desde 1900 hasta 1992
Ramírez
 
 

Ramírez formó así su gabinete: coronel Alberto Gilbert (Interior), almirante Segundo Storni (Relaciones Exteriores), señor Jorge Santamarina (Hacienda), coronel Elbio C. Anaya (Instrucción Pública), general Diego Mason (Agricultura), almirante retirado Ismael Galíndez (Obras Públicas), general Edelmiro J. Farrell (Guerra) y almirante Benito Sueyro (Marina). Tal como puede observarse, ya desde entonces los militares admitían sus limitaciones respecto al manejo de la economía, pues el único civil que integra el ministerio ocupa la cartera de Hacienda. En cuanto al vicepresidente, lo fue el almirante Sabá Sueyro.


La conformación del gabinete no sirvió para despejar muchas dudas en torno al signo de una revolución que, bien recibida en general –como casi todas las que aquí se han producido–, diversos grupos consideraban propia, continuando así la serie de equívocos vinculada con ella. Los aliadófilos, por estar dirigida contra el “nazi†Castillo; los germanófilos, por haber frustrado la candidatura del “cipayo†Patrón Costas; los radicales, porque aquél era conservador y los militares terminarían con el fraude; los conservadores, porque Santamarina era hombre suyo, único civil del gabinete; la opinión pública, porque la proclama revolucionaria anunciaba que se pondría fin a la corrupción administrativa. Del GOU no hablaba nadie, ya que su existencia se ignoraba. Y, a la vuelta de poco tiempo, sería uno de sus integrantes el que capitalizaría aquel confuso pronunciamiento de junio del 43: el coronel Juan Domingo Perón.


Las primeras medidas del gobierno revolucionario fueron drásticas: disolvió el Congreso, intervino las provincias, anuló la convocatoria a elecciones y mantuvo el estado de sitio que ya había dictado Castillo, sometiendo la Administración Pública a una suerte de ocupación militar.


Pronto sufriría un tropiezo serio. El 8 de septiembre de 1943 se conocieron los textos de una carta confidencial, dirigida el 5 de agosto a Cordell Hull por el almirante Storni –canciller argentino a la sazón– y de la respuesta enviada por su destinatario. La misiva de Storni era desafortunada pues, en un tono que no condecía con el cargo que desempeñaba, daba excesivas explicaciones sobre los motivos por los cuales el gobierno demoraba en romper relaciones con el Eje. Hull contestó en forma dura y sarcástica.


La difusión de ambas cartas produjo un fuerte sacudón, indignando a los militares neutralistas. Storni renunció al día siguiente, asumiendo íntegramente una responsabilidad en todo caso compartida, ya que el borrador de su carta había sido corregido y aprobado por Ramírez, cosa que recién se averiguaría mucho más tarde. A raíz del episodio, el GOU estrecha su cerco en torno al presidente y coloca un hombre suyo, el general Alberto Gilbert, en la cancillería.


Durante el mes de octubre, muere el vicepresidente Sabá Sueyro y lo reemplaza Farrell, quien conserva su cartera como ministro de Guerra y que tiene como segundo a Perón. éste, que despliega una actividad infatigable, se ha transformado en el “hombre fuerte†del GOU y su influencia creciente suscita recelos, incluso entre los miembros de la logia.


Con motivo de una reestructuración del gabinete, se nombra ministro de Justicia e Instrucción Pública al doctor Gustavo Martínez Zuviría, conocido escritor católico que firma sus novelas –cuyas ediciones se agotan– con el seudónimo de Hugo Wast. Martínez Zuviría establece la enseñanza religiosa en las escuelas y pone al frente del Consejo Nacional de Educación al doctor José Ignacio Olmedo, otro católico eminente.