los gorilas
En el gabinete formado por el general Eduardo Lonardi hubo liberales y nacionalistas. Entre aquĂ©llos se contaba su ministro del Interior, Eduardo Busso; entre Ă©stos, Mario Amadeo, su canciller. Atilio Dell’Oro Maini asume la cartera educativa, el general Uranga la de Transportes y el general Bengoa la de EjĂ©rcito. El almirante Rojas es designado vicepresidente de Con funciones de asesoramiento, el presidente constituye una Junta Consultiva, donde están presentes todos los partidos polĂticos, con excepciĂłn del peronista y el comunista, e incluidos dos recientemente constituidos: el DemĂłcrata Cristiano y Lonardi intenta poner en práctica el lema que ha impuesto a la revoluciĂłn: “ni vencedores ni vencidos”. Antiperonista definido, entiende no obstante que deben mantenerse las conquistas sociales de la “era justicialista” y que, asĂ como entre los funcionarios del “rĂ©gimen depuesto” abundan los que incurrieron en latrocinios notorios, la inmensa mayorĂa del pueblo trabajador ha creĂdo en PerĂłn y le responde lealmente. Consecuente con su convicciĂłn, Lonardi se niega a disolver el partido peronista y a intervenir Pero hay gente que no coincide con el presidente. Son los que, pronto, serán especĂficamente conocidos como “gorilas”, en el lenguaje corriente. Y que se proponen arrasar con todo vestigio de peronismo. Tal posiciĂłn extrema la sostienen quienes han sido tempranos opositores al rĂ©gimen, pagando por ello un alto precio y que no admiten condonar esa deuda. Pero, paradĂłjicamente, tambiĂ©n son “gorilas” muchos que, en su momento, se abstuvieran de exteriorizar disidencia alguna con el gobierno y que hasta han sacado ventajas del mismo, dispuestos ahora a borrar el recuerdo de tales actitudes adoptando posturas implacables. En virtud de esta divergencia capital, quedan marcadas dos lĂneas que dividen al elenco oficial y a las Fuerzas Armadas. Por un lado, la que inspira el presidente, apoyada por hombres de pensamiento nacionalista; por el otro, la que define a los “gorilas”, adscriptos al ideario liberal y que reivindican para sĂ la condiciĂłn de “democráticos” aunque, en la coyuntura, se muestren poco dispuestos a tomar en cuenta los sentimientos de las mayorĂas populares. Sucede, en una palabra, que otra vez se ha manifestado en el paĂs aquella dicotomĂa recurrente que enfrentĂł a “morenistas” y “saavedristas”, a “unitarios” y “federales”, a “apostĂłlicos” y “lomonegros”, a “mitristas” y “urquicistas”, a “cĂvicos” e “incondicionales”, a radicales y conservadores, a la “intransigencia” y la “concordancia”, a “nazis” y “cipayos”... a “descamisados” y “oligarcas”. Los “gorilas” apuntan rápidamente contra “los hombres del presidente”. Exigen la cabeza del general Bengoa y Lonardi cede, poniendo en su lugar a Ossorio Arana, como ministro de EjĂ©rcito. El desdoblamiento de la cartera del doctor Busso, que reunĂa las de Interior y Justicia, unido al propĂłsito de poner la primera a cargo de Luis MarĂa De Pablo Pardo, desatan la crisis. |
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