desde 1800 hasta 1851
supremo entrerriano
 
 
Dos días después, las fuerzas de Ramírez entran pacíficamente en Buenos Aires, atando sus caballos a la Pirámide de Mayo. Si bien no se registran desmanes, los porteños observan consternados el paso de los jinetes victoriosos por las calles de su ciudad. Y, en cuanto se retira la inquietante visita, estalla el disgusto contra Sarratea, a quien se imputa no haber sabido evitar la humillación sufrida. El 6 de marzo es elegido gobernador Juan Ramón Balcarce, llegado a la capital al frente de una columna de infantería que lograra salvar en Cepeda.

Sólo 5 días dura el gobierno de Balcarce. Las tropas federales permanecen cerca y las que tenía a su mando lo han abandonado. Por fin, deja de noche el fuerte y se embarca rumbo a Montevideo.

La confusión es enorme. En medio de ella reaparece Alvear, que intenta un golpe de mano para quedarse con el gobierno, el 25 de marzo. Obtiene un éxito efímero, pues reaccionan Soler y sus cívicos, debiendo interponerse el ejército federal para permitir que Alvear se retire. El 27, la Junta de Representantes vuelve a elegir a Sarratea. Buenos Aires no lo tolera, sin embargo, y el 2 de mayo renuncia, alegando razones de salud. En su lugar se elige a Ildefonso Ramos Mejía, un estanciero amigo de Soler.

Las cosas no andan mejor fuera de Buenos Aires. Ramírez, alentado por sus triunfos, ya no responde a Artigas, cuya derrota a manos de los portugueses, en Tacuarembó, lo ha obligado a cruzar el río Uruguay con lo que le queda de sus tropas. Aliado con Corrientes y Misiones, ataca a Ramírez en Entre Ríos. Con suerte cambiante, se libran varias batallas entre ambos caudillos –Arroyo Grande, Las Guachas, La Bajada, Sauce de Luna, Yuquerí, ábalos–, imponiéndose finalmente Ramírez (“El Supremo Entrerrianoâ€), que expulsa a Artigas hacia Paraguay, donde permanecerá exilado hasta su muerte, ocurrida a los 86 años, el 23 de septiembre de 1850.







Una bella mujer, que vestía de amazona, siguió en sus andanzas a Francisco Ramírez, “El Supremo Entrerriano”. Se la conocía sólo por su nombre de pila: “La Delfina”. Luego de ser derrotado en Río Seco, el caudillo es perseguido por los santafecinos, su compañera se retrasa y cae en poder de los perseguidores. Al advertirlo Ramírez, frena el caballo y, haciéndolo girar en redondo, se arroja sobre los captores, sable en alto. Ya está sobre ellos cuando lo mata un tiro de pistola en el corazón. Su cabeza fue exhibida bajo los arcos del cabildo de Santa Fe, metida en una jaula de hierro. Pese a la ferocidad que delata este detalle –habitual en la época–, los soldados de López respetaron la vida de Delfina, quien terminaría sus días en Concepción del Uruguay, un 27 de junio del año 39.