desde 1900 hasta 1992
Galtieri
 
 

Galtieri designa en su gabinete, entre otros, al general Alfredo Saint Jean (Interior), y a los doctores Nicanor Costa Méndez (Relaciones Exteriores) y Roberto T. Alemann (Economía), resuelto a dar un nuevo sesgo al “Procesoâ€. Releva a los militares que ocupan cargos en empresas estatales y hace pública una declaración sobre su propio patrimonio, para evidenciar la decisión oficial de gobernar honestamente.


Congela asimismo los contactos políticos iniciados por Viola y no parece demasiado dispuesto a que las urnas dejen de seguir guardadas. Al menos hasta haber asegurado una retirada decorosa para las Fuerzas Armadas, que habían asumido el poder en 1976. La Multipartidaria, no obstante, se propone otra cosa y hostiga al gobierno en procura de prontas elecciones.


Durante la pulseada, el presidente parece anotarse algunos puntos a su favor, gracias a un asado multitudinario con que se lo agasajó, en la localidad de Victorica, y al que concurrieron 13.000 entusiastas asistentes.


La figura de Galtieri lo ayuda a no pasar inadvertido. Es muy alto, tiene el pelo plateado y un perfil de condotiero renacentista. Campechano en el trato, lineal en sus concepciones, está junto a él un hombre de características opuestas, que puede llegar a complementarlo eficazmente: el almirante Anaya, su compañero de clase en el Liceo Militar y par suyo en la Junta de Comandantes en Jefe.


Anaya es menudo, se peina con gomina el pelo retinto y, aunque no en vano se lo conoce como “El Negroâ€, tiene los ojos claros, casi amarillos, siendo su mirada y su gesto los de alguien con quien puede resultar arriesgado tener un entredicho. Habla poco, posee fama de jefe inflexible y su rectitud es proverbial.


Pronto se hablará de ambos, como así también del brigadier Lami Dozo, en virtud de los sucesos que habrán de desencadenarse el 2 de abril de 1982. Se hablará de Galtieri por ser presidente de la República durante esos días; de Anaya, por considerárselo el más firme propulsor de la actitud adoptada en la emergencia; de Lami Dozo, por el desempeño que cabría a sus pilotos en tales sucesos.


El 30 de marzo tiene lugar una concentración gremial hostil al gobierno en Plaza de Mayo, violentamente disuelta por la policía. Tres días después, se reuniría allí una muchedumbre –entre cuyos componentes se contarán algunos de quienes habían sido desalojados sin miramientos del lugar poco antes– para solidarizarse con ese gobierno por razones aptas para postergar enfrentamientos domésticos entre argentinos.