Bajo el gobierno de Aramburu y Rojas, funcionaron a pleno múltiples Comisiones Investigadoras que dispusieron numerosos allanamientos y detenciones. Se inició juicio por “traición a la Patria†contra Perón y los legisladores peronistas. Aquél fue exonerado del Ejército, privándoselo de usar uniforme. Dirigentes polÃticos y gremiales son confinados en penales patagónicos. Se faculta a un personaje singular, que se hace llamar “Capitán Ghandi†y cuyo verdadero nombre es Próspero Germán Fernández Albariño, para investigar la muerte de Juan Duarte: absorbido en ese menester, llega a circular con la cabeza del difunto bajo el brazo, aunque no logrará probar que el caso se tratara de un asesinato, según se proponÃa hacerlo.
Se prohibió nombrar a Perón, de modo que los diarios, para hacerlo, lo mencionan como “el tirano depuesto†o “el dictador prófugoâ€. También se prohibió tocar las marchas Los muchachos peronistas y Evita capitana, cuyos compases saturaran los oÃdos de la población durante el decenio anterior. Y el cadáver embalsamado de Eva es retirado del edificio de la CGT, borrándose todo rastro de su paradero: sólo muchos años después se conocerÃa la suerte corrida por aquellos restos.
Tan duras medidas dieron lugar a una reacción militar peronista. El 9 de junio de 1956, se produjo un levantamiento de ese signo, que tuvo por jefe al general Valle, un oficial de limpia trayectoria, apreciado por sus camaradas. Los sublevados lograron tomar un regimiento en La Plata y ocuparon el Distrito Militar de Santa Rosa, en La Pampa. Intentaron sin éxito plegar a su causa algunas unidades de Campo de Mayo, atacando asimismo varias comisarÃas. Se dijo que el gobierno estaba al tanto de los aprestos revolucionarios, permitiendo el estallido para aplicar un escarmiento ejemplar. Lo cierto es que la represión resultó extremadamente severa. Antes de haberse dictado la Ley Marcial, el general Quaranta ordenó fusilar en José León Suárez a cierto número de civiles, aparentemente involucrados en la sublevación. Y, luego de dictada aquélla, siguieron las ejecuciones. Cayeron asà el propio Valle y, entre otros, los coroneles Ibazeta y Cogorno. Quien dirigiera el alzamiento en La Pampa, capitán Philippeaux, salvó su vida porque ciertas demoras determinaron que el trámite de su caso concluyera después de levantarse la Ley Marcial.
Sólo el periódico Azul y Blanco y una hojita juvenil nacionalista, “Espuelaâ€, condenaron en su momento los fusilamientos. Casi todos los polÃticos aplaudieron. El dirigente del socialismo democrático, Américo Ghioldi, proclamó a través de La Vanguardia: “se acabo la leche de la clemenciaâ€. HacÃa un siglo que en la Argentina no se fusilaba a nadie por causas polÃticas.
Durante la gestión revolucionaria se disolvió el IAPI, la Argentina adhirió a los acuerdos de Bretton Woods, afiliándose al Fondo Monetario Internacional, y consolidó sus deudas por medio del “Club de ParÃsâ€. Recobraron sus nombres las provincias del Chaco y La Pampa, bautizadas en la era justicialista como “Presidente Perón†y “Eva Perónâ€, respectivamente. La Prensa fue devuelta a sus propietarios, al igual que el Jockey Club y el CÃrculo de Armas, recuperados por sus socios.