presidencia de Sáenz Peña
El nuevo presidente lo formó asÃ: Indalecio Gómez (Interior), Ernesto Bosch (Relaciones Exteriores), José MarÃa Rosa (Hacienda), Juan M. Garro (Justicia e Instrucción Pública), Ezequiel Ramos MejÃa (Obras Públicas), Eleodoro Lobos (Agricultura), general Gregorio Vélez (Guerra) y vicealmirante Juan Pablo Sáenz Valiente (Marina). Rápidamente, impulsada con vigor la decisión por el ministro Indalecio Gómez, se prepararon y enviaron al Congreso las leyes en que habrÃa de apoyarse la reforma electoral, destinada a arrancar al radicalismo de su abstención. La primera de ellas –sancionada en julio de 1911–, consistió en disponer el enrolamiento de los ciudadanos y la confección de un padrón, en base a los datos obtenidos. Por la segunda, propiamente electoral, se estableció el voto secreto y obligatorio para los argentinos varones mayores de 18 años, como asà también la llamada “lista incompletaâ€, es decir una modalidad encaminada a permitirle participar a la primera minorÃa que, de ese modo, vendrÃa a completar la provisión de los cargos en disputa. Aprobada la reforma por La primera elección realizada conforme a Hay comicios complementarios en la ciudad de Buenos Aires, cuando corre marzo de 1913. Están en juego una banca de senador y dos de diputado. Ante el asombro de todos y el sobresalto de muchos, ganan los candidatos socialistas. Enrique del Valle Iberlucea es senador; Nicolás Repetto y Mario Bravo, diputados. La protesta social toma estado parlamentario. Con motivo de un cambio de gabinete, Sáenz Peña confÃa la cartera de Justicia e Instrucción Pública al doctor Carlos Ibarguren, que ya ha sido subsecretario de Hacienda y después de Agricultura, durante las presidencias de Roca y de Quintana. Pero Sáenz Peña está enfermo, como sabemos. Se le conceden dos licencias por razones de salud, a partir del mes de octubre de 1913. En febrero del 14, la prórroga se le otorga sin término. El 9 de agosto, fallece. Pocos dÃas antes de morir Sáenz Peña –exactamente el 1º de agosto de 1914–, comenzó El crimen, no obstante, fue sólo la chispa que encendió un polvorÃn, cuya explosión cabÃa anticipar desde tiempo antes. Las grandes naciones europeas abrigaban ambiciones, alentaban recelos y clamaban por revanchas que conspiraban cada vez en mayor medida contra su convivencia armónica. Alemania, orgullosa del estupendo aparato militar con que contaba, buscó cauce para su expansión económica creciente, entrando por ello en colisión inevitable con el imperio británico, al cual disputaba el predominio colonial. Tambien Italia pugnaba por desbordar sus fronteras, incapaces ya de dar cabida a una población numerosa, que emigraba en procura de posibilidades que su tierra no parecÃa en condiciones de brindarle. Francia se desvelaba por vengar la derrota de 1870 y recobrar los territorios de Alsacia y Lorena, perdidos entonces a manos teutonas. Roque Sáenz Peña era un cumplido caballero, que demostró su coraje personal combatiendo en Al promulgar la ley respectiva –en cuya preparación y gestión tuvo papel decisivo Indalecio Gómez, su ministro del Interior–, Sáenz Peña difundió un mensaje que terminaba diciendo: “Quiera mi país escuchar la palabra y el consejo de su presidente. Quiera votar”. |
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