desde 1900 hasta 1992
hiperinflación y renuncia
 
 

El 14 de mayo se realizan las elecciones presidenciales y legislativas. Menem-Duhalde obtienen 7.881.385 votos (47%); Angeloz-Casella, 5.401.788 (32,5%); Alsogaray-Natale, 1.092.327 (6,6%). El peronismo pierde sólo cuatro distritos, si bien sumamente importantes dos de ellos: Capital Federal, Córdoba –por muy poco–, Chubut y Salta.


Apenas conocidos los resultados electorales, empieza a tomar cuerpo la exigencia generalizada de que el gobierno radical deje su lugar a quienes lo han de suceder. Menem dice resistirse a ello y tan sólo admite que aceptará “si se lo piden todos los sectoresâ€. El propio ministro de Economía en funciones reconoce que “a nadie le interesa ni cree en este gobiernoâ€, que es el suyo. Alfonsín anuncia, no obstante, que se quedará hasta el final de su mandato, el cual recién expirará el 10 de diciembre. Reemplaza en Economía a Pugliese por Jesús Rodríguez (un hombre de “la Coordinadoraâ€) y a aquél lo nombra en Interior.


La inflación de mayo alcanza al 78,5% y la situación se torna incontrolable. Los aumentos diarios de precios llevan a que el comercio retenga mercaderías, que no sabe cuánto valen. La cotización del dólar marginal trepa entre el momento en que los despavoridos inversores entran en los locales donde aún se lo puede adquirir y el instante en que cierran la operación. Pronto, los codiciados billetes verdes desaparecerán y han de costar tanto como se pueda dar por ellos. Inciden en tal estado de cosas ciertas declaraciones de Guido Di Tella –sumado recientemente al elenco de Menem y que es mencionado para ocupar algún cargo destacado en el área de Economía– quien, sin inocencia alguna, ha expresado que el nuevo gobierno se manejará con un dólar muy alto.


Comienzan a ser asaltados los supermercados. Azuzadas por activistas, verdaderas multitudes se lanzan contra ellos y los desvalijan, llevándose desde paquetes de fideos hasta videograbadoras. También saquean pequeños almacenes y alguna casa de familia. Tales hechos se registran en varias partes del país pero, con mayor intensidad, en Rosario, Córdoba, Mendoza y el gran Buenos Aires. La policía apenas actúa. Y se ven vecinos que, armados con fusiles y escopetas, esperan en las azoteas de sus casas el arribo de las turbas. Anunciado por rumores alarmistas que, pese a ser casi siempre falsos, corren como reguero de pólvora.


Antes de emprender la retirada, el gobierno radical le juega una mala partida al que pronto ha de asumir. Menem, durante su campaña, ha prometido un aumento de sueldos que llamó “el salariazoâ€. Y que ya no será fácil otorgar pues, a fin de crearle dificultades, el Consejo del Salario dicta una disposición postrera y eleva notablemente el sueldo básico –de pago obligatorio– a 20.000 australes por mes.


El país arde por los cuatro costados. Y el gobierno aparece impotente para apagar el incendio. Alfonsín y Menem se han reunido, a fin de acordar alguna fórmula que permita sortear los meses que faltan hasta la transmisión del mando, pero no alcanzan resultados apreciables. Privado de toda autoridad, el presidente oscila entre el tono conciliador y la intemperancia. Por último, acosado por las circunstancias –que Menem capitaliza con astucia– anuncia su decisión de renunciar, al igual que el vicepresidente Martínez. Hacia mediodía del 8 de julio, Carlos Saúl Menem se hace cargo de la presidencia de un país que está al borde del colapso.


Mueren en junio el ayatollah Khomeini y José López Rega, que se entregara a la policía en los Estados Unidos y que estaba preso aquí. Ese mes, asimismo, el gobierno chino aplasta, mediante el empleo de tanques, una concentración gigantesca que, reclamando mayores libertades, permaneció largo tiempo estacionada en la plaza Tiananmen. Se han llevado a cabo elecciones en Polonia y el sindicato “Solidaridadâ€, transformado en partido político, logra en ellas un triunfo arrollador.