quiera el pueblo votar
Roque Sáenz Peña llega al gobierno enfermo y con un grave problema por delante: la “abstención revolucionaria†del radicalismo. Los radicales, en efecto, se mantienen apartados de los comicios pues sostienen que no les brindan garantÃa alguna para intentar la conquista del poder a través de ellos. Y no se equivocan en su apreciación pues, por entonces, las elecciones consistÃan en un mero procedimiento destinado a respaldar las decisiones del grupo de hombres que resolvÃa sobre los destinos de la República. Hombres capacitados casi siempre y casi siempre patriotas, pero cuya preeminencia se fundaba en estrechas relaciones que mantenÃan entre sà –aun cuando estuvieran enfrentados–, coincidiendo tácita o expresamente en mantener un estado de cosas que impedÃa el acceso de quienes no pertenecÃan al cÃrculo que conformaban. Con un agravante aún: los vÃnculos que algunos de ellos habÃan anudado con intereses británicos, requisito casi ineludible para una carrera profesional exitosa, de la cual solÃa formar parte el desempeño de cargos oficiales. El radicalismo, nacido de la “Unión CÃvica†que impulsara la Revolución del Parque y que, a la sazón, se habÃa convertido en expresión polÃtica de los hijos de inmigrantes, conservando, no obstante, muchas caracterÃsticas populares criollas, pujaba por hallar un lugar en la vida pública argentina, bajo la conducción del siempre enigmático Hipólito Yrigoyen. Y, dado que las urnas les negaban ese lugar, los radicales apelaban a la revolución. Cuando, por imperio de las circunstancias, el camino del pronunciamiento armado apareció obstruido, expresaron su rebeldÃa contra el “Régimen†mediante la “abstención revolucionaria†que, si no le reportaba bancas legislativas ni carteras ministeriales, al menos mantenÃa encendido el fervor de sus afiliados y simpatizantes, que cada vez eran más. Tal situación no podÃa mantenerse indefinidamente. Para atenuarla, los últimos gobiernos habÃan ofrecido algún ministerio a polÃticos radicales. Pero éstos rechazaron los ofrecimientos, para no convalidar con su presencia la legitimidad de esos gobiernos. Les bastaba con la mala experiencia recogida cuando Aristóbulo del Valle aceptó una cartera a Luis Sáenz Peña: no la repetirÃan integrando el gabinete de un hijo de don Luis. |
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