desde 1900 hasta 1992
convención y elecciones
 
 

Faltaba dejar sin efecto la reforma constitucional de 1949 y, con ese fin, se proyectó reunir una Convención Constituyente, cuyos integrantes serían elegidos en comicios organizados al efecto. Acudirán a ellos los partidos políticos con el radicalismo dividido, ya que, a la fecha, sus adherentes se distribuyen en dos fracciones enfrentadas: los “radicales del puebloâ€, encabezados por Ricardo Balbín, y los “radicales intransigentesâ€, que siguen a Arturo Frondizi. El peronismo no podrá presentarse, porque ha sido oficialmente proscripto. Y los peronistas, como respuesta, deciden votar en blanco.


Las elecciones tienen lugar en julio de 1957 y su resultado es desalentador para el gobierno, pues ganan los votos en blanco, que suman dos millones. Balbín cosecha un caudal casi análogo y Frondizi 50.000 votos menos, aunque es el partido que logra más plazas de constituyentes.


Reunida la Convención, los “intransigentes†impugnan su legitimidad –fundándose en la proscripción del peronismo– y se retiran del recinto, junto con la representación de la Unión Federal. No obstante lo cual, con quorum muy ajustado, se derogan las reformas de 1949.


Pese al toque de alarma que, para el gobierno, significaron los resultados de la elección de constituyentes, se convoca a elecciones generales para 1958, concretándose así un plazo que hasta ese momento se mantuviera incierto pues, reiteradamente interrogado al respecto, Aramburu ha acudido a una respuesta críptica afirmando que los comicios se realizarán “ni un minuto antes ni un minuto despuésâ€.


El candidato del gobierno es Balbín, “radical del puebloâ€. Frondizi, capitalizando políticamente la actitud asumida por los “intransigentes†en la Convención Constituyente, celebra un pacto con Perón, gestionado por Rogelio Frigerio. En virtud del mismo, cuya existencia negará Frondizi por mucho tiempo, confía éste en recibir los votos del peronismo, que sigue proscripto.


El líder “intransigente†había escrito un libro, que tuvo gran repercusión: Petróleo y Política. Destacaba en él la importancia que revisten para el país sus reservas petrolíferas y se declara partidario convencido de su explotación por parte del Estado Nacional. Sustenta asimismo otras ideas económicas que, en conjunto, serán conocidas como “desarrollismoâ€, teniendo por inspirador a Frigerio, quien las difunde desde la revista Qué, de influencia creciente en la opinión.


Los votos que le reporta el pacto con Perón y los que obtiene a raíz de su proclamado nacionalismo económico, le dan el triunfo a Frondizi en las elecciones generales del el 23 de febrero de 1958. Obtiene 4.050.000, contra 2.415.000 de Balbín.








Prácticamente, la única voz opositora a fines de 1956 es el ya citado semanario nacionalista Azul y Blanco, que dirige Marcelo Sánchez Sorondo y que tiene como Secretario de Redacción a Mariano Montemayor. Bajo el seudónimo de “Arpo” dibuja allí Lino Palacio, que representa a Aramburu como una vaca y a Rojas como un pingüino.









El cadáver embalsamado de Eva Perón, se transformó en un problema para el gobierno de Aramburu y Rojas. Se temía, en efecto, que llegara a ser un símbolo y que, en torno a ese símbolo, perdurara el fervor peronista. Pero, a la vez, el respeto que imponen los muertos determinó que no se emplearan métodos extremadamente torpes para hacerlo desaparecer.



El 23 de noviembre de 1955, a las 10 de la noche, un grupo de unas veinte personas, pertenecientes al Servicio de Informaciones del Ejército, se presentó en la sede de la CGT y algunos de quienes lo integraban colocaron el cuerpo en un ataúd, sencillo y liviano, que reemplazó a aquel –costoso y pesado– en que se hallaba. Vestía la difunta una larga túnica, cuya confección había dispuesto el profesor Ara.



Circularon versiones fantásticas referidas a la suerte corrida por esos patéticos despojos, artificialmente preservados de la corrupción. Los cuales dieron lugar a otro hecho dramático, cuando el oficial encargado de su custodia, tenso por la lúgubre misión que cumplía, disparó una noche en la oscuridad contra alguien que creyó un intruso y que resultó ser su propia mujer, a la que así dio muerte.



El 4 de septiembre de 1971, por orden del general Lanusse, presidente por entonces de la República, el embajador argentino en España devolvió a Perón los restos de Evita. Durante casi 18 años se había mantenido un estricto secreto respecto al lugar elegido para depositarlos: el Cementerio Mayor de Milán.


Confidencias posteriores permitieron establecer que, desde mediados de diciembre del 55, aproximadamente, los mismos permanecieron en un féretro cerrado, dentro de una ambulancia estacionada en la Avenida Callao, casi Viamonte. Luego fueron trasladados al 4º piso de Viamonte 1816, sede del SIE, hasta su envío a Europa.