desde 1900 hasta 1992
destitución de Lonardi
 
 

Durante la noche del 12 al 13 de noviembre de 1955, se presenta en la quinta presidencial un grupo numeroso, que incluye a los almirantes Toranzo Calderón y Rial; a los generales D’Andrea, Huergo, Videla Balaguer, Lagos y Dalton; al brigadier Abrahím; a los coroneles Ossorio Arana, Bonnecarrere y Labayru, como así también al flamante jefe del regimiento de Granaderos a Caballo, destinado a la custodia del presidente, teniente coronel Lanusse. Piden la destitución de los asesores de la Presidencia, mayor Guevara y doctor Villada Achával; del ministro de Transportes, general Uranga; y del recién asumido ministro del Interior, doctor De Pablo Pardo.


Lonardi responde diciendo que si no cuenta con la confianza de las Fuerzas Armadas presentará su renuncia, posibilidad que descartan los visitantes. Luego defiende a los funcionarios impugnados, que gozan de su total confianza. Expresa que sólo aceptará el alejamiento de De Pablo Pardo, en caso de que éste lo decida por sí mismo. Oída la enérgica defensa, Rial agrega 3 puntos a las exigencias planteadas: creación de una Junta Militar, para que cogobierne con Lonardi; intervención de la CGT y disolución inmediata del partido peronista. Los 3 puntos son rechazados por Lonardi. Y alguien le hace saber que la Junta Consultiva, cuya presidencia ejerce Rojas, renunciaría en caso de no ser admitidas las exigencias apuntadas, lo cual no hace variar la actitud del jefe de la revolución. Los visitantes se retiran. Son las 4 de la madrugada.


Hacia las 10 de la mañana regresan los ministros militares, Ossorio Arana, Hartung y Abrahím. Ossorio exige la renuncia de Lonardi, otorgándole un plazo de 5 minutos para presentarla, bajo apercibimiento de tomar medidas de fuerza. El presidente se encierra en una habitación para redactarla. Allí conversa durante unos momentos con Villada Achával, cambiando de idea. Sale del cuarto y les comunica a los ministros que no renunciará. Cuando éstos se alejan, les grita: “¡Y sepan que no renuncio: ustedes me echan!â€.


El curso de los acontecimientos sufre un giro abrupto con la destitución de Lonardi. En su lugar se designa presidente de la República al general Pedro Eugenio Aramburu. Así, quien comandara la revolución llevándola al triunfo, es reemplazado por el hombre que desistiera de llevarla a cabo, considerando imposible su éxito. Una política implacable sustituirá en adelante la magnanimidad del jefe victorioso. El almirante Rojas, uno de los artífices de la conjura que puso fin al gobierno de Lonardi, continuará como vicepresidente de la Nación.


Entre las primeras medidas del nuevo gobierno se contaron, según era de prever, la disolución del partido peronista y la intervención de la CGT. Amén del alejamiento de los funcionarios nacionalistas que habían apoyado el pensamiento de Lonardi, cuyas renuncias se exigen o son presentadas espontáneamente. Se van así Guevara, Villada Achával y Uranga. También Mario Amadeo y Goyeneche. Los representantes de la Unión Federal –Storni y Ariotti–, dejan sus puestos en la Junta Consultiva.







Poco después de su destitución, enfermó el general Lonardi. Luego de someterse a una operación en los Estados Unidos, murió en Buenos Aires, el 22 de marzo de 1956. Amigos y adversarios rindieron homenaje a su memoria, ya que aun éstos reconocieron sus intachables cualidades personales.