corrupción
Mientras tanto, prosiguen las actuaciones vinculadas con un escándalo denunciado por el diario El 10 de diciembre de 1975 se inaugura el puente Paysandú-Colón. Al rayar el alba del 18 de diciembre, corren noticias respecto a una sublevación, que tiene por protagonistas a elementos de No se habían apagado los ecos de la sublevación cuando, el 23 de diciembre, en vísperas de nochebuena, el ERP asalta el batallón de arsenales Domingo Viejobueno, en Monte Chingolo. Se tratará de una auténtica batalla en gran escala. Intervienen en ella centenares de guerrilleros, que utilizan una flota de vehículos para desplazarse. Pero Este combate tuvo incidencia, asimismo, respecto a la lucha que se libraba en Tucumán. Pues, según se sabría luego, muchos de los guerrilleros caídos en Monte Chingolo habían sido trasladados previamente desde el monte, para participar en el ataque al batallón de arsenales. Las plazas que dejaron vacías ya no podrían ser llenadas por el ERP, para sustentar su propósito secesionista en esa provincia. El penúltimo día del año, “Montoneros” coloca una bomba en el Estado Mayor del Ejército y, como respuesta, estalla otra en el teatro donde actúa Nacha Guevara, que ha vuelto de Méjico y que opta por partir nuevamente hacia el extranjero. Finaliza el primer mes del nuevo año, 1976, cuando la revista Gente publica un reportaje a Raúl Lastiri, que tendrá imprevista repercusión. El ex presidente provisional es ahora diputado e integra el círculo más próximo a Isabel Martínez. Está casado con Norma López Rega, hija del ausente José. La nota revela el lujo ostentoso y el mal gusto con que se ha rodeado el matrimonio. En una de las fotografías, tomadas en su domicilio, el dueño de casa aparece eligiendo una de las 300 corbatas que posee; en otra, de gran tamaño, lo acompaña su mujer, reclinados ambos en una cama de raso “capitoné”, flanqueada por sendos capiteles de piedra, que ofician como mesas de luz: sobre uno de ellos, junto al teléfono, se ve un revólver en su funda. El revuelo que ocasiona el reportaje, obedece a que el público vincula esa exhibición de riqueza con las difundidas sospechas de corrupción que envuelven al gobierno. Esta palabra –“corrupción”–, que alcanzaría larga y ominosa vigencia en Derrocado el general Levingston, las versiones referidas a deshonestidad administrativa comenzaron a rodar y alcanzaban ahora particular intensidad. Correspondiendo a este periodo el nacimiento de otros dos términos, que se afincarían también en el lenguaje cotidiano: “verso” y “mosca”. Trascendió, en efecto, por entonces, que un encumbrado dirigente gremial habría exigido el pago de una suma convenida a determinado empresario, recibiendo de éste respuestas dilatorias, relacionadas con dificultades financieras para concretar su aporte a la turbia transacción acordada. Ante lo cual expresaría el sindicalista, terminante: “a otro el verso, a mí la mosca”. Con el proceso militar en puertas, reaparecerían las referencias a grandes negociados, que se multiplicarían hasta extremos nunca oídos durante la gestión del doctor Alfonsín pues, a lo largo de ella, se mencionó que los mismos habían adquirido carácter digamos “corporativo”. Y ese carácter se mantuvo, al parecer, con el arribo de la administración del doctor Menem, aumentando incluso los rubros que fueran objeto de tales maniobras e incrementándose los montos que éstas tendrían por fruto. Al respecto, se atribuye a un ministro haberlo reconocido en privado, aduciendo como descargo: “yo robo para la corona”. Al menos eso se afirma en un libro que alcanzó gran circulación. |
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