmente el Uruguay) existiendo buenas razones para sostener la conveniencia de que estén todos ellos incluidos en una gran unidad geopolítica. Desde 1783, Buenos Aires contó con su propia Audiencia, dejando de depender judicialmente de la de Charcas, según lo solicitara Cevallos a poco de iniciar su gestión.
Vértiz fue un excelente gobernante. Inauguró el alumbrado de calles y plazas, conociéndoselo por eso como “El Virrey de las Luminarias”; construyó un teatro (Casa de Comedias); plantó “la Alameda”, un paseo junto al río; instaló el Protomedicato, que habilitaba para el ejercicio de la medicina; erigió la Casa de Niños Expósitos donde, además de cumplir su finalidad de acoger chicos abandonados, funcionó la primera imprenta que hubo en Buenos Aires, construida por los jesuitas en Misiones y arrumbada por entonces en Córdoba.
Durante la administración de Vértiz se levantó un censo, que arrojó las cifras siguientes: para la ciudad porteña 24.750 habitantes; para su campaña, 12.925.
Hubo 11 virreyes en el Río de la Plata, incluyendo entre ellos a Olaguer y a Liniers, interinos, como así también a Cisneros, designado por la Junta Central que, desde Sevilla, gobernaba a nombre de Fernando VII, preso por Napoleón. Se excluye en cambio a Ruiz Huidobro, nombrado por otra Junta que, contemporáneamente, se había formado en Galicia; también a Elío, ya que nunca llegó a hacer pie en Buenos Aires con ese título.
Los virreyes fueron éstos: Pedro de Cevallos; Juan José de Vértiz; Nicolás Cristóbal del Campo, marqués de Loreto; Nicolás Antonio de Arredondo; Pedro Melo de Portugal; Antonio Olaguer y Feliú; Gabriel de Avilés, marqués de Avilés; Joaquín del Pino; Rafael de Sobremonte, marqués de Sobremonte; Santiago de Liniers, luego conde de Buenos Aires; y Baltasar Hidalgo de Cisneros.
Mandaba el virrey Sobremonte cuando, en abril de 1806, zarpó de la Ciudad del Cabo –sur de áfrica– una expedición inglesa al mando del comodoro sir Home Popham. Su objetivo era llegar al Río de la Plata y apoderarse de Buenos Aires.
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