desde 1900 hasta 1992
Castillo presidente
 
 

Ramón S. Castillo, nacido en Catamarca el 20 de noviembre de 1873, era un criollo viejo, con larga actuación docente y tribunalicia, especializado en Derecho Comercial. Afiliado al partido conservador, había sido ministro, interventor en Tucumán y senador nacional. Tiene maneras suaves y habla sin levantar el tono pero, a la vez, posee un carácter férreo, que ha puesto al servicio de su patriotismo tradicional y práctico.


Ocupa el sillón presidencial mientras la Segunda Guerra crepita en el mundo, lo cual conferirá a su gestión un matiz destacado, ya que sostendrá contra viento y marea la neutralidad argentina en el conflicto. Y ello no habría de ser fácil tarea, dados los vientos que corren al iniciar su gobierno.


Los argentinos, en efecto, están divididos en bandos inconciliables: “nazis†y “cipayosâ€. Ambos apelativos, de uso extendido y casi inexcusable en la época, definían a germanófilos y aliadófilos por entonces. Resultando elocuentes, a la vez que desmesurados. Pues ocurre que los partidarios del Eje (Roma-Berlín) no son nazis en su mayoría, ni quienes adhieren a los aliados pueden ser tildados indiscriminadamente como cipayos. A aquéllos les resultan en todo caso indiferentes los postulados de la doctrina nacional-socialista, tendientes a exaltar la raza y las tradiciones germánicas; y éstos, por su parte, no es de suponer que hubieran combatido en las filas del ejército británico contra su país, como los soldados hindúes aludidos en el mote que se les endilga. Pero, tal como suele ocurrir frecuentemente, las simplificaciones hacen camino, por reducir los problemas a términos elementales, mientras operan para tornar irreductibles las dicotomías que con frecuencia establecen.


Los grandes diarios se inclinan fervorosamente por los aliados; el Ejército, admirador de la escuela militar prusiana, por los alemanes. En los partidos políticos predominan los aliadófilos de manera abrumadora, con alguna excepción entre los radicales ajenos a la “concordancia†y en el caso del gobernador conservador de Buenos Aires, Manuel Fresco. También con excepciones aisladas, los nacionalistas son mayoritariamente germanófilos. La situación de los comunistas resulta curiosa: absolutamente opuestos, por razones ideológicas, a los que genéricamente llama “fascistasâ€, cambiaron de actitud en redondo al firmarse el tratado Molotov-Von Ribbentrop; para retomarla luego, exacerbada, cuando ese pacto fue roto por la ofensiva alemana en Rusia, que llevaría las tropas de Hitler hasta Moscú.


Inglaterra, con su pragmatismo proverbial, no se opone a la neutralidad argentina, que le facilita el abastecimiento de alimentos para sus soldados. Los Estados Unidos, por el contrario, bregarán para que nuestro país la abandone, consecuentes con su política del “buen vecinoâ€. Y acontece que Inglaterra está muy lejos y, además, aislada por el bloqueo germano. Washington, en cambio, se encuentra en condiciones de hacer sentir su influencia vigorosamente.


Aunque Justo –que es aliadófilo y aspira a una segunda presidencia– mantiene predicamento entre sus camaradas, éste merma rápidamente en beneficio de la corriente nacionalista del Ejército. Que se aglutina en un nucleamiento llamado G.O.U. Tales siglas tendrán sucesivamente significados diferentes: Grupo de Oficiales Unidos, Grupo de Organización y Unificación, Grupo Obra de Unificación. El GOU actúa en secreto, a la manera de una logia política, formando parte de ella inicialmente oficiales de graduación intermedia, en especial tenientes coroneles. Con los ascensos de sus integrantes y el ingreso de nuevos adherentes, su espectro cubrirá una gama mucho más amplia. Entre los primeros miembros del grupo, cuyos nombres alcanzarán resonancia, se cuentan: los coroneles Juan Domingo Perón y Emilio Ramírez; los tenientes coroneles Domingo A. Mercante, Julio Lagos, Agustín de la Vega, Héctor Ladvocat y Enrique González; los mayores León Justo Bengoa y Mario Villagrán; los capitanes Francisco Filipi y Eduardo Arias Duval.


El GOU es partidario de sostener la neutralidad, defendiendo celosamente la soberanía nacional. Se opone por ende al alineamiento con los Estados Unidos. Sus asociados son mayoritariamente germanófilos y has estudiado las ideas políticas propuestas por los movimientos nacionalistas, triunfantes en Europa. Perón, concretamente, siguió desde una posición privilegiada la acción de esos movimientos, ya que ha sido becario y observador en Italia, Alemania, Francia ocupada y España. Y, si bien creen en la necesidad de cambiar los procedimientos políticos aquí vigentes, heredando en ese sentido la actitud opositora del radicalismo respecto al “Régimenâ€, procuran en primer lugar otorgar cohesión al Ejército y acentuar entre sus camaradas una vocación protagónica en la vida nacional.


El general Tonazzi ha reemplazado a Márquez en el ministerio de Guerra, por sugestión de Justo. Y el doctor Enrique Ruiz Guiñazú –diplomático de carrera– ocupa el lugar de Roca, en Relaciones Exteriores.


Dos revoluciones nacionalistas se urden durante el gobierno de Castillo: aquella que prosigue organizando el general Molina y otra que prepara el general Benjamín Menéndez. Ninguna de ellas llegará a producirse.


Desde junio de 1941 funciona una “Comisión de Actividades Antiargentinasâ€, creada en el Congreso por iniciativa del diputado radical Raúl Damonte Taborda, yerno de Natalio Botana, que es dueño del vespertino Crítica, un diario sensacionalista sospechado de valerse del chantage. La figura destacada de esta Comisión es el también diputado radical Silvano Santander, que ha tenido militancia comunista, consistiendo el cometido del organismo en descubrir los manejos nazis aquí.


El 7 de diciembre de 1941, los japoneses atacan sin aviso previo la base norteamericana de Pearl Harbor, en Hawai, hundiendo sus aviones numerosos buques de guerra surtos allí. Estados Unidos entra en guerra con Japón y, el 12 del mismo mes, la declara a Alemania e Italia. Poco después (15 de enero de 1942), convoca a una Conferencia de Cancilleres en Río de Janeiro. Acude a ella Cordell Hull y, por la Argentina, Ruiz Guiñazú.


A raíz de la beligerancia asumida por los Estados Unidos, es mucho más fuerte la presión que ejercen para obtener que los gobiernos americanos cooperen con ellos, solidariamente y sin excepciones. Ruiz Guiñazú está instruido para que mantenga la capacidad de decisión autónoma de su país, entablando con Cordell Hull una puja que involucra a las demás delegaciones. Y logra, finalmente, que el compromiso que éste deseaba lograr, respecto a una ruptura general de relaciones con el Eje, no pase de ser una “recomendaciónâ€


El embajador de la Unión en Buenos Aires, no ceja en su propósito de embarcar coactivamente a Castillo en el bando aliado. Con motivo de una denuncia suya sobre espionaje nazi en la Argentina, fórmase un tribunal militar encargado de investigar el tema. Para presidirlo se soslaya al ministro Tonazzi, que no cuenta con mayor influencia en el Ejército, y Tonazzi renuncia. Lo reemplaza el general Pedro Pablo Ramírez, quien habrá de apoyarse en los hombres del GOU.


A principios de 1943, se aproximaban las elecciones presidenciales, de las que surgiría el sucesor de Castillo. Justo era el candidato indudable para triunfar en ellas, sustentado por una coalición de partidos similar a la “concordancia†y bien mirado por los Estados Unidos. Sus posibilidades crecían, además, pues el curso de la guerra favorecía ya a los aliados, después de intervenir en ella Norteamérica. Pero, el 11 de enero de aquel año, Justo murió repentinamente.


Su lugar, como candidato a presidente de la República, lo ocupó Robustiano Patrón Costas, un conservador salteño con largo arraigo en su provincia y peso fuera de allí, titular de un emporio tabacalero. Será candidato a vice Manuel de Iriondo, santafecino radicado en Buenos Aires y radical “galerita†(ahora “unionistaâ€).


La candidatura de Patrón Costas disgustó a los militares. También a los radicales yrigoyenistas (ahora “intransigentesâ€). El comando de la “Alianza Libertadora Nacionalistaâ€, fundada recientemente, convoca a una concentración que bautiza como “Marcha de la Soberanía†y que reúne multitudes.


La novel agrupación había nacido con el nombre de “Alianza de la Juventud Nacionalista†–modificado luego–, siendo su jefe Juan Queraltó y contándose entre sus dirigentes Hernán Seeber, Héctor Bernaudo, Bonifacio Lastra, Miguel Bosch y Samuel Gradín.


El 4 de junio de 1943 detona una revolución, que cancelará el calendario electoral y a partir de la cual se producirán grandes cambios en la Argentina.









A partir de enero de 1941, los Estados Unidos facilitan armamento a los países americanos que hayan dado muestras de conducirse como “buenos vecinos”. Entre ellos no se cuenta la Argentina. Que necesita armas, para mantener una situación de equilibrio con aquéllos. A fin de adquirirlas, parte hacia Norteamérica una misión militar, que fracasa. Dado que tampoco se podrán comprar en Europa, pues las naciones beligerantes utilizan cuantas elaboran, se terminará por producirlas aquí. ése es el origen de “Fabricaciones Militares” y de la industria siderúrgica que abastecerá sus plantas, impulsada de modo ejemplar por el coronel Manuel Savio, luego general.







Armour, embajador de los Estados Unidos en Buenos Aires, ejerce presiones sobre Castillo para lograr que éste deje de lado su política neutralista y rompa relaciones con el Eje. Pero Castillo no cede. En pos de una respuesta afirmativa, Armour acude una vez más a la Casa Rosada. Ante otra negativa, pregunta: “¿Es su última palabra, señor presidente?”. Y replica Castillo: “No, señor embajador, es mi única palabra”.